Jesús Alberto Castillo: El cristiano y su andar en la política

Compartir

 

Aunque para algunos cause extrañeza, una persona cristiana puede participar activamente en la praxis política. Ejemplos hay de sobra en el devenir histórico. Son dos espacios distintos, pero se complementan. Requiere exclusivamente de andar con pasos rectos en un camino tortuoso, lleno de intereses y relación de poder. El Nuevo Testamento, que vivifica la obra de Jesús, nos da algunos datos claves sobre la relación del mundo de la fe cristiana con la praxis política y cuál debe ser el comportamiento de un hijo de Dios en esa actividad terrenal. Tratemos de resumir algunos aspectos para que sirva de reflexión a quienes nos dedicamos al incomprensible mundo de la política.

En el libro de Mateo, capítulo 22, podemos darnos cuenta que Jesús, ante una comprometedora pregunta de los fariseos sobre la conveniencia o no del pago de impuestos a Roma, toma un drenario (moneda romana de plata que llevaba la imagen del emperador Tiberio) y resaltó: “Pues den al emperador lo que es del emperador y a Dios lo que es de Dios”. Delineó así los dos campos en que debe moverse toda persona. El reino de la política en la tierra y el relacionado a Dios en el cielo. De allí la expresión que se ha hecho muy popular entre nosotros: “Al César (emperador) lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Igualmente, el apóstol Pablo insta a todo seguidor de Cristo a obedecer las reglas instituidas en el orden jurídico-político. El referido apóstol, en romanos (capítulo 1, versículo 1) destaca: “Todos deben someterse a las personas que ejercen la autoridad. Porque no hay autoridad que no venga de Dios, y las que existen fueron puestas por él”. Subyace aquí el compromiso del cristiano no solo de respetar las autoridades sino de participar activamente en los asuntos públicos como miembro de una comunidad política en aras de buscar la convivencia ciudadana, el bienestar del prójimo y el fortalecimiento de las instituciones democráticas.

Por eso su andar en la política debe hacerse con rectitud, abogando siempre por la concordia, el bien común y el perdón hacia los demás. No debe proferir ni escribir palabras de descalificación; mucho menos, llevar en su interior sentimientos de venganza hacia los demás. Un cristiano debe actuar con la verdad y alimentar el trabajo en equipo, como una gran familia donde cada quien desempeñe adecuadamente sus dones. Recordemos que Jesús nos enseñó: Escúchenme todos y entiendan: Nada de lo que entra de afuera puede hacer impuro al hombre. Lo que sales del corazón del hombre es lo que lo hace impuro” (Marcos 7,14).

Todo tiene sentido en nuestras vidas. Si revisamos el libro de Lucas, en su capítulo 6, hay una serie de consejos que Jesús da a sus seguidores. El primero de ellos es amar a los enemigos. En efecto, exhortó “hagan bien a quienes lo odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes lo insultan”. Propone no alimentar odio en el corazón sino cultivar el amor hacia los demás, incluyendo a los que piensan y actúan incorrectamente. Su acertado llamado: “¡Hagan ustedes con los demás como quieren que los demás hagan con ustedes!” constituye el andamiaje del imperativo categórico de Immanuel Kant, reconocido filósofo alemán que se resume en “Obra de tal forma que tú acción se convierta en una ley universal para todos los demás”. En pocas palabras, haz bien y no mires a quien.

Otro de los consejos que Jesús dio a su gente en el mencionado libro es no juzgar a los demás, es decir, no emitir juicios que atenten contra la dignidad humana y el decoro personal de las personas. Al respecto, dijo: “No juzguen a otros y Dios no los juzgará a ustedes. No condenen a otros y Dios no los condenará a ustedes. Perdonen y Dios los perdonará. Den a otros y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes”. En forma de advertencia les preguntó a cada uno de sus seguidores: “¿Por qué te pones a mirar la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no te fijas en el tronco que tienes en el tuyo?”. Una pregunta que encierra gran enseñanza entre nosotros los mortales, seres imperfectos por naturaleza. “El que esté libre de culpa que arroje la primera piedra”.

Los pasos de un buen cristiano por los tortuosos caminos de la política deben darse con mucha firmeza y rectitud para ser ejemplo viviente ante los demás. El seguidor de Cristo debe convertirse en una lámpara encendida que ilumine con su enseñanza a los demas y permita descubrir lo que yace oculto. Pues, “no hay nada que escondido que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse y ponerse en claro” (Marcos 4, 21-25). De igual manera, Jesús aconsejó a sus seguidores a aprender a perdonar, un gran gesto que es necesario en medio de tantos errores humanos. Si no perdonamos a los demás, no podemos esperar que Dios lo haga con nosotros. Por eso Jesús, en Mateo 18,35 dijo: “Así hará con ustedes mi Padre Celestial, su cada uno de ustedes no perdona de corazón a su hermano”.

Por tales razones, es inconcebible que un individuo digno de llamarse cristiano mantenga una actitud intolerante, prejuzgue a los demás, alimente resentimiento en su corazón y no practique las demás enseñanzas de Jesús, el más grande hombre que con autoridad, humildad, prédica y sacrificio inspira a la humanidad entera. El hombre y mujer cristianos deben evitar la crítica hacia sus semejantes. Más bien, deben abstenerse de hacer algo que pueda ser causa de que su hermano tropiece o ponga en peligro su fe (Romanos 14,13). Es tiempo de procurar acciones que conduzcan a la convivencia y a la edificación mutua para fortalecer la obra de Dios, incluso hasta en el complejo campo de la política. ¡Jesús está muy pendiente de nuestras acciones humanas!

Politólogo, profesor universitario y dirigente político.

 

Traducción »