Juan Antonio Sacaluga: Holanda como síntoma

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El resultado de las elecciones legislativas en Holanda ha reavivado la preocupación de políticos y medios liberales y socialdemócratas europeos. El triunfo, por vez primera, del ultraderechista Partido por la Libertad (PVV) no ha sido estrictamente una sorpresa, pero no se esperaba una victoria tan amplia. Con 37 escaños, duplica con creces su representación parlamentaria (tenía hasta ahora 17) y se gana la opción de formar gobierno (1). El Parlamento estatal tiene 150 diputados, de los cuales casi una cuarta parte serán del PVV.

En teoría, los socios de los ultras deberían ser otros grupúsculos nacionalistas conservadores: euroescépticos, calvinistas y populistas agrario. En todo caso, el PVV necesitaría el apoyo de los democristianos, tantos los más tradicionales o conservadores como los centristas, y desde luego el de los recién llegados del Nuevo Contrato social, una suerte de democristianos populistas. Esta amalgama de fuerzas difícilmente compondrá una mayoría (2).

Los socialdemócratas comparecieron en candidaturas conjuntas con los ecologistas de izquierda y han conseguido ser la segunda fuerza política (25 diputados), después de muchos años de ostracismo. Pero no les ha alcanzado para hacerse con el gobierno, como esperaba su líder, el exvicepresidente de la Comisión Europea, Frans Tindemanns, salvo que consiguiera forjar una especie de gran pacto centrista.

La clave está en la decisión del hasta ahora gobernante Partido Popular Liberal Democrático (VVD), que ha obtenido 24 diputados, uno menos que los socialistas y ecologistas. Durante la campaña se ha conducido con ambigüedad sobre un posible pacto con la extrema derecha, aunque ahora parece cerrado a esa eventualidad. Su líder, Mark Rütte, dimitió en verano después de más de una década al frente de unos gobiernos de coalición muy trabajosamente cosidos con liberales avanzados y democristianos. Discrepancias sobre el asunto de la inmigración (de su limitación, del recorte de derechos de los inmigrantes) dieron la puntilla a un gobierno que ya se había tensionado por otros problemas domésticos.

La sustituta de Rütte en el VVD es Dilan Yesilgoz-Zegerius, hija de refugiados kurdos. Sin embargo, su posición en materia de inmigración es notoriamente más dura que la sostenida por su antecesor (3). Este desclasamiento también lo vemos en Gran Bretaña, donde la Secretaria de Interior, Suella Braverman, recientemente cesada, es de origen indostánico y mantenía posiciones ultras en materia migratoria. No muy distintas, por cierto, que las del propio Primer Ministro, Rishi Sunar, de la misma procedencia étnica.

La inmigración rompe el ‘cordón sanitario’

El centro-derecha se ha apuntado al discurso restrictivo de la ultraderecha sobre la inmigración, sabedor de que es una apuesta segura para atraer votantes. Socialdemócratas y ecologistas tampoco están exentos del contagio, véase el giro en Alemania (4). Los extranjeros que llegan a Europa han sido convertidos en chivos expiatorios de los problemas sociales crecientes: carestía y escasez de vivienda, agotamiento de los servicios sociales, aumento real o percibido de la criminalidad, tensiones convivenciales por diferencias culturales y religiosas, etc (5).

Holanda ya fue un termómetro temprano de esta respuesta reaccionaria a comienzos de siglo, con la aparición de las primeras formaciones islamófobas en el centro y norte de Europa, en países que hasta entonces habían mantenido unos servicios sociales amplios y robustos. Una tendencia similar a la experimentada en los países nórdicos, con quien Holanda ha compartido un modelo social más avanzado que el predominante en el resto de la Europa continental.

Geert Wilders, el líder ultraderechista holandés, ha visto finalmente premiada su constancia, tras varias décadas de activismo radical. Recogió el testigo de Pym Fortuny, un político gay procedente del mundo del cine, que combatió lo que él consideraba como el peligro del islamismo retrógrado para la tolerante sociedad neerlandesa. A la postre, opuso a una intolerancia presentida otra forma de intolerancia más agresiva y real. Fue asesinado por un activista animalista durante una campaña electoral y su sangre sirvió de semilla a Wilders para afianzar una opción ultra con posibilidades de gobierno a largo plazo.

La cantera de votos de Wilders se encuentras en las áreas rurales (compartidas con el BBB), pero también en los núcleos urbanos con gran densidad inmigrantes como Rotterdam (38% de la población tiene origen foráneo). En cambio, los socialdemócratas y ecologistas han conseguido mejores resultados en otras ciudades con menos extranjeros, como Ámsterdam y Utrecht.

El PVV ha merodeado los contornos del poder, pero sin amenazarlo frontalmente. Wilders no ha dudado en denigrar el Islam, o a sus practicantes, los inmigrantes procedentes de países empobrecidos, muchos de ellos perseguidos por gobiernos dictatoriales o destrozados por las guerras. Los ha denominado “chusma” y los ha vinculado continuamente con la delincuencia.

Nada diferente a lo que, en la primera década del siglo, hizo el entonces Presidente francés, Nicholas Sarkozy, cuando dedicó idéntico epíteto a los jóvenes magrebíes que protagonizaron protestas violentas en los suburbios de París y otras ciudades. Para contener a la ultraderecha de Marine Le Pen, Sarkozy decidió asumir su lenguaje y gran parte de sus propuestas políticas, con una apariencia de “respetabilidad republicana”.

Esta ósmosis entre las derechas europeas (conservadores y ultranacionalistas) se ha extendido como una mancha de aceite y alcanza hoy a otras familias centristas. Los democristianos, que durante algún tiempo y bajo el impulso de la entonces canciller alemana Merkel, mantuvieron un “cordón sanitario” frente a los grupos radicales, se han convencido de que ya no pueden contenerlos externamente y muchos creen que no hay más remedio que coaligarse para intentar neutralizar la influencia que ejercen sobre una ciudadanía insatisfecha y confusa (6).

Esta colaboración es ya una realidad en los países nórdicos. La ultraderecha está ya en el gobierno o en pactos legislativos con la derecha conservadora en Suecia y Finlandia, o ha obligado a políticas restrictivas, en Dinamarca, ahora con gobierno socialdemócrata. Los ultras no se conforman con esto. Este fin de semana, los ‘Demócratas de Suecia’ (equívoco nombre) han celebrado su congreso con un mensaje claro: lo conseguido es sólo el comienzo. Y es que las encuestas otorgan a los DS más apoyo que los partidos del centro y la derecha juntos (7).

Italia también ha sido un motor de este cambio de paradigma político. De ser fuerza menor en la habitual coalición de las derechas, los ultraconservadores nacionalistas alcanzaron la posición hegemónica, y ello a pesar de su división entre los neofascistas centralistas romanos y los antiguos separatistas nordistas de la Liga. El centro-derecha italiano es ya testimonial.

El virus alcanza también a las formaciones liberales. Macron a duras penas pudo contener esa tendencia, con su afamado triunfo en 2017, que se quiso ver como un frenazo al Frente Nacional. Con el tiempo y las sucesivas crisis, el partido de Marine Le Pen mantiene sus opciones de abiertas, aunque el sistema electoral limita sus recursos, lo que obliga a la actual mayoría a limitar los derechos de los inmigrantes y establecer severos controles de entrada.

El debate actual sobre la reorientación de la política migratoria, plasmado en una nueva Ley, está poniendo de manifiesto esta derechización de Macron y los liberales. El texto ya restrictivo que salió de la Asamblea Nacional ha sufrido un endurecimiento aún mayor en el Senado, donde el partido del gobierno tiene una presencia menor que Los Republicanos (derecha conservadora). En los debates parlamentarios, el ministro del Interior y sus diputados afines se han mostrado muy tibios o incluso complacientes con las restricciones en materia de asilo, servicios sociales a los inmigrantes, condiciones de expulsión, etc. Los macronistas más a la izquierda confían en que la Asamblea Nacional purgue estas aportaciones extremistas. En todo caso, el gobierno ya ha descartado acudir al mecanismo del decretazo, el famoso artículo 49.3 (8).

La operación es arriesgada, se mire como se mire. Los movimientos políticos han sido muy intensos los últimos días. Un grupo de 17 diputados Republicanos se ha expresado a favor del consenso, pero el liderazgo del partido y la dirección del grupo parlamentario están ancladas en la línea dura e insiste en un referéndum, que Macron ya ha descartado. El ministro del Interior, Gérald Darmanin (presumible candidato presidencial en 2027), hurga en las contradicciones de la derecha y advierte que si Los Republicanos quieren seguir siendo un “partido de gobierno” deben apoyar el proyecto, aunque se suavice (9).

Este dilema sobre el alineamiento con la ultraderecha corroe ahora a los liberales holandeses del VVD, aliados de Macron en Europa. Las opciones están sobre la mesa: o se avienen a una coalición amplia según el nuevo modelo nórdico, con presencia dominante de los ultras del PVV, o se deja el gobierno a una frágil combinación de las derechas conservadoras, que profundizarán en los retrocesos sociales y reforzarán las políticas identitarias.

Notas

(1) “Long a bastion of Liberalism, the Netherland takes a sharp right turn”. THE ECONOMIST, 23 de noviembre.

(2) “Législatives aux Pays-Bas: pour l’extrême droite victorieuse, former une coalition est loin d’être gagné”. LE MONDE, 23 de noviembre.

(3)“Dilan Yelsigöz, la fille des refugiés qui veut durcir la politique migratoire”. COURRIER INTERNATIONAL, 22 de noviembre.

(4) “Scharfer schwenck. In der migrationspolitik sind jetzt aus SPD und Grüne für mehr härte”. DIE ZEIT, 8 de noviembre (reproducido en COURRIER INTERNACIONAL, 28 de noviembre).

(5) “Partout en Europe, le portes se referment”. COURRIER INTERNATIONAL, 25 de noviembre.

(6) “Geert Wilders’s election win leaves the Dutch in a awful quandary. Will the cordon sanitaire against the far-right hold?”. THE ECONOMIST, 23 de noviembre.

(7) “En Suéde, l’extrême droite a le vent en poupe, un an après l’arrivée de la droite au pouvoir”. LE MONDE, 26 de noviembre.

(8) “Du droit du sol à l’aide médical de’Etat, comment le Senat a durcit le projet de loi ‘immigration’. LE MONDE, 14 de noviembre; “Projet de loi ‘immigration’: le gouvernement veut éviter le 49.3”. LE MONDE, 22 noviembre.

(9) “Projet de loi ‘immigration’: Gérald Darmanin accroît la pression sur Les Républicains”. LE MONDE, 28 de noviembre.

 

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