Creo en la ciencia, y al final ella dará soluciones para el cambio climático, dijo David MacMillan, Nobel de Química 2023

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El día que explicaron los enantiómeros, David MacMillan (Bellshill, Reino Unido, 55 años) no fue a clase. Estaba viendo un Escocia-Chipre de fútbol. Su profesor de la Universidad de Glasgow le echó una bronca porque los enantiómeros son importantes. “Yo no lo sabía”, dice MacMillan, que se reconoce futbolero empedernido. En 2021, el ahora profesor de la Universidad de Princeton (EE UU) recibió el Nobel de Química por el desarrollo de la organocatálisis asimétrica, una forma ingeniosa y selectiva de construir este tipo de moléculas, idénticas, pero simétricas, como si estuviesen reflejadas en un espejo.

Hasta hace algo más de 20 años, en la producción de fármacos o productos químicos para la industria, para acelerar las reacciones químicas se empleaban como catalizadores metales o enzimas, proteínas como las que nos permiten hacer la digestión. Pero los metales pueden ser contaminantes y las enzimas demasiado complejas. Además, muchos de los procesos generaban pares de moléculas especulares de los que solo una de las dos era útil. Aunque parezcan casi iguales, su efecto en el organismo puede tener efectos muy diferentes. La talidomida supone un ejemplo dramático de estas diferencias. Uno de los enantiómeros calmaba las náuseas de las embarazadas, pero el otro, producido como un subproducto inseparable, generaba deformaciones en los bebés.

MacMillan y List desarrollaron nuevos métodos para lograr las reacciones que provocan las enzimas, utilizando solo una pequeña parte de esas grandes proteínas que es la que interviene en la catálisis. MacMillan descubrió muchos catalizadores orgánicos capaces de producir solo el enantiómero deseado, sin generar la indeseada molécula simétrica. La organocatálisis asimétrica se ha convertido desde entonces en una forma de hacer química menos peligrosa y más sostenible.

En una entrevista realizada en la sede de la Real Academia de Ciencias, en Madrid, que ha traído a MacMillan a España junto a la Fundación Ramón Areces, el investigador destaca la importancia del sistema público de educación escocés como base el éxito científico de ese país, que con solo cinco millones de habitantes tiene más premios Nobel que España: 16 en total (dos de la Paz). Para mejorar las cifras, recomienda invertir en educación, aunque “el cambio llegará, quizá, en 20 años”.

Daniel Mediavilla – Pregunta. La idea por la que le dieron el Nobel parecía sencilla, y quizá debería haberla tenido alguien antes, pero eso no pasó hasta que se le ocurrió a usted.

David MacMillan – Respuesta. Hicimos algo que parecía muy simple, pero nadie lo había pensado antes. Yo pensé, si es tan simple, ¿por qué no lo ha visto nadie? Pero creo que esto pasa mucho en todas las partes de la sociedad. Pusimos un hombre en la Luna antes de poner ruedas a una maleta [bromea]. Muchas veces las soluciones más simples están delante de nosotros, pero no las vemos. Tenemos que dar un paso atrás y pensar en por qué estamos haciendo lo que estamos haciendo. Y de repente lo ves, y esa es la parte divertida de todo esto. Ver que la ciencia va en una dirección, pero hay otras que no se han tomado y son valiosas y sencillas.

Esto sucede porque somos humanos. Pensamos que la ciencia es absoluta y perfecta, pero somos humanos haciendo ciencia y hay un montón de cosas esperando a ser descubiertas. Cuando estás en la frontera de la ciencia, una de las mejores cosas es darte cuenta de todo lo que hay por descubrir. Es muy emocionante. Como cuando traes a un estudiante de 18 años al laboratorio y les mandas hacer una molécula, y les dices: nadie en el universo ha hecho antes esta molécula, eres la primera persona.

P. Para hacer grandes descubrimientos, tienes que saber mucho para controlar lo que se conoce de un campo, pero también tener cierta ingenuidad para pensar diferente. ¿Cómo se consigue esa combinación?

R. Lo más peligroso es saber un poquito, porque cuando sabes un poquito crees que lo sabes todo. Cuanto más aprendes, más te das cuenta de todo lo que no sabemos, que es enorme. Y luego hay una segunda parte. La ingenuidad es muy buena, quizá lo más importante. Los Beatles, McCartney y Lennon, inventaron nuevos acordes para guitarra que nadie había escuchado. Cuando les preguntaron cómo lo habían hecho, respondieron que no sabían que eran desconocidos. A veces, desconocer cosas es muy poderoso, porque no piensas en que algo no debería funcionar.

Muchas veces, doy un proyecto a un estudiante completamente nuevo en mi grupo porque no ha desarrollado esa idea de que algo no debería funcionar. Una vez que alguien cree que algo no va a funcionar, es muy difícil que encuentre la motivación, la determinación y la creatividad para hacer que funcione.

P. ¿Ganar el Nobel le ha quitado algo de esa ingenuidad? ¿Es un premio que dificulta hacer nuevos descubrimientos?

R. Una parte no muy buena [de ganar el premio] es que eres humano, y te acomodas un poco. Siempre digo a mis estudiantes que la primera persona a la que tienes que impresionar eres tú mismo. Y cuando ganas un premio Nobel, te vas a dormir feliz, así que pierdes un poco esa necesidad de impresionarte y tienes que trabajar para recuperarla. Pero al mismo tiempo, cuando ganas el Nobel, la gente decide que eres mucho más listo de lo que eres. El beneficio de eso es que cuando hablas con gente en el Gobierno, con políticos, les puedes explicar por qué las cosas son importantes y es mucho más probable que te escuchen.

P. El progreso científico ha hecho que cada vez sea más difícil entender algo de lo que sucede en la frontera del conocimiento y es probable que esa complejidad haga que la gente desconfíe de la ciencia. ¿Se puede hacer algo para que la sociedad no sienta la ciencia como algo esotérico y que puede dar miedo?

R. Es interesante que toda la gente que es escéptica de la ciencia lo comenta y crea opinión sobre ello en las redes sociales y los móviles. Están utilizando la ciencia para quejarse de la ciencia. Se olvidan de que todo a su alrededor se basa en la ciencia. Pero creo que es verdad; como se está volviendo más complicada, se está alejando cada vez más de lo que la gente puede comprender, y una vez que la gente no comprende, es más difícil que acepte. Es fácil explicar la ciencia del agua hirviendo en la cazuela, porque lo puedes ver, lo sientes, pero si alguien te habla de los ordenadores cuánticos, es otra cosa.

El problema al que nos enfrentamos no es que la ciencia se esté volviendo más compleja, es que los científicos no somos lo bastante buenos para explicar lo que estamos haciendo a la sociedad, por qué lo hacemos y por qué es importante. Hemos perdido la capacidad para comunicarnos, incluso entre científicos de diferentes campos, porque son casi como lenguajes diferentes. Es un problema. Si no dedicamos tiempo a pensar cómo comunicar a la gente, perdemos a todos.

P. ¿Cree que un gran problema como el cambio climático se podrá solucionar gracias a la ciencia, incluso si no somos capaces de cambiar nuestra forma de vida para reducir emisiones?

R. Sí, soy un optimista nato. Siempre pienso que hay soluciones. Hay un problema en mi laboratorio, que tratamos de resolver durante 17 años, y un día se nos encendió la luz y lo resolvimos. Creo en la ciencia, y al final dará soluciones para el cambio climático. Sé que hay científicos que no estarán de acuerdo y que dirán que es peligroso decir que la ciencia lo resolverá, porque hará que se reduzca la motivación para que la gente se preocupe. Lo podemos resolver, pero tenemos que estar muy preocupados por el problema, porque si no, no lo resolveremos lo bastante rápido. Pero creo que lo resolveremos, los humanos son increíbles encontrando soluciones. El asunto es que a veces tardamos en ver esa solución, y suele venir de donde no es obvio y se basa en algo en lo que no estamos pensando ahora.

P. ¿Hay líneas de investigación para buscar esas soluciones?

R. Hay dos cosas. Una es cómo convertir la energía solar en enlaces químicos. Con la electricidad, utilizamos condensadores para acumularla, pero no tenemos condensadores lo bastante buenos para almacenar la energía que el mundo necesita. Una forma de hacerlo es convertir moléculas que tienen baja energía en cosas que tienen alta energía. Si tomas agua y la conviertes en hidrógeno y oxígeno, sabemos que el hidrógeno y el oxígeno son combustibles y liberan energía cuando regresan al agua. Si puedes convertir agua en oxígeno e hidrógeno, algo que la gente lleva intentando hacer durante mucho tiempo, has almacenado toda esa energía en enlaces químicos. Hay gente pensando mucho en eso ahora.

La otra cosa es la mineralización del dióxido de carbono. Nos hemos dado cuenta de que hay un montón de elementos por toda la Tierra, como el sodio, el cesio, el magnesio, que pueden capturar el dióxido de carbono para formar minerales. El problema es que hacen falta miles de años para que eso suceda y no tenemos ese tiempo. Necesitamos catalizadores que acorten el proceso de mil años a medio día o dos horas. Y habrá más estrategias en camino que utilizarán catalizadores.

El País de España

 

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