Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Lucas 2:12.
Este año se recuerdan los ocho siglos de la creación del primer pesebre por San Francisco de Asís, el santo de la pobreza y la humildad. Ochocientos años después muchas familias en el mundo se disponen cada diciembre armar su pesebre, como testimonio de fe y hermoso regalo de cristiandad que nos inculcó el noble franciscano en el devenir del tiempo.
San Francisco de Asís fue quien realizó el primer pesebre navideño para conmemorar la llegada de Jesucristo. En la Nochebuena de 1.223, con el permiso del Papa Honorio III, realizó durante la misa una representación simbólica del pesebre una noche fría, en el interior de una cueva y al calor de animales, con el fin de hacer vivir la Navidad a los habitantes de su pueblo. Francisco estaba débil y enfermo, y pensando que tal vez sería su última navidad en la tierra, quiso celebrarla de una manera distinta y especial.
Un amigo de Francisco, el señor Juan Velita, era dueño de un pequeño bosque en las montañas de Greccio, y en el boscaje había una gruta que a Francisco se le parecía mucho a la cuevita donde nació Jesús, en los campos de Belén, y que él había conocido hacía poco en su viaje a tierra Santa. Francisco habló con su amigo, le contó la idea de hacer allí un “pesebre vivo”, y juntos los prepararon todo, en secreto, para que fuera una sorpresa para los habitantes del pueblo, niños y grandes.
Juan de Fidanza, un santo, místico franciscano, afirmó que este evento tuvo tal simbolismo, pues las humildes circunstancias en las que se llevó acabo, rememoraron la esencia del verdadero nacimiento de Jesús: en una noche fría, al interior de una cueva, acompañados del calor de los animales.
La orden franciscana, de hecho, fue una de las grandes promotoras del belenismo en los siglos venideros, A partir del siglo XIV esta tradición se masificó en Italia y otros países de Europa, primero como una práctica llevada a cabo por las autoridades eclesiásticas, luego también por los aristócratas y finalmente como una tradición popular.
Los pesebres fueron incluso empleados como herramienta de evangelización en la América hispana, a lo largo del siglo XVIII, incorporando a su representación especies vegetales y animales locales.
En algunos países de Europa y Latinoamérica el pesebre se arma el día 8 de diciembre, día de la celebración de la Inmaculada Concepción de María, fecha muy importante para la comunidad católica, ya que este día en 1854, el Papa Pio IX, estableció como “dogma de fe”, que María desde su concepción, fue preservada por Dios del pecado original.
Con el pasar de los años, su popularidad aumentó, pero esta vez las figuras reales fueron remplazadas por esculturas de madera y cera. Y, sin duda, estas de invención franciscana, han llegado a convertirse en objetos de culto. Sin embargo, no fue sino hasta 1.465 que fue fundada la primera fábrica de pesebres navideños en París.
Su representación alude a la sagrada familia y ha sido acompañada con otras figuras que tienen como fin simbolizar la adoración al recién nacido, estas son: los pastores, los tres Reyes Magos, los ángeles. Que también representan otras escenas bíblicas como la anunciación del ángel, la matanza de los inocentes por Herodes, y todas las que encarnan natividad.
Fue en la Edad Media y en el Renacimiento cuando se agregaron al pesebre las figuras de los pastores de Belén y los tres reyes magos (Melchor, Gaspar y Baltazar), quienes trajeron al niño ofrendas de oro, incienso y mirra.
El Belén no solo se llama así, tiene otros muchos nombres, entre ellos: Pesebre, Nacimiento, Portal, Portal de Belén. El término, en su sentido más amplio, refiere al receptáculo o depósito en el que se les deja el alimento a los animales para que éstos puedan comer. El uso más habitual del concepto, sin embargo, se encuentra en el ámbito de la religión.
El pesebre invita a los hombres a valorar a ese Dios que se hizo hombre para “acercarse a cada hombre”.
En estos tiempos tan agitados por la dinámica social de nuestro país no olvidemos que nuestro pesebre remite a la idea que el Niño va a ser el alimento espiritual. Representa la sencillez y la humildad. Simboliza el Dios que se hizo hombre, el guía espiritual que está en el corazón. San José: el que da la seguridad, el sostén a la familia.
Que cada familia venezolana contemple la esencia del amor representada por la Sagrada Familia de Belén. Y como lo dijo el papa Francisco en el mensaje a las nuevas familias: “Contemplad el ejemplo de la Santa Familia en Belén, para practicar las mismas virtudes en vuestro camino de vida familiar”. Un mensaje divino nos deja la familia de belén en un mundo en el que la comodidad y el placer están por encima de cualquier otro bien, es necesario recordar una familia de este estilo que se vuelve envidiable. No por las condiciones de un nacimiento extraño en unas circunstancias extrañas, sino por el amor divino y humano que se respira en el ambiente. Un padre sin nada, pero con una gran esperanza y una mujer con un “sí” irrevocable a la voluntad de Dios se enfrentan a la dureza de las condiciones de vida. Pero entienden perfectamente que el Creador nunca les abandonará. Nada tienen, todo es prestado, sólo el calor de sus propios cuerpos los acompaña, pero eso les hace poderosos. No como los poderosos del mundo sino como los que han descubierto que la mayor riqueza y poder es un corazón que sabe amar. De esos que saben que el dinero construye un poder tan endeble como él mismo y un afecto tan fugaz como el brillo que el oro refleja ante la luz del sol. Ese simbólico escenario es una escuela de perdón, de amor, de esperanza, de un “volvamos a comenzar cada día”, porque la vida nueva siempre trae esperanzas consigo.