No se trata de saber si persiguiendo la justicia lograremos preservar la libertad. Se trata de saber que, sin la libertad, no realizaremos nada y perderemos a la vez la justicia futura y la belleza antigua. Albert Camus.
Desde que se inició este régimen, su estrategia política – siguiendo la cartilla cubana – fue la de pisotear la dignidad del ciudadano, con la expresa finalidad de producir miedo porque el miedo incapacita al individuo para la acción y lo lleva sucesivamente a la sumisión, a la aquiescencia y a la pasiva aceptación. Hoy nos hemos percatado cómo este régimen ha recurrido a su uso como estrategia para generar en los factores democráticos desmoralización y evitar iniciativas resistentes a los abusos de poder y, sobre todo, a su necesaria organización.
De tal manera, muchas de esas acciones son generadas por el régimen para a convencernos de que es imposible el cambio, o de que el cambio acabará en caos, que, en fin, de cuentas, no hay salida posible para la actual situación, logrando, de tal manera, que la omnipotencia del Estado se alimente de la impotencia de los ciudadanos. Una vez más emplea toda su maquinaria en disgregar las fuerzas que puedan poner en peligro su poder. De nuevo se dedica a la fragmentación de cualquier esfuerzo constitucional que se pueda producir para salir de este marasmo.
Tengamos siempre presente que el propósito del régimen no es otro que atemorizar a cualquier ciudadano que, al tratar de participar en el espacio de la política, es presa de las viejas prácticas totalitarias que van desde las amenazas, el desprestigio, la burla e insultos, el amedrentamiento, hasta el ruin dictamen “traición a la patria”. La extensión del temor que conduce a la desesperanza busca paralizar las intenciones de cambiar la realidad que vivimos. En todo activismo resulta ineludible encontrar altibajos y situaciones muy complejas que ameritan prudencia y sensatez. Momentos de crisis cuando, debido a las dificultades, nuestros esfuerzos parecen fracasar.
Ante esto, la respuesta está en la perseverancia. Se ha dicho que no existe nada más importante en la vida de un ser humano, en momentos de dificultad e incertidumbre, que la capacidad de mantener la calma generada por la esperanza.
Sin embargo, el más grande error que se puede cometer con estos regímenes de corte totalitario es menospreciarlos, desestimar la gravedad de sus amenazas, pretender entender sus comportamientos bajo un raciocinio netamente intelectual. De tal enunciado, se podría argumentar que la razón que prevalece para inmiscuirse en la política es que los ciudadanos seamos cada vez más conscientes de la realidad que nos circunda, que intentemos comprender la historia que nos toca vivir, para poder prepararnos a cambiarla, sin necesidad de parodiar el estribillo de aquella canción… «Nosotros hagamos la historia, y otros que la escriban en un tiempo mejor…»
De lo que si estamos seguros es que la sociedad, como un todo, ha decidido dar otro empujón a la historia. Siempre dependerá de nosotros, los ciudadanos, que la nuestra no sea una historia de oportunidades perdidas y de posibilidades no aprovechadas.