El 20 de septiembre de 2023, menos de tres semanas antes de los violentos ataques de Hamás contra Israel, el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, sugirió en una entrevista con Fox News que su país “tendrá que conseguir” un arma nuclear en caso de que Irán desarrolle la suya propia. En los últimos años, las frecuentes declaraciones del príncipe heredero saudí y de destacados funcionarios del gobierno sobre la búsqueda de energía nuclear para aplicaciones civiles por parte de la nación han suscitado, en efecto, inquietud sobre sus verdaderas intenciones. Arabia Saudí no solo ha dado a conocer públicamente que pretende alcanzar la plena autonomía en todo el ciclo del combustible nuclear -que abarca las capacidades de enriquecimiento y reprocesamiento-, sino que también ha insinuado la posible utilización de esta tecnología para el desarrollo de un arsenal nuclear si las circunstancias lo exigen, como dejó claro Bin Salman en su entrevista con Fox News. En consecuencia, Arabia Saudí se ha enfrentado a dificultades para conseguir tanto tecnología nuclear como combustible para su programa. Es cierto que los esfuerzos por normalizar las relaciones diplomáticas con Israel antes de los atentados del 7 de octubre parecían abrir potencialmente la puerta a que Estados Unidos ofreciera a Riad la tecnología y el combustible necesarios. Sin embargo, la crisis desatada en la región como consecuencia de la agresión de Hamás contra Israel pone en entredicho la viabilidad de todo el proceso.
El programa nuclear saudí y la preocupación por la proliferación
En la década de 1960, Arabia Saudí manifestó un gran interés por la energía nuclear y posteriormente, en la década de 1970, inició su programa nuclear civil. La piedra angular de este empeño, conocida como la Ciudad Rey Abdulaziz para la Ciencia y la Tecnología (KACST, por sus siglas en inglés), se estableció en 1977 en Riad. Sobre esta base, en 1988 se creó el Instituto de Investigación de la Energía Atómica (AERI, por sus siglas en inglés). Sin embargo, no fue hasta 2006 cuando Arabia Saudí y otros seis Estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) declararon conjuntamente su intención de iniciar un estudio exhaustivo sobre la aplicación pacífica de la energía nuclear. Más tarde, en 2011, Arabia Saudí dio a conocer su ambiciosa estrategia, revelando su plan de construir hasta 16 reactores nucleares en un plazo de 20 a 25 años. Sin embargo, a partir de 2023, es evidente que no se han logrado avances sustanciales en la consecución de los objetivos de Arabia Saudí en materia de energía nuclear.
Varios factores clave han contribuido a ello. Uno fundamental ha sido la ausencia de una legislación exhaustiva relativa a la seguridad nuclear en el país. La falta de un marco legal ha creado obstáculos al desarrollo de la infraestructura nuclear y a la supervisión reglamentaria. Sin embargo, el factor más crítico ha sido la preocupación por la proliferación nuclear en torno a las ambiciones nucleares de Arabia Saudí. De hecho, se ha especulado con la posibilidad de que Riad haya explorado la posibilidad de adquirir armas nucleares desde mediados de los años 70. De hecho, Arabia Saudí se enredó en los programas de armas nucleares tanto de Pakistán como de Irak, principalmente a través del apoyo financiero. El objetivo subyacente parecía ser la adquisición a largo plazo de conocimientos y tecnología de estas dos naciones, potencialmente con el fin de hacer avanzar su propio programa nuclear. También han sido recurrentes los rumores y las especulaciones sobre la posible colaboración en un programa conjunto de armas nucleares entre Islamabad y Riad.
Los principales actores regionales: Irán e Israel
Las repetidas declaraciones de Arabia Saudí sobre el posible desarrollo de un arsenal nuclear están estrechamente ligadas a la evolución del programa nuclear iraní. Las consideraciones estratégicas de Riad a este respecto parecen depender en gran medida de las acciones e intenciones de Teherán. Los recientes avances en Irán, como la ampliación de la capacidad de enriquecimiento de uranio en las instalaciones de Fordow y el aumento de las reservas de uranio enriquecido hasta el 60%, han suscitado preocupación por una posible reanudación de la investigación armamentística por parte de Teherán. Dichas preocupaciones se han visto exacerbadas por los informes del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que indican que, a principios de septiembre de 2023, se han producido avances limitados en los esfuerzos del Organismo para supervisar las actividades nucleares de Irán. La decisión de Irán de dejar de cumplir sus compromisos relacionados con la energía nuclear en virtud del Plan Integral de Acción Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés) también obstaculizó significativamente los esfuerzos de verificación y supervisión.
Estos acontecimientos han contribuido a la aprensión de Arabia Saudí y subrayan la naturaleza intrincada y volátil de la seguridad nuclear en la región. En efecto, la falta de transparencia en torno a las actividades nucleares de Irán aumenta las preocupaciones de Riad en materia de seguridad. Aunque podría decirse que las acciones de Teherán se perciben como una estrategia de presión sobre la comunidad internacional, en particular sobre Estados Unidos, más que como una clara intención de desarrollar armas nucleares, la incertidumbre que rodea sus intenciones sigue siendo una importante fuente de tensión en la región.
Por su parte, la posición de Israel al respecto es clara, tal y como la articula su Comisión de Energía Atómica. Israel -en particular, un país que no forma parte del Tratado de No Proliferación (TNP) y del que se cree ampliamente que posee armas nucleares- ha expresado su preocupación por el hecho de que ceder a la petición de Arabia Saudí de construir una central nuclear como parte de un acuerdo de normalización podría sentar un precedente peligroso y desencadenar potencialmente una carrera armamentística nuclear en Oriente Próximo. Las preocupaciones expresadas por Israel apuntan a la realidad de que dichas capacidades acercarían a Arabia Saudí a Irán en lo que respecta al desarrollo de programas nucleares. Tal situación podría intensificar aún más la competencia regional y la dinámica de seguridad.
En términos más generales, permitir que Arabia Saudí adquiera tales capacidades podría sentar un precedente problemático a nivel internacional. Posiblemente podría animar a otros países de la región, como Egipto o Turquía, a perseguir capacidades nucleares similares, provocando una proliferación en cascada en un Oriente Medio ya de por sí volátil.
Perspectivas de cooperación extrarregional: EEUU y China
Antes de los atentados del 7 de octubre, la Administración Biden adoptó un enfoque un tanto peculiar respecto a la cooperación nuclear con Arabia Saudí, haciendo hincapié en la diplomacia y la dinámica regional. La normalización de las relaciones entre Israel y Arabia Saudí se enmarcó como una posible contrapartida a un acuerdo de cooperación nuclear entre Washington y Riad. Los informes sobre conversaciones de alto nivel para proporcionar a Arabia Saudí uranio enriquecido estadounidense y otras alternativas de suministro nuclear sugerían que se estaban realizando esfuerzos para negociar un acuerdo de cooperación nuclear entre ambos países.
Sin embargo, las exigencias de Mohammed bin Salman, en particular las relacionadas con la adquisición de tecnologías de enriquecimiento y reprocesamiento, así como las secuelas de los atentados del 7 de octubre, plantean un enigma para EEUU. Aunque el régimen saudí ha estado equilibrando cuidadosamente su respuesta a la guerra entre Israel y Hamás para no poner en peligro las relaciones con ninguna de las partes implicadas (incluido Israel), ahora es poco probable que se produzca un avance diplomático en un futuro próximo. Además, en el Congreso y el Senado estadounidenses, muchos siempre se han mostrado recelosos de proporcionar a Riad tecnologías nucleares sensibles. En consecuencia, la administración Biden debe navegar entre intereses y preocupaciones contrapuestos para lograr un enfoque equilibrado y responsable de la cooperación nuclear con Arabia Saudí. Una opción para la administración Biden puede ser impulsar un acuerdo 123 con los saudíes que imite el modelo de desarrollo nuclear emiratí, que excluye el suministro de tecnologías de enriquecimiento y reprocesamiento y, por tanto, no plantea riesgos en cuanto al posible desarrollo de un programa nuclear militar. Sin embargo, los saudíes se han mantenido firmes en la defensa de su derecho a poseer estas tecnologías en virtud del artículo IV del TNP, que no las prohíbe explícitamente.
Con este telón de fondo, Arabia Saudí también podría considerar ofertas alternativas de cooperación nuclear, en primer lugar, de China. Aunque Riad preferiría asociarse con Washington dada su avanzada tecnología y las relaciones bilaterales existentes, las restricciones de Washington al enriquecimiento de uranio suponen un obstáculo importante.
La propuesta de la Corporación Nuclear Nacional China (CNNC) de construir una central nuclear cerca de la frontera con Qatar y los Emiratos Árabes Unidos presenta una alternativa interesante. China puede tener, en efecto, un enfoque menos restrictivo que Estados Unidos en lo que se refiere a la cooperación nuclear. Como era de esperar, el estrechamiento de los lazos entre Arabia Saudí y China en los últimos años – personificado por la visita del presidente chino Xi Jinping a Arabia Saudí en diciembre de 2022 y el anuncio de importantes acuerdos de inversión por un total de 10.000 millones de dólares estadounidenses durante una cumbre empresarial celebrada en Riad en junio- ha despertado inquietud en Washington.
La promesa del presidente chino, Xi Jinping, de perseguir un modelo de “cooperación energética polifacética” con los países del Golfo se alinea con la estrategia de China de asegurarse recursos energéticos para satisfacer su creciente demanda energética como mayor consumidor de energía del mundo. La región del Golfo, con sus importantes reservas de petróleo y gas, desempeña un papel crucial en esta estrategia.
En general, el esfuerzo de Arabia Saudí por mantener el equilibrio entre China y Estados Unidos refleja su complejo posicionamiento geopolítico y sus consideraciones estratégicas. Aunque Arabia Saudí ha ido estrechando lazos económicos con Pekín, Washington sigue siendo el socio más importante en materia de seguridad. Por otro lado, el compromiso económico de China, incluidas las inversiones y el comercio, presenta oportunidades para los planes de diversificación y desarrollo económico de Arabia Saudí, como su Visión 2030. En cuanto a la cooperación nuclear, para Riad, el estrechamiento de los lazos con China también puede ser una herramienta de negociación frente a Washington. De hecho, la implicación de China en el programa nuclear saudí podría influir potencialmente en la administración Biden para que reconsidere sus condiciones de cooperación nuclear, obligando a EEUU a rebajar sus exigencias. La forma que adopte el entorno de seguridad regional tras la guerra entre Israel y Hamás también influirá en la futura postura de EEUU sobre la cooperación nuclear.
De cara al futuro
En las últimas semanas, las ambiciones de Arabia Saudí para el desarrollo de la energía nuclear se han congelado una vez más, como consecuencia de la guerra entre Israel y Hamás, que ha dejado en suspenso la normalización de las relaciones entre Tel Aviv y Riad. No obstante, los dirigentes saudíes siguen considerando el desarrollo de la energía nuclear como un plan viable para el futuro y esperan que una solución diplomática al conflicto pueda encarrilar de nuevo las conversaciones.
A un nivel más amplio, sin embargo, sigue existiendo el mayor obstáculo para seguir adelante con dichos planes: la falta de confianza de la comunidad internacional en el régimen saudí, sobre todo dada su falta de transparencia y sus amenazas de desarrollar una bomba nuclear en respuesta a cualquier desarrollo similar por parte de Teherán. Para minimizar estas preocupaciones, Arabia Saudí podría aceptar incluir en cualquier acuerdo de cooperación nuclear la obligación de que Riad firme el protocolo adicional del OIEA, aclarando también que la tecnología y el combustible serán suministrados por proveedores externos con el fin de cerrar la puerta del enriquecimiento de uranio para el desarrollo de armas. Un mayor impulso a la normalización de las relaciones entre Arabia Saudí e Irán, especialmente en lo que respecta a las consultas sobre seguridad regional y para evitar malentendidos en relación con el desarrollo nuclear respectivo, podría ser otro medio para apaciguar estas preocupaciones. En términos más generales, existe una necesidad apremiante de que Arabia Saudí aumente la transparencia con respecto a su programa nuclear y coopere eficazmente con el OIEA.
Artículo traducido del inglés de la web del Istituto Affari Internazionali (IAI).