Sigue escalando posiciones el rechazo a la gestión de Gustavo Petro, la negatividad que genera el displicente personaje es una característica del ánimo social del colombiano. Ya parece una verdadera tortura china saber que constitucionalmente estará en el poder hasta el 2026. Son todavía tres años en donde la desazón seguirá siendo la brújula de un proceso purulento. Un lapso final en donde colocará toda la carne en su asador ideológico. Para el socialismo quebrantar instituciones para ponerlas al servicio del desquicio es una regla general. Es necesario armar toda una fuerza ciudadana que se contraponga con los malsanos propósitos que desean experimentar. Una barricada cívica y constitucional que sea una voz de alerta. Colombia tiene esos elementos que puedan salvaguardarla de cualquier trapisonda. Para evitar sorpresas es indispensable estar atentos. En política, todos los escenarios son posibles. Lo que nosotros no pensamos lo imagina el otro.
Tres años es un tortuoso camino lleno de nuevos episodios en donde se demostrará el craso error que cometieron los electores al escogerlo. Su administración es la búsqueda de la redención del crimen. Justificar la espiral de violencia con nuevas teorías que traten de presentar como humana a la barbarie. El ideólogo presentar quiere hacernos creer que en su mundo de nebulosas es posible llevar la desgracia a una nación democrática que no quiere dejar de serlo. Por eso sus lamentaciones sobre el muro de Berlín y la caída del totalitarismo como tétrica expresión del horror militante, el interés de construir una base de operaciones ideológica desde el gobierno para irradiar a toda América con un mensaje embaucador.
No esperaba Gustavo Petro en el entretiempo del partido estar muy abajo en el marcador. Casi siete de diez connacionales rechazan su gestión. Los especialistas hablan que su rechazo sigue en alza. La ciudadanía entendió que ni pueden sacrificar la libertad y la institución democrática por los desvaríos presidenciales de querer ser el fuego del mundo.
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