La campaña publicitaria más exitosa de la historia debe adjudicarse a la Coca Cola. Tomando como modelo al obispo Nicolás, quien ejercía su cargo en Bari, lo transformó en un ícono universal.
Ese obispo era de un gran corazón y viendo como la muchacha pobre del pueblo no podía casarse por falta de dote, pues lanzó a su balcón algunas pertenencias de la iglesia.
Todo lo que hizo la Coca Cola fue cambiar el color del hábito de verde a rojo y así nacía ese personaje que bajaba por las chimeneas en Navidad a repartir regalos.
Al respecto se dicen muchas cosas, como que Nicolás ya era conocido en Estados Unidos gracias a unos no indeseables inmigrantes holandeses y la propia Coca Cola ha lanzado versiones tratando de desmentir la conversión del personaje en una roja botella de gaseosa. La fecha varía, pero el barbudo personaje se quedó para siempre.
Suponemos que el niño Jesús trae los regalos –en innumerables países- por su innata bondad. A mí me parece que fue San Francisco de Asís quien por allá en el 1200 y tanto hizo el primer pesebre. El árbol es nórdico y fue San Bonifacio a quien se atribuye el haber adornado un pino con manzanas y velas por allá por el 700.
Muchos investigadores sostienen que Jesús nació un marzo y que fue trasladado a diciembre para borrar la tradicional celebración de las Saturnales -en evidente honor de Saturno- y que, por supuesto, también incluía el intercambio de regalos.
Hay asépticos, lo que explica lo que me dicen amigos norteamericanos, de que en Estados Unidos ya no se desea “Feliz Navidad” sino simplemente “Felices Fiestas”, por lo que argumentan como respeto a otras religiones, aunque se ve el árbol tradicional en Time Square.
Los renos existen y no sólo para tirar del trineo de Nicolás. Están siempre al norte de este planeta y la tarea que le asignaron viene de la mitología sobre el dios Odín, quien montaba un caballo de ocho patas.
Los fuegos artificiales tienen una larga y variada historia. Debemos someternos a ellos el último día del año gregoriano para pesar de las mascotas asustadas.
Nada como recordar las tradiciones de nuestro occidente cristiano y hasta la literatura nórdica de blancas navidades con opulentos ante las chimeneas mientras un niño exhala en los cristales desde afuera.
@tlopezmelendez