Por alguna razón solo comprensible para astrónomos, astrólogos, o arqueólogos del tiempo, el 2023 se fue volando y nos dejó parpadeando, como quien apenas logra ver pasar la franja de luz de Verstapeen desde las tribunas de élite de F1 o desde el más prosaico, pero igualmente entusiasta, sillón casero. No hay encuentro ni despedida que no comience con un: ¡Dog, el año se fue volando!
Son tantas las cosas que han pasado que a la narrativa se le nubla la mente, y al relato se le hace un nudo en la garganta. Un año prolífico en la política de la Pequeña Venecia -y todavía falta- un cuerno de la abundancia repleto de candidatos presidenciales, vertiendo líderes políticos de oposición que se descalifican los unos a los otros, o líderes opositores que no quieren dejar de ser líderes opositores, y un Gobierno soldado a fórmulas económicas y prácticas autoritarias probadamente fracasadas, bailando un pasito adelante y ocho para atrás. ¿Y el Imperio? ¡Ah, el Imperio! Recitando con el joven Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.
Los hechos, amarrados al vértigo horario, se atropellaron para ser hechos, y cuando nos dimos cuenta las primarias habían sido ayer, y la oposición estrenaba una cara re-conocida como nuevo rostro y máxima autoridad política, primera entre segundos lejanos,indispuesta a dar paso alguno al lado por más rauda y furiosa que se anuncie la locomotora de la inexistente inhabilitación. Es más, pasó frente a la estación, entró, tomó su número, e introdujo sus reparos como si fuera cosa de otros. Solo los lunáticos argumentan con lo inexistente.
Fragmento de un sueño dormido, la fricción de los meses atropellándose por terminar cuanto antes su función en el calendario generó un huracán de afecto electoralista, de antiguos abstencionistas convertidos en colaboradores en las mesas de votación, mientras cientos de alacranes convertidos en mariposas amarillas revoloteaban en el aire. Una gran familia de fundamentalistas del voto. ¡Mejor tarde que nunca!
Postdata en tarjeta navideña desleída, ojalá se reproduzcan como conejos, que las deserciones sean las necesarias, que el cielo se apiade y le otorgue a sus miembros un toque más de sensatez, que alguien explique en público aquello del squeeze play…
No es un adiós, es un hasta luego, ahí nos vidrios en enero, mil gracias por la lectura y la compañía, perdonen la lata y felices fiestas.
@jeanmaninat