Uno de los efectos de la aceleración de la emergencia climática es la imposibilidad de ahorrarles a los lectores pronósticos duros y de ceñirse a los habituales mensajes de esperanza y nuevos comienzos. Los mensajes de esperanza, en la época actual, se limitan a ser ficción de mala calidad. Entramos en una época de total incertidumbre sobre cómo se comportará el sistema planetario ante la destrucción sistemática de la naturaleza, que, increíblemente, continúa. Tiempos como estos exigen que los adultos se comporten como adultos, algo que afirmo con poca o casi ninguna esperanza, ya que, como periodista, lidio con la realidad, que es la de generaciones de adultos frágiles, moldeados por el consumismo, que se derrumban ante cualquier crítica o adversidad y que prefieren el escapismo a afrontar las dificultades. Pero estas generaciones de adultos son con las que contamos, no solo para lo que vendrá, sino para lo que ya está aquí. La gran pregunta para 2024 es: ¿se aceptará el fracaso de la lucha contra el calentamiento global?
Para los científicos del clima, 2023 ha demostrado qué ocurre cuando los gobiernos se someten a los intereses de las grandes corporaciones y sus accionistas multimillonarios y supermillonarios y no hacen lo que deberían para controlar el calentamiento global causado por los combustibles fósiles, la deforestación y la crianza de ganado bovino a niveles industriales. Ha sido el más caluroso de los últimos 125.000 años y ha provocado una escala de fenómenos extremos, con muertes y destrucción sin precedentes, en todos los puntos del planeta. El problema es que no ha sido una mera anomalía, sino tanto el resultado de la persistente acción de destrucción de la naturaleza, a pesar de todas las advertencias de las últimas décadas, como el resultado de la inacción de los gobiernos, que continuará, como se evidenció en la vergonzosa cumbre del clima celebrada en el petroemirato de Dubái. Y la inacción, en este caso, es acción.
Lo que 2023 ha dejado claro es que ya no estamos en la fase en que, tomando un conjunto de medidas (que sabemos exactamente cuáles son desde hace décadas), será posible controlar el calentamiento global a niveles compatibles con la calidad de vida humana. Entramos en territorio desconocido. “Cuando nuestros hijos y nietos repasen la historia del cambio climático provocado por el ser humano, este año [2023] y el siguiente se verán como el punto de inflexión en el que la futilidad de los gobiernos para hacer frente al cambio climático quedó finalmente al descubierto”, declaró James Hansen a The Guardian. “Los gobiernos no solo no han logrado contener el calentamiento global, sino que el ritmo del calentamiento se ha acelerado”. Hansen, actual director del programa sobre el clima del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia, en Nueva York, es reconocido como el científico que, en 1988, declaró ante el Senado de Estados Unidos que el mundo avanzaba hacia una nueva frontera climática.
Lo que podemos haber presenciado en 2023 es un cambio en la respuesta de la Tierra tras 250 años de destrucción de la naturaleza a escala industrial. Ya no se puede saber hasta qué punto podemos contenerla. Pero sabemos que solo tenemos una oportunidad si nos movemos hoy, ya, ahora, con una respuesta a la altura de una especie en peligro de extinción. Es eso o asumir el fracaso, anunciando a los niños este inicio de 2024 que acaban de vivir el año más fresco y estable del resto de su vida.