Las encuestas previas a las elecciones generales de Taiwán del 13 de enero muestran que el Partido Democrático Progresista (PDP), de tendencia independentista, podría asegurarse un tercer mandato en el poder, lo que hace temer una mayor agresión militar china. Pero los movimientos en la esfera económica podrían ser más reveladores. Los lazos comerciales entre Taiwán y China han seguido floreciendo, incluso con el Kuomintang (KMT), más favorable a China, en la oposición. Desde que Tsai Ing-wen, del PDP, se convirtió en presidenta en 2016, China ha practicado una amplia cooperación económica y solo una coerción selectiva. Cualquier giro hacia un verdadero castigo económico supondría un cambio radical, aunque poco probable por ahora.
La estrategia de China refleja un enfoque amplio, al menos teórico, para afirmar su influencia sobre Taiwán. Las maniobras militares en torno a Taiwán pretenden ejercer una presión constante y servir de recordatorio del objetivo chino de unificación. La coerción económica también es una herramienta utilizada con frecuencia para expresar el descontento de Pekín, pero las prohibiciones a las importaciones de productos taiwaneses como las piñas, en 2021, y un tipo de lubina, en 2022, son poco más que simbólicas. Los movimientos de China en este frente se han mantenido notablemente alejados de la columna vertebral económica de Taiwán, su industria de alta tecnología, puntera en el mundo, que exporta grandes cantidades a China e invierte mucho en ella.
Las empresas taiwanesas proporcionan componentes vitales para las exportaciones chinas
Con casi el 40% de las exportaciones de la isla destinadas a China en 2022 (véase el gráfico), las empresas taiwanesas suministran piezas vitales, como semiconductores, para las exportaciones chinas al mundo y capital para las instalaciones de fabricación que los producen. Este último hecho parece haber impedido que su dependencia de las exportaciones se convierta en una vulnerabilidad en toda regla, ya que cualquier sanción perjudicaría también a China. Esto, a su vez, ha hecho que las empresas taiwanesas muestren poco interés por la Nueva Política Hacia el Sur del PDD, diseñada para diversificar Taiwán a través del Indo-Pacífico y lejos de China.
El gobierno del PDP hace que las relaciones con China sean más ruidosas y que una mayor formalización de los lazos económicos –como con el Acuerdo Marco de Cooperación Económica (ECFA) de 2010 bajo el gobierno del KMT– sea difícil de imaginar. Pero el PDP ha desafiado la suposición de China de que solo el KMT puede garantizar unos lazos económicos estables. No obstante, como en cada contienda desde las primeras elecciones presidenciales directas de Taiwán en 1996, Pekín ha señalado claramente que favorece al KMT y su enfoque más conciliador y que podría infligir un daño sustancial a los intereses económicos de Taiwán en caso de que los votantes concedieran al PDP otros cuatro años en el poder.
Inconvenientemente para Pekín, el KMT y el ascendente Partido Popular de Taiwán (PPT) fracasaron recientemente en su intento de convertir la cooperación en un acuerdo sobre un candidato presidencial conjunto, dejando a Lai Ching-te, vicepresidente de Taiwán, del PDP, ligeramente por delante de Hou You-yi, del KMT, en una encuesta realizada a finales de noviembre. Con Tsai impedida de presentarse de nuevo por los límites del mandato presidencial en Taiwán, Pekín se enfrenta ahora a la posibilidad de tener que lidiar con un segundo presidente del PDP consecutivo a pesar de que en los últimos meses ha realizado algunas maniobras no tan sutiles entre bastidores para impulsar el apoyo al KMT y obtener un resultado que considera más favorable para China.
A finales de octubre, Pekín anunció una investigación sobre las operaciones de Foxconn en China después de que el propietario del fabricante de contratos electrónicos, Terry Gou, anunciara una candidatura presidencial que probablemente restaría votos al KMT y al TPP. A la zaga en las encuestas, el multimillonario se retiró a finales de noviembre, aunque es probable que la postura de Pekín también influyera. Seis meses antes, China inició una investigación sobre las supuestas barreras comerciales taiwanesas relacionadas con el ECFA. Tras programar sus conclusiones para el 12 de octubre, Pekín trasladó la publicación al 12 de enero de 2024, la víspera de las elecciones. En lo que parece ser una carrera reñida, esto permitirá a Pekín influir en las elecciones a su favor amenazando con contramedidas potencialmente dolorosas en caso de que el PDP siga encabezando las encuestas.
Pekín confía en la buena voluntad de la comunidad empresarial de Taiwán
Ambos casos muestran cómo Pekín confía en la buena voluntad –o en la conformidad– de la comunidad empresarial de Taiwán. La cumbre anual de directores ejecutivos a través del Estrecho sigue siendo uno de los últimos canales de comunicación entre las élites chinas y taiwanesas y un firme promotor de la integración a través del Estrecho. La décima reunión celebrada a mediados de noviembre en Nanjing se desarrolló bajo un lema sacado del libro de jugadas del Partido Comunista Chino: «Desarrollo integrado y desarrollo de alta calidad bajo el nuevo patrón». Xi Jinping se dirigió a los delegados por vídeo y los representantes taiwaneses pidieron que se ampliara el acuerdo de libre comercio existente con China.
Pero Pekín parece darse cuenta de que tal apoyo no garantiza el servilismo. La razón por la que se ha abstenido de sanciones económicas que no fueran simbólicas no es solo el simple nexo entre exportación e inversión descrito anteriormente. Lo más importante es que la mayoría de las exportaciones taiwanesas a China no están destinadas al mercado interior de este último país, sino que son productos intermedios para los productos acabados chinos destinados principalmente a la exportación. Si Pekín obstaculizara este flujo, las empresas taiwanesas podrían trasladar los ensamblajes finales a otros países asiáticos. Al pasar de las sanciones económicas simbólicas a las reales, Pekín alienaría a un electorado vital en Taiwán y pondría en peligro sus inversiones en China.
Esto sugiere que, aunque China señalaría su descontento en caso de victoria del PDP, se lo pensará dos veces antes de dar una respuesta que afectara gravemente a los lazos económicos. Aplicar una presión económica más severa –limitando el comercio y apuntando a las inversiones taiwanesas en China– no tendría precedentes. Una presión económica tan sustancial marcaría una ruptura con las respuestas del pasado y una escalada importante por parte de China. Pero, como esto supondría el riesgo de dañar gravemente las relaciones con la comunidad empresarial taiwanesa y tendría graves consecuencias para una China que ya está luchando con una serie de desafíos económicos, parece poco probable que esto ocurra en 2024.
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