El concepto de juventud es multidimensional: es una etapa vital socialmente construida. Asociada históricamente a la edad biológica, si bien en el primer tercio del siglo XXI, ha adoptado nuevas perspectivas, al coexistir diversas formas de ser joven, de vivir y de sentir la juventud, vinculado a factores económicos, sociales y culturales.
Hasta hace cien años los infantes pasaban de la protección de sus progenitores a la adultez. Sus familiares más directos (padres, madres y, en su caso, abuelos y abuelas) eran sus referentes y los emulaban, reproduciendo prácticamente “al dedillo” sus comportamientos. En la actual gala global hiperconectada, las nuevas generaciones se nutren de variados modelos conductuales, de formas diversas de ver el mundo (Weltanschauung en terminología de Wilhelm Dilthey), que trascienden lo que acontece en su entorno más directo.Como consecuencia de lo anterior, la adolescencia se ha ido dilatando hasta edades más avanzadas, no estando claros los límites entre el novicio (el niño púber) y el joven, de igual modo que la juventud se ha ido también ampliando en el tiempo (¡Qué se lo digan a los bancos!).
Algunos factores han coadyuvado a este cambio. Por una parte, el aumento de la esperanza media de vida, que ha involucrado los ciclos vitales (en 2022 la esperanza de vida al nacer en España fue de 83,2 años). Por otro lado, la universalización y obligatoriedad de la educación hasta los 16 años y la prolongación temporal de los estudios universitarios, que ha extendido esta etapa más allá de los 25 años. Así como las dificultades de acceso al mercado y la precariedad laboral en la que se desenvuelven (según la EPA en el primer trimestre de 2023 la tasa de paro juvenil ascendió al 22.61%)
No es de extrañar, tal como constata un estudio reciente del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España (CJE), que la edad media en la que abandonan el hogar familiar supere los 30 años. Tan solo un escueto 15,9% pueden hacerlo con anterioridad (31,9% en la Unión Europea).
Para Andrea González Henry, presidenta del CJE: “Nos hemos encontrado este año con algo inusual desde que se tienen datos. Las personas jóvenes ya no se emancipan, lo hacen cuando dejan de serlo”. Añadiéndose a este hecho, según Juan Antonio Báez, vicepresidente y responsable de Socioeconómica del CJE, la movilidad geográfica a la que se encuentran sometidos. Según sus declaraciones: “La gente joven que se emancipa ha tenido que moverse de provincia. Apenas un 10% de los que dejan el hogar residen en la misma provincia”. A esto sumar los más de 2,5 millones de españoles (mayoritariamente jóvenes) que han emigrado de España en la última década en busca de un futuro laboral y personal mejores.
Aunque el salario medio de los jóvenes se incremento en un 4,6% en 2022 (13.078,19 euros), no les ha permitido acceder a viviendas, bien en propiedad o en alquiler. Sirva de ejemplo que el coste de los alquileres aumentó en un 7,55% en el segundo trimestre de ese año (una media de 912 euros mensuales). Implicó que destinaran el 83,7% de su salario a este pago, además de los 141 euros de promedio que conlleva el coste de los suministros y servicios de la vivienda. Concitando una cifra de 1.053 euros mensuales. Una cantidad imposible de asumir, dadas sus frágiles economías, pues les quedarían 36,93 euros para gastos básicos como alimento, ropa y ocio.
En 2023 se ha incrementado el precio de los alquileres de habitaciones (de 282,19 euros a finales de 2022 a 440 euros en 2023), comprometiendo el 40% de su sueldo mensual. Una quimera resulta que adquieran una vivienda, ya que la cuota inicial media a finales de 2023 ascendía a 49.852,20 euros (3,8 años de su salario para un menor de 30 años). Los privilegiados que lo lograban pagaban 661,33 euros mensuales (el 60,7% del salario medio de un trabajador menor de 30 años)
Desde hace varias décadas el Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales de la UNED, bajo la dirección del profesor Tezanos, realiza una investigación sobre el binomio “Juventud y exclusión social” en la que se alerta sobre la difícil situación de los jóvenes en España (ya convertida en una problemática social estructural). En aquellos años se acuñó la expresión “generación perdida” (hoy en día en pleno uso), echándose por tierra el mito de la meritocracia. De hecho, ni entonces, ni ahora disponer de estudios superiores es garante de estar en disposición de cortar el cordón umbilical con sus familias e independizarse. Basta con echar una mirada a los datos: en 2022 tan sólo el 22,9% de los jóvenes con alta cualificación se habían independizado.
En este contexto, las familias siguen siendo las que sostienen su existencia, siendo como son espacios inquebrantables de solidaridad, apoyo emocional y económico. Consecuentemente, devienen en jóvenes crónicos, ya que en su tránsito hacia la edad adulta no tienen más opción que mantenerse al amparo de sus progenitores (“A la fuerza ahorcan”), y no pueden asumir los roles que por su edad les correspondería.
Ha tenido efectos muy negativos sobre ellos y sus familias (que se lo digan a los que con cerca de cuarenta años siguen al albur de la inestabilidad), debido a que ni económica, ni psicológicamente han podido romper el vínculo con sus familias de origen, generándoles sentimientos de impotencia y frustración. Y la maternidad/paternidad se retrasan, con las consecuencias sobre las tasas de fertilidad y el propio devenir de nuestra sociedad. Según Eurostat, fuimos en 2021 el segundo país de Europa con la tasa de fertilidad más baja: 1,19 nacimientos por mujer. Ha supuesto una caída de cuatro puestos en los últimos 20 años. Así las cosas, entre 2001 y 2021 esta ha descendido un 3,3% y la edad de llegada del primer hijo se ha elevado hasta los 31,54.
Muchos y de gran relevancia son los planes sobre juventud promovidos desde el Ejecutivo, destacaría, entre otros: el Plan Estatal de acceso a la vivienda 2022-2025, el Plan de Acción de Juventud 2022-2024 o el Plan de Garantía Juvenil Plus 2021-2027.
Más, permítanme la licencia de finalizar con el conocido poema de Rubén Darío que dice así:
“Juventud, divino tesoro, / ya te vas para no volver! / Cuando quiero llorar no lloro / y a veces, lloro sin querer.
Juventud, divino tesoro, / ¡ya te vas para no volver! / En vano busqué a la princesa / que estaba triste de esperar. / La vida es dura, amarga, y pesa. / Ya no hay princesa que cantar.
Juventud, divino tesoro, / ¡ya te vas para no volver!
A pesar del tiempo terco / mi sed de amor no tiene fin. / Cabello gris, así me acerco / a los rosales del jardín.
Juventud, divino tesoro, / ¡ya te vas para no volver!”
Hagamos entre todos que la juventud siga siendo eso: Un divino tesoro.