El apóstol Pablo supo ejercer el ministerio cristiano con ejemplos que inspiraron a sus hermanos en la fe. Su nombre de pila era Saulo de Tarso, uno de los más crueles perseguidores de los cristianos antes de su conversión en los caminos de Damasco.
Su fe y valentía le hicieron posible ganar muchos adeptos a la obra de Cristo. Predicaba con ejemplos. Primero, reconoció públicamente sus errores como soldado del imperio romano contra la causa cristiana. Escribió epístolas a diversos pueblos como los efesios, romanos, gálatas, tesalonicenses, entre otros para llevar el mensaje de Cristo. Allí mostró su capacidad de diálogo y formación.
Nunca vivió de las dádivas de sus hermanos cristianos, mientras predicaba. Exhortaba al esfuerzo, a ganarse el pan con el trabajo. Él mismo vivía de su trabajo como fabricante de carpas. No aceptaba la flojera, las rencillas, divisiones y malas prácticas en las iglesias que logró fundar a lo largo de su gran recorrido como apóstol.
En el mundo de hoy debemos predicar con ejemplos, al estilo de Pablo, para ser creíbles ante los demás. Hacer las cosas con amor y sensibilidad por el otro. Hablarle con la verdad a la gente, así sean duras las cosas, para no defraudarla.
El líder creíble es el que inspira con sus ejemplos. El que se prepara para orientar, no imponer su verdad. Es el que se cobija de humildad, pero no es tonto. Es capaz de visualizar el devenir y está dispuesto a sacrificarse para que pueda avanzar el proyecto que encarna.
Además, no fustiga ni se considera autosuficiente. Debe gozar de autoridad moral para advertir sobre algo cuando lo crea oportuno. Pero, también, debe ser idóneo y capaz de unir para trabajar en equipo. Son cualidades que la Venezuela actual reclama de sus líderes en estos tiempos de crisis. Hay muchos de esos que le devolverán pronto la sonrisa a Venezuela.