En una región altamente conflictiva como Medio Oriente, la semana pasada pareció abrirse un nuevo frente que involucraba a Pakistán e Irán, lo que afortunadamente ha quedado desactivado.
Mientras que desde el 7 de octubre, tras las operaciones de Hamás que dieron oportunidad al ente sionista para iniciar el asalto Gaza que Benjamín Netanyahu pretender que sea el definitivo desplazando a toda su población hacia el desierto del Sinaí (Egipto), vinieron la reacción del Hezbollah libanés –que bombardeó el norte del Israel- y la de los hutíes yemeníes que atacan embarcaciones sionistas, británicas y norteamericanas en el mar Rojo-. Ataques que obviamente han producido la reacción de Washington y Londres, que han iniciado una serie de rondas de bombardeos contra Yemen sin que se todavía se puedan prever las consecuencias. (Ver: Mar Rojo, el segundo frente y Mar Rojo, navegación con mal tiempo.).
La rápida desescalada de las tensiones producidas a partir de los ataques transfronterizos entre Irán y Pakistán contra objetivos de la insurgencia de Baluchistán, que finalmente dejaron una docena de civiles muertos de uno y otro lado de la frontera, (Ver: Irán, ¿una nueva Ucrania?) es una muy buena noticia para toda esa convulsa geografía.
El territorio del antiquísimo pueblo baluche, que supo combatir con éxito a las tropas de Alejandro Magno, por obra y gracias del imperialismo británico quedo “repartido” entre Afganistán, Irán y Pakistán. En la actualidad la provincia pakistaní de Baluchistán representa más de un tercio de la superficie terrestre del país, aunque solo cuenta con el cinco por ciento de los 230 millones de habitantes del país sunita, históricamente olvidado por el Gobierno central, que comenzó su lucha secesionista en 1948. Lucha en la que, además de contar con los laboratorios de armamento nuclear, ha recibido por parte de Beijing importantes inversiones en proyectos de infraestructura además de la construcción del puerto Chabahar sobre el mar Arábigo, que centralizará el flujo del comercio afgano con India. Además es una de las cabeceras del Corredor de Transporte Internacional Norte-Sur (INSTC), mientras que la provincia iraní de Sistán y Baluchistán, la segunda más grande del país chií, cuenta con el tres por ciento de la población total de Irán, de unos 95 millones de habitantes.
Desde Islamabad, la capital pakistaní, se anunció el viernes 19 que habían decidido “restablecer plenamente los lazos diplomáticos con Teherán”, lo que incluye el regreso de su embajador e invitado a Islamabad, el canciller iraní, quien viajara el próximo lunes 29.
Puntualmente las tensiones se habían generado después de que Irán bombardeara, la noche del 16 de enero, núcleos del grupo terroristas Jaish al-Adl (Ejército de la Justicia), presumiblemente vinculado al Dáesh, pero que la inteligencia iraní ha confirmado que cuenta con asistencia tanto de la CIA como del MOSSAD. En diciembre este mismo grupo había atacado una comisaría de la ciudad Rask, en la provincia iraní de Sistán y Baluchistán, al sureste del país y junto a la frontera este de Pakistán, donde murieron 11 personas.
El 3 de enero un atentado en la ciudad de Kerman, que dejó más de 100 muertos, durante los actos de recordación del asesinato del general Qasem Soleimani en el 2020, también habría sido perpetrado por el Jaish al-Adl con el apoyo de “la arrogancia” (un pecado condenado en el Corán), término que en Irán se utiliza para referirse a los Estados Unidos e Israel.
Tras las operaciones de Irán, el jueves 18 Pakistán había respondido con el lanzamiento de la operación Marg Bar Sarmachar (muerte a los insurgentes) bombardeando posiciones de uno de los grupos separatistas baluchis conocido como Frente de Liberación Baluchistán (BLF) o Sarmachar, en la provincia iraní de Sistán y Baluchistán.
Por lo que más allá de lo que se presagiaba, ambas naciones islámicas, jaqueadas por graves problemas de seguridad y económicos, rápidamente han decidido dejar de lado esas acciones por múltiples factores de intereses propios.
Irán, como es bien conocido, están constantemente jaqueado por los Estados Unidos, que tienen como principal objetivo para la región el fin de la revolución que se inició en 1979, y mucho más ahora que se afianza en el plano internacional con fuertes alianzas con Rusia y China, su reciente incorporación a los BRICS, el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Arabia Saudita y su participación cada vez más activa en distintos foros internacionales como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS).
Por su parte Pakistán tiene prácticamente todos sus frentes sumidos en diferentes crisis. Desde el punto de vista económico una fuerte deuda externa ha profundizado la pobreza en combinación con efectos del cambio climático (sequias, inundaciones y un incremento peligroso de las temperaturas). En lo referente a la política interna, tras el golpe contra el Primer Ministro Imran Khan en abril del 2022, el país ha entrado en constante inestabilidad política, a pesar del poder del ejército que ha colocado en ese puesto, con la anuencia de la embajada norteamericana, a un oscuro senador de la provincia de Baluchistán.
Desde el punto de vista de su seguridad interna, el país centroasiático sufre recurrentes ataques por parte del grupo integrista Tehrik-e-Talibán Pakistán TTP (Movimiento de los Talibanes Pakistaníes), que según Kabul no tienen nada que ver con ellos, aunque los muyahidines del TTP han convertido el territorio afgano en un santuario donde no solo se refugian, sino que se abastecen de armamento y se entrenan, en distintos campamentos junto a abrupta Línea Durand de casi 2.700 kilómetros que separa las dos naciones y desde donde salen las operaciones terroristas.
Además del TTP, de manera mucho más esporádica pero no menos peligrosa, operan una media docenas de grupos etnonacionalistas de la provincia de Baluchistán que buscan seccionarse del Gobierno central, como Ejército de Liberación de Baluchistán o Frente de Liberación de Baluchistán, o el Ejército Republicano Baluchí razón del último roce con Irán.
Si la frontera norte es extremadamente compleja para Islamabad, la del sur quizás es mucho más peligrosa, ya que cuenta con uno de los puntos más calientes de la política internacional: Cachemira, el territorio en disputa con India desde la partición de 1947 que ha llevado a la guerra a ambas naciones en tres oportunidades y provoca de manera constante incidentes que en la mayoría de las veces se saldan con muertos. Por lo que se puede afirmar que la posibilidad de una guerra en torno a Cachemira es una realidad latente y solo se necesita un error para que estalle. Un dato nada menor considerando que ambas naciones, con dos de los ejércitos más poderosos del mundo, cuentan con armamento nuclear.
Visitas amistosas
Para terminar de zanjar la crisis de la semana pasada, en la que China, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que tienen importantes inversiones en ambos países, han mediado para que el lunes 29 llegué a Islamabad, la capital pakistaní, Hossein Amir Abdollahian, el Ministro de Asuntos Exteriores, por invitación de su par Jalil Abbas Jilani.
El iraní viaja con la misión de convencer al Gobierno pakistaní de la creación de un sistema de seguridad conjunto. En vista no solo de evitar la repetición de los recientes incidentes, sino también de asegurar el Corredor de Transporte Norte-Sur (NSTC, por sus siglas en inglés), un monumental proyecto en el que participan nueve países (China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, India, Pakistán e Irán), por donde se podrán transportar por rutas marítimas, ferroviarias y terrestres, cargas y pasajeros desde el puerto indio de Mumbay hasta Moscú, ahorrando tiempo y el largo cruce por el canal de Suez.
La idea de Teherán es la creación de fuerzas fronterizas con permanencia constante en la frontera, de 900 kilómetros, listas para responder a los avisos de ambas inteligencias acerca de ataques terroristas inminentes desde un lado hacia el otro de la frontera.
Según sea la respuesta de Islamabad a la propuesta de los persas, aparecerá claramente en evidencia cuál es el grado de autonomía que tienen los militares pakistaníes, el verdadero poder en su país, en perspectiva a la influencia de los Estados Unidos, ya que, junto a la embajada norteamericana, los militares derrocaron, por medio de un recurso constitucional, al Primer Ministro Khan, que se habían puesto en la mira de la Casa Blanca, además de por su acercamiento al Kremlin y era un importante puntal del proyecto del NSTC.
Aparentemente, no habrá sin guerra… por ahora, entre Pakistán e Irán, aunque habrá que esperar, como siempre, la respuesta de Washington.
Escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC .