¿Destrucción estratégica?
El 2 de febrero la “revolución” cumple 25 años en el gobierno. Sus Bodas de Plata. Todo un récord de permanencia en Venezuela. Sólo superado por la eternidad del dictador Juan Vicente Gómez, quien gobernó por 27 años menos dos días. Saque cuentas.
La “revolución” igualaría ese récord en el poder el día 31 de enero de 2026. Apenas faltan dos años. Y la nueva meta tal vez pasaría a ser la inacabable revolución cubana, que ya lleva nada menos que… 66 años en el poder. Sesenta y seis años del hambre más “heroica” de que se tenga memoria.
¿Es eso lo que usted quiere para Venezuela?
Es increíble lo que ha sucedido en el país en estos 25 años. Todo se ha venido abajo. La luz, el agua, la gasolina, Pdvsa, las empresas de Guayana. El PIB ha decrecido en 75%. La cuarta parte de los venezolanos – muchos de ellos los jóvenes más preparados del país – se han ido. La “revolución” nos convirtió en una sociedad de viejos. Los sueldos y pensiones son – de calle – los más bajos de América, y por ende el hambre de las más altas. La licuefacción de poderes y los procesos electorales plenos de opacidad, son otras víctimas de la “revolución”.
¿Qué ha sucedido? Sería ingenuo pensar es que se equivocaron. No. La estrategia made in La Habana y diseñada por Fidel Castro – el Lex Luthor latinoamericano – era… destruir el capitalismo, y sobre los escombros, construir el socialismo.
– Misión cumplida – pregonaron al concluir la primera etapa.
Y aunque usted no lo crea, están en la construcción de la segunda…
… El viraje
La destrucción de Pdvsa, aunada a los “exprópiese”, las invasiones, las “empresa cerrada empresa tomada”, “ser rico es malo” y tantos desaguisados contra la libre empresa y las libertades, han llevado a Venezuela al momento más crítico de su historia.
La vida se ha convertido en una dura e incierta sobrevivencia. Las encuestas indican que por lo menos cuatro de cada cinco venezolanos no quieren continuar con la “revolución”.
Luego de unos veinte años de socialismo que llevaron a Venezuela a la inopia, se inició el gran viraje hacia el capitalismo (autocrático). Nada nuevo bajo el sol. La “revolución” venezolana comenzaba a intentar imitar al comunismo chino, cuando el líder de turno Deng Xiaoping, expresó que no importa de color del gato con tal que cace ratones, y sorprendió al mundo virando a China hacia el capitalismo. Claro, sin democracia. Otro modelo que también les habrá dado luces, sería la ruta del comunismo vietnamita hacia el capitalismo dictatorial.
En Venezuela, el viraje comenzó cuando se hizo evidente que hacían falta capitales imperialistas para la sobrevivencia del marasmo sistémico, apuntalado por la hiperinflación, el hambre y el default ante la banca internacional. Por ello ahora no expropian, ni controlan precios, ni insultan a los empresarios, y han ascendido hasta un plano estelar al otrora “dólar criminal”.
La “revolución” hoy intenta recorrer la segunda etapa de los socialismos fracasados: el capitalismo autocrático. Se han lanzado a la búsqueda de inversiones internacionales. Pero la respuesta de los capitales dista mucho del éxito como acontece en China, o en Viet Nam. Claro, los inversionistas internacionales no tienen ideología y saben mucho. Se incorporan sólo a economías que sean capaces de retornarles sus divisas.
En el caso venezolano, las inversiones petroleras son fundamentales. Por ello el gobierno las busca persistentemente. Algo han logrado; pero nada que ver con los más de cien mil millones de dólares que requiere la industria petrolera para mostrar niveles de recuperación que se manifiesten en, por ejemplo, tres millones de barriles de petróleo, siete u ocho mil millones de pies cúbicos de gas, refinerías productivas, abastecimiento del mercado interno, y sobre todo generación de divisas que puedan servir de pivote para dinamizar al resto de la economía.
El viraje venezolano hacia el capitalismo no ha sido exitoso porque la “revolución” no logra atraer inversiones significativas. ¿Y cómo las va a atraer con verdades aterradoras y emblemáticas como, por ejemplo, los 23.000 millones de dólares desaparecidos y para remate, impunes?
La escuálida institucionalidad, la proverbial ineficiencia y el comportamiento del gobierno no generan confianza en los inversionistas. Por ello apenas se observan brinquitos, inversiones condicionadas y escasas, expectativas de crecimiento que no pasan de ser rebotes; sueldos y pensiones de indigentes que no crecen, servicios en rojo.
La hora de cambiar
La “revolución” está agotada. ¿Qué les ofrece a los venezolanos para continuar, aparte de culpables, heroísmo y aguante? ¿Dónde hay un plan de recuperación del país más allá de la expresión de bonitos deseos?
Es imperativo un cambio más allá de la retórica. Uno con medidas concretas como disminuir la burocracia, vender o devolver los centenares de empresas expropiadas, reestructurar la deuda, volver a la separación de poderes y a elecciones sin descarado ventajismo, rescatar las libertades de expresión y económicas, aplicar una gerencia social efectiva… Democracia.
Jamás ha habido tan poca plata en unas bodas de plata. Dicho de otra manera, tanta hambre y escasez de dinero en un onomástico. Poca plata para para comer, para la salud, para la educación. Para vivir.
Y eso lo han deconstruido en el país “con las mayores reservas de petróleo del mundo”.
El balance de estos 25 años es la antípoda del rey Midas, que convertía en oro lo que tocaba. Tocaron el oro negro y lo convirtieron en necesidad y desesperanza colectiva.
Es la hora de liberar las sanciones; pero también es la hora de implantar elecciones vinculantes. Dos ligaditos para el despegue de Venezuela. Lo demás es marasmo.
El mejor regalo que podemos darnos los venezolanos ante tantas vicisitudes ocasionadas por estas bodas de plata, es salir a votar en masa en las elecciones presidenciales. Dejar de ser espectadores… No sea que usted, su vecino y yo, nos veamos obligados a “celebrar” las bodas de oro de la “revolución”.
PD: Inhabilitar a MCM es mucho más fácil que inhabilitar su liderazgo. Adelante por arriba de las inhabilitaciones, diría Rómulo Betancourt.