Los sistemas educativos en el mundo, tomando en consideración la globalización y el desarrollo tecnológico vertiginoso actual, poseen dentro de sus líneas estratégicas educativas, la formación de un individuo apto y capaz para el desarrollo de su nación. No cabe la menor duda de que las naciones del llamado “primer mundo” y los países emergentes, se han montado en esa idea desde hace cierto tiempo. Obviamente, naciones con menor desarrollo, pero con una visión de futuro de crecimiento sostenible y sustentable, han logrado llegar a la cima en el área del saber educativo. Sus políticas, a corto, mediano y largo plazo, permiten que sus respectivos sistemas educativos sean manejados con criterios eficaces, coherentes y efectivos.
Lo anterior no significa que los países sumergidos en el subdesarrollo, no pudieran llegar a alcanzar un nivel educativo de verdadera calidad. Todo depende de las políticas y las estrategias que se apliquen para poder figurar en el mapa de países con un desarrollo educativo con mucha credibilidad. Igualmente depende, en buena medida, de sus hombres y mujeres dedicadas a la formación de los que necesitan prepararse para la vida. Estoy hablando que necesitamos, con la urgencia del caso, a verdaderos educadores que le dediquen mucho más tiempo a formar a sus estudiantes. Para nadie es un secreto que un gran porcentaje de nuestros estudiantes que egresan del llamado bachillerato, tienen dificultades de aprendizaje en casi todas las asignaturas. Ni hablar de lectoescritura. Mire esto, se ha comprobado que nuestros niños y niñas de 1ro a 6to grado leen y analizan la lectura mucho mejor que un estudiante de 3ro, 4to o 5to año de bachillerato. Increíble. Debería ser lo contrario. Y sabe usted a la conclusión que he llegado, que los estudiantes de primaria tienen, por seis años a un docente; mientras que en educación media general, pasan por las aulas gran cantidad de educadores. Y obviamente, cada uno de ellos tiene una forma diferente de estrategia pedagógica. Es decir, que nosotros como formadores, somos corresponsables del producto final en el sistema educativo.
Desde mi óptica, mire usted lo que tenemos en la gran mayoría de la instituciones dedicadas a la formación del talento humano en educación: docentes reacios al cambio, poca innovación dentro del aula, falta de motivación por parte del profesor(a), no hay creatividad en la conducción de la clase, no hay una supervisión permanente y eficaz, no existe planificación, (y si la hay, no se cumple con ella), docentes graduados en Educación Física (por ejemplo), y desarrollan Historia, Biología, Castellano…; docentes que trabajan en dos y hasta en tres instituciones; entre otras situaciones que llaman a una verdadera reflexión. Y por consiguiente, necesitamos: una mayor participación en el trinomio profesores-estudiantes-padres o representantes; mucho incentivo (tanto interna como externa), mejor infraestructura (física, de laboratorios, bibliotecas actualizadas…), mayor y mejor preparación del docente, mucho más interacción dentro del aula de clase, un docente más reflexivo, más humano, verdadera vocación de servicio, entre otras variables que nos indique que vamos por el camino correcto.
Ahora, cabe destacar, que las excepciones de rigor nos permiten seguir como ejemplos a los educadores que tienen una gran fortaleza para lograr el cambio en sus estudiantes. Para ellos y ellas, todo el reconocimiento público. Me comentaba un amigo que son muchos los docentes de bachillerato que no han llegado a los 15 años de servicio y ya desean que se les jubile. Claro, debemos destacar en mayúscula, las acciones del patrono (Ministerio de Educación) que no toma en cuenta, desde hace rato, las condiciones paupérrimas en las que se desenvuelve un educador. Específicamente en cuanto a su salario se refiere. Es decir, trabajamos a punta de miserables bonos de la llamada “guerra económica”. Eso es lo que tenemos.
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