Jesús Alberto Castillo: Sucre, el magnánimo cumanés

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Sucre es el símbolo perfecto del militar cabal: tanto en su profesionalismo y en su virtud, como en la renuencia sistemática y sincera a inmiscuirse en la Administración, ajena a la aventura política y al juego politiquero que él sabe son diferentes de su obligación legal específica. José Luis Salcedo Bastardo.

La figura de Antonio José de Sucre es excelsa, bravía y ejemplo a seguir entre las generaciones. Este hijo epónimo de Cumaná vio la luz el 3 de febrero de 1795, en el seno de una familia abrazada a la disciplina castrense. No es casual que “su padre, sus dos abuelos y cuatro bisabuelos y los más tatarabuelos fueron militares” (Salcedo Bastardo, 1981). Su carácter generoso estuvo presente entre sus soldados y adversarios. Jamás se amilanó ante las circunstancias y combatió con valor y destreza en cada campo de batalla por la libertad del suelo americano.

Es meritorio destacar que esté insigne cumanés no solo tuvo un grandioso aporte a la causa emancipadora de nuestros pueblos, sino que de su enjundiosa mente brotó una serie de ideas que siguen vigentes en la construcción del andamiaje republicano y el fortalecimiento de un clima de libertades públicas, propias de una sociedad civilizada y emprendedora. Por tanto es menester resaltar su pensamiento a propósito de la degradación moral y crisis integral que vive nuestra amada Venezuela.

No basta en recordar cada año su natalicio sino poner en práctica sus más nobles ideales por el retorno de una patria con ciudadanos probos, amantes del humanismo, la educación, la democracia y el progreso economico. Es un estadio promisorio al que no debemos renunciar y nos merecemos como hijos de esta heroica tierra, preñada de bondades naturales y voces libertarias. El ideario sucrense debe penetrar con fuerza en la conciencia colectiva del venezolano para reivindicar esa gloriosa pléyade de mujeres y hombres que sacrificaron su vida por la libertad y prosperidad de nuestra nación.

Está comprobado en sus diversos escritos que Sucre, a pesar de haber ocupado la Presidencia de Bolivia y del Congreso de la Gran Colombia, así como otros importantes cargos públicos, no le interesaba la política. Había nacido a plenitud para la acción bélica donde mostró hidalguía y sapiencia, tan fundamentales en toda acción humana. Así lo expresa en su carta dirigida a Bolívar, fechada el 6 de abril de 1830 en Cúcuta, cuando escribe: ” Quiero también excusarme de todo lance en que pretendas reducírseme a aceptar puestos que mi corazón repugna, porque él sólo apetece la vida privada. Demasiados hay que disputan los destinos públicos, los mandos y la dirección de los negocios. Yo trato de pertenecer exclusivamente a mi familia. Si se dice que esto es egoísmo yo diré mis razones; y por nada quiero que se me confunda entre los pretendientes al Gobierno, o mejor dicho entre los que pretenden hacer de la República su despojo”.

El genio de Ayacucho había vivido de cerca los sinsabores de la política, las traiciones y vilezas humanas en contra del interés de los pueblos. Él, que dió su vida por la causa y se cubrió de gloria, quería descansar en la tranquilidad de su hogar, muy lejos de los negocios públicos. Es así que en su última carta, escrita a Bolívar el 25 de mayo de 1830 en Bogotá, señala: “Dios bien sabe cuánto hemos luchado por la libertad de todas estas tierras y cuán mal nos han pagado. Sé que al alejarme no me guía ningún síntoma de cobardía y de traición, sólo el gran amor y cariño a mi esposa e hija, las cuales hace mucho tiempo que no abrazo, me obligan a ello y también para dejar puesto a todos nuestros enemigos, que con sus apetitos y falacias llevan la República al caos y a la ruina”.

Esas dolorosas palabras del Gran Mariscal de Ayacucho   aún siguen vigentes al visualizar la actual coyuntura política venezolana, marcada por la ambición de poder, corrupción desmedida, despojo del país y la ruina de un pueblo que sigue esperanzada. Esas bajezas del alma que imperaron en la política de su época conspiraron contra su noble integridad física para convertirlo en el Abel de Colombia. Hoy, 229 años de su natalicio, la concepción que tuvo de la política sigue plasmada en la Venezuela del Siglo XXI. En honor a su memoria, es tiempo de devolverle la majestad a la política, a ese importante campo de los negocios públicos.

Politólogo y Profesor de la UDO – Núcleo de Sucre.

 

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