Elías Jaua: Horizonte en disputa

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Es con pueblo, con Patria, con República, con democracia que conseguiremos despejar el horizonte de este siglo XXI

Fue Manuel Vicente Romero García, autor de la clásica novela Peonia (1890) y jefe del Estado Mayor del General Cipriano Castro durante la revolución Liberal Restauradora de 1899,   quien acuñó la frase “Venezuela es el país de las nulidades engreídas y de las reputaciones consagradas” en un artículo publicado en la revista El Cojo Ilustrado en 1896.

Traigo a colación la frase de Romero García, a propósito de la afirmación hecha por la señora Machado en días pasados: “No pueden hacer elecciones sin mí”. Expresión, sin duda, de superioridad y totalitarismo, especialmente dirigida contra el resto de los actores de la oposición política en Venezuela.

Esta plantada, nos hace recordar a aquellos niños que son dueños del bate y la pelota, pero no por esto buenos jugadores, que si no los incorporan a jugar dicen: “sin mí no hay juego”.  A Dios gracias y por derecho conquistado, el pueblo venezolano es dueño de su propio destino y al final siempre tendrá la palabra y la acción decisiva y definitiva en los escenarios políticos que se presenten.

Este tipo de perfiles egocéntricos, al cual nos estamos refiriendo,  han estado presentes en toda nuestra historia política, bien sea en forma de las referidas nulidades engreídas, personajes con escasas o ningunas capacidades pero que al igual que el Pavo Real expanden su vistoso plumaje para verse más grandes, con más poder y más llamativos de lo que en realidad son;   o bien en la figura de las reputaciones consagradas, que son aquellas que por haber realizado un algo meritorio pretenden tener inmunidad perpetua por los “servicios y sacrificios por la Patria” y permanecer en la escena pública más allá de que ya no tengan nada que aportar en las grandes resoluciones . “Vivir de las glorias pasadas”, dice la sabiduría popular.

Nadie en Venezuela, ni en el mundo, es imprescindible políticamente.  Venezuela ha sido dirigida por virtuosos y mediocres, por patriotas y por traidores; y tras su salida de la escena nuestra Nación ha seguido su camino, a ratos luminosos, a ratos oscuros, pero nunca ha fenecido. En todos estos momentos, el pueblo venezolano ha sabido mantener de generación en generación la vida de la Patria, que es decir su propia vida, más allá de los dirigentes y de los modelos políticos.

Toda dirigencia política debe entender que todos somos una circunstancia, que el pueblo es lo perenne, que sin pueblo no hay elecciones populares, que sin pueblo no habrá democracia, que sin pueblo no habrá República.

Desde la izquierda seguiremos defendiendo nuestra tesis histórica, sintetizada en el concepto de la democracia participativa y protagónica, donde el centro de la política no solo sea el mandatario sino fundamentalmente los mandantes y su derecho a vivir bien, a través de los instrumentos de participación y cogobierno protagónico, y de los derechos y garantías de los cuales está dotada la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Estamos en el siglo XXI, en la cúspide de un forzoso y conflictivo proceso de globalización, Venezuela no necesita de nulidades, ni de reputaciones chantajistas, por contrario hoy más que nunca requerimos movimientos doctrinarios y sobre todo programáticos que apunten a dar respuesta a las demandas más urgentes de la vida cotidiana de la mayoría de la población, en el ahora, y que permitan que la juventud construya un camino hacia el porvenir, aquí, en su propia Patria.

Es con pueblo, con Patria, con República, con democracia que conseguiremos despejar el horizonte de este siglo XXI, toda individualidad es prescindible, se requiere es la voluntad general de la Nación, para construir una sociedad donde podamos vivir todos y todas con igualdad, justicia y dignidad.

 

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