Escrudiñando en mis papeles, en esos libros de diversos temas y en mis notas dispersas en el tiempo, quizás en la búsqueda de encontrarse con uno mismo, viendo a la lontananza del horizonte infinito a la orilla de mi playa carupanera y sucrense, en el boulevard de mi pueblo, de lo que fue ayer, lo de hoy y de lo que será mañana y repasando la historia patria sobre la personalidad incólume de El Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre.
En ese recuerdo feliz de su historia reflejado en nuestros rostros la alegría de haber nacido en esta tierra pero llevando en el alma la tristeza de su crimen y ver pasar nuestros muertos, los del camino andante en sus propios pasos y orar en sus sepulcros.
Sucre… ¡Oh Sucre!. No pretendo hacer una oda de tus virtudes y de tu honor por las patrias que libertaste porque para ti toda fue una sola patria grande con el amor de independencia para todos los países nacientes.
Tú…primer soldado humanitario de América donde respetaste al vencido y tu espada victoriosa nunca vejó ni maltrató al enemigo, redactaste el Tratado de Armisticio y Regulación de la Guerra firmado por El Libertador Simón Bolívar y por el General realista Pablo Morillo, el 27 de noviembre de 1820.
Tu…ejemplo de dignidad y lealtad al Libertador Simón Bolívar, legítimo heredero de las glorias de la independencia, son ejemplos infinitos imperecederos de tu gloria. Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho, en el sitial donde solo pueden estar los héroes que como tu soñaron en el quehacer del fruto de sus vidas, entregando todo sin pedir nada. Pensamientos, acciones, tu vida y tu alma, naciste en tu querida ciudad de Cumaná, el día 3 de febrero de 1.795 por donde transitaste dignamente para quedar inmortalizadas tus virtudes y vilmente asesinado el 4 de junio de 1.830.
Bolívar durante su visita en Charcas o Chuquisaca, recibió del Cabildo Eclesiástico, el hermoso relicario de Charcas, que se exhibe en el Banco Central de Venezuela y el día 9 de diciembre de 1.825, primer aniversario de la batalla de Ayacucho, asistió con Sucre al Te Deum dándole gracias a Dios por el triunfo de esa magna batalla.
¡Oh Sucre! Tus cenizas reposan en la Catedral Metropolitana del Quito, pero en Venezuela vives eternamente en fulgor votivo de tu espada humanitaria, para darte gracias cada día, mil gracias, General en Jefe Antonio José de Sucre, capitán de quince años de edad, el Abel de América. Gran Mariscal de Ayacucho.