En el año 1997, científicos del Instituto Roslin, en Escocia, anunciaron que habían clonado a la conocida como oveja Dolly. La noticia tuvo un extraordinario impacto mediático en todo el mundo y fue considerada en su día una de las de mayor significación en la historia de la ciencia, debiéndose esto tanto al hecho del propio nacimiento del animal, como a una eventual e hipotética clonación futura en los seres humanos.
Pocos meses después y ya en 2002, la secta de los Raelianos informaba sobre el inminente nacimiento de un ser humano a través de un procedimiento de clonación, aunque nunca hubo existencia o constatación de este presunto hecho [1].
En 1997, la cofirmante de este artículo, formaba parte, como miembro de la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida, que tal como se recoge en su página web: “… es el órgano colegiado del Ministerio de Sanidad, de carácter permanente y consultivo, dirigido a asesorar y orientar sobre la utilización de las técnicas de reproducción humana asistida, a contribuir a la actualización y difusión de los conocimientos científicos y técnicos en esta materia, así como a la elaboración de criterios funcionales y estructurales de los centros y servicios donde aquéllas se realizan” [2].
Aparte de cuanto antecede, el I Informe Anual de dicha comisión del año 1998, dedicó su apartado 4.5 a la clonación en sus diversas vertientes. Diferenciando entre la clonación con fines reproductivos y la de carácter no reproductivo. Respecto a la primera decía que “los desarrollos conocidos posteriores a la oveja Dolly en seres humanos son sugestivos de que, salvadas las dificultades técnicas que presentan estas aplicaciones todavía, su aplicación a seres humanos sí podrá ser posible en el futuro”. Y en lo referente a la clonación no reproductiva, concluía que “… abre un amplio campo de posibilidades para la obtención de tejidos y órganos para trasplantes… Sin embargo, la cuestión principal en este caso es que la obtención de cultivos celulares o, en su caso, de órganos, se realiza a partir de células troncales obtenidas de embriones generados con técnicas de transferencia de núcleos, lo que plantea el problema del status de los embriones así obtenidos… Por otra parte, existen serias esperanzas de que idénticos resultados podrían obtenerse a partir de células troncales no embrionarias”.
El científico coreano Woo Suk Hwang publicó en 2004 un artículo en la revista Science, en donde anunciaba haber clonado células madre de origen humano, demostrándose posteriormente que había sido un fraude. En 2012, John B. Gurdon y Shinya Yamanaka obtuvieron el Premio Nobel de Medicina por sus trabajos sobre clonación y células madre, sentando las bases para la reprogramación de células adultas a un estado pluripotencial (iPS). En 2013 Shoukhrat Mitalipov, informó en la revista Cell sobre la generación en su laboratorio de células madre embrionarias con una técnica similar a la empleada para clonar a Dolly (transferencia nuclear de células somáticas). En 2018 el científico Qiang Sun lo logró con un macaco cangrejero, empleando una nueva técnica, que aventuraba una mejora en la eficiencia del procedimiento.
Pues bien, desde esa fecha hasta la actualidad, numerosas han sido las informaciones en las que se detallaba la llegada al mundo de diversos animales por esta vía. La más reciente, de hace tan solo semanas, y procedente de investigadores chinos (no es baladí que, en su mayoría, estos experimentos tengan lugar en China), en donde detallaban la clonación de un mono rhesus (al que llamaron ReTro), con la particularidad de una supervivencia de más de dos años [3].
Para Lluís Montoliu, investigador en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC):
“Se trata del segundo primate que se clona. El primero que se consiguió clonar, el macaco cangrejero, tuvo lugar en el año 2018, 21 años después de la clonación de la oveja Dolly, lo cual demuestra que no era ni fácil, ni automático, ni mucho menos evidente trasladar las técnicas de clonación de un mamífero como la oveja, a un primate. Además, también prueba que todos los temores que en aquel momento se publicaron respecto a la posibilidad de clonar a seres humanos eran totalmente infundados”.
En cualquier caso, la clonación en humanos genera profundas cautelas, por las reservas éticas, morales y sociales derivadas de una eventual generación “en serie” de personas aparentemente idénticas (subrayamos idénticas), pues, aunque sí lo serían fenotípicamente, se trataría de otras personas. Siendo esta una técnica reivindicada por especialistas en reproducción asistida, que consideran que resolvería la situación de aquellos, que tras acudir a otras opciones para tener descendencia, no lo alcanzaran.
Cabiendo utilizar la clonación con otros fines; como, en el supuesto de que un individuo deseara clonarse a sí mismo (“síndrome del Narciso”); “resucitar” a seres queridos fallecidos (“síndrome del duelo permanente”); reproducir genotipos de personalidades (políticos, líderes de masas, intelectuales, científicos, atletas, artistas…); contar con bancos de recambios de órganos o como “terapia preventiva prenatal”, evitando la llegada al mundo de niños con enfermedades genéticas.
Llegados aquí, analicemos los puntos a favor y en contra de su uso. Los argumentos en contra se sustentan en cuanto sigue: 1º- El ser humano no puede considerarse un medio en sí mismo. 2º- Tenemos derecho a no ser “programados” tras una intervención genética y ser fruto del azar biológico. 3º- Participamos de la propiedad de unicidad. 4º- La clonación produciría un desdibujamiento de las líneas tanto paternas como maternas. 5º- Ocasionaría problemas psicológicos y emocionales en los así nacidos. 6º- Generaría problemas coaligados a la inseguridad de las técnicas (malformaciones, cromosopatías, etc). 8º- Surgirían dudas sobre la edad real de los así nacidos (que no cronológica) y sobre sus dinámicas de envejecimiento. 9º- Cabrían usos sociales de estas personas, en contextos sociales y políticos deshumanizados. 10º- Nos situaría ante el dilema de la destrucción del yo y de la identidad, 11º- Posicionaría a la humanidad ante la idea del Narciso y 12º- Daría lugar a una posible “producción” y mercantilización de la vida humana.
A diferencia de estas argumentaciones, hay quienes estiman que existe el derecho a clonarse; pues juzgan que este forma parte del superior derecho a la libertad de reproducción. Pudiendo ser, a su vez, muchos los beneficios para la salud y el bienestar para la especie humana, permitiéndonos controlar nuestra evolución y aspirar a la supuesta “perfección biológica”. En este sentido, la Academia Internacional de Humanistas, en el año 1997, dejó por escrito que los temas morales planteados por la clonación no eran de mayor trascendencia que, por ejemplo, los derivados de los usos de la energía nuclear, el ADN recombinante o la encriptación de datos con los ordenadores (habiendo surgido en estos últimos años, otros asociados a la inteligencia artificial). Los beneficios, estimaban que serían positivos, persuadidos de que sería un grave error no avanzar en esta línea. Lee Silver, eminente catedrático de biología molecular de la Universidad de Princeton y autor del conocido libro Vuelta al edén, se declaró partidario de ello. Planteando que esto era más seguro que incluso la reproducción sexual; tratándose de una cuestión de salud genética, al permitir eliminar añadidamente las enfermedades de tal etiología
¿De qué dependerá, en fin y a la postre, que la clonación humana llegue a convertirse en una realidad? Desde luego, en primera instancia, de nuestra responsabilidad como ciudadanos. Pues si las sociedades del futuro se construyen bajo los tres principios éticos básicos formulados en el Informe Belmont [4]: respeto por las personas, beneficencia y justicia, la distopia de Aldous Huxley en su obra Un mundo feliz se desvanecerá. Pero, si, por el contrario, nos deslizamos hacia un mundo orweliano, el mundo feliz se antojará cada vez más cercano.
Notas:
[1] Véase, https://elpais.com/sociedad/2002/12/27/actualidad/1040943601_850215.html
[2] Véase, https://cnrha.sanidad.gob.es/
[3] Véase, https://www.nature.com/articles/s41467-023-43985-7
[4] Véase, https://oep.umh.es/files/2013/12/Belmont.pdf