Pakistán, tras cursar las elecciones legislativas del pasado día 8, de donde emergería el Primer Ministro que gobernará a sus 240 millones de ciudadanos por los próximos cinco años, contra todo lo previsto y programado por los militares, el único poder perenne de la nación islámica, se impusieron los partidarios del ex primer Ministro Imran Khan, derrocado en 2022 y en la prisión de Adiala en Rawalpindi desde pocos días antes del comicio tras ser condenado a 14 años de prisión e inhabilitado, por diez años, para ejercer cargos públicos mientras espera los resultados de los otros cien procesos que se instruyen en su contra (Ver: Pakistán, el retorno de los viejos fantasmas).
Con extremo ingenio, los militantes del Tehreek-e-Insaf o PTI por su acróstico en urdu (Movimiento por la Justicia), el partido de Khan ha conseguido eludir todas las trabas a las que lo sometió el establishment, encabezado por la embajada norteamericana junto al ejército, que además de a Khan y su mujer han encarcelado a toda su cúpula, centenares de militantes de base e incluso asesinaron a varios de ellos durante la campaña, además de prohibir actos masivos y publicidad, por lo que los candidatos del PTI han debido presentarse de manera encubierta, con el rótulo de “independientes”, utilizando las redes sociales y la militancia casa por casa para presentar sus propuestas.
La incontenible victoria no solo ha vencido al candidato de los militares y al tres veces Primer Ministro y tres veces derrocado por las fuerzas de quienes lo han upado en esta oportunidad, Nawaz Sharif, representante de la Liga Musulmana de Pakistán (PML-N). Prófugo de la justicia desde 2018 y retornado de Londres a fines del 2023 tras el arreglo, bajo cuerda, con los militares, que ordenaron limpiar las causas por corrupción que tenía abiertas y que mientras el escrutinio estaba trabado se declaró vencedor, para establecer una basa que le permita discutir mediática y judicialmente los resultados. A pesar de que se mostró muy seguro de su victoria y declaró que ni siquiera necesitaría conformar una coalición para conseguir su cuarto mandato. Más allá de la bravuconada, cuatro días después llamo a la ciudad de Lahore, donde se encuentra la sede de su partido, al resto de las fuerzas para negociar un Gobierno de coalición.
Hasta esta hora el tortuoso conteo que le ha adjudicado al PTI cerca de 100 bancas para la Asamblea Nacional de Pakistán, aunque desde el interior del partido de Khan dicen haber obtenido 150, cuando se necesitan 134 para formar gobierno, muy por delante del derechista Nawaz. Pero en el plano de las posibilidades es extremadamente difícil que los militares acepten este resultado y que los “independientes” puedan gobernar.
Más allá de que el Partido del Pueblo Pakistaní (PPP) de Bilawal Bhutto, hijo de la ex Primer Ministra Benazir Bhutto asesinada en 2007, ubicado en tercer lugar, negocia con Nawaz para aportar los votos con los que podría alcanzar su cuarto Gobierno. Hay que tener en cuenta que más allá de la tradición izquierdista del PPP, Bilawal colaboró en el golpe contra Khan, por lo que fue premiado con el Ministerio de Relaciones Exteriores en el primer Gobierno que se formó tras ejecutada la asonada legislativa.
Los militares no tolerarán nuevamente la llegada del PTI al poder tras la amarga decepción que produjo Khan después de su arribo al poder, tomando posiciones extremadamente populares que lo alejaban de Washington para acercarse “peligrosamente” a Moscú y su intento de poner en caja a la casta militar, que conforma un Estado autónomo dentro del propio Pakistán.
Quien conozca mínimamente la historia reciente del país y el peso específico del ejército, sabe que los militares no aceptarán nunca la derrota y van a encontrar a cualquier a precio la fórmula para revertir el proceso. Incluso declarando nulas las elecciones y poniendo directamente uno de ellos en el Gobierno, teniendo en cuenta que desde la fundación del país, tras la partición con India en 1947, los militares han gobernado la mayoría de esos 77 años, por lo que nunca ningún gobierno civil ha conseguido terminar su mandato.
Más sabiendo que Estados Unidos está obligado a apoyar ciegamente la decisión del actual jefe del ejército, el general Syed Asim Munir, cuando en el contexto internacional se avecina la debacle en Ucrania y los contribuyentes norteamericanos, y también los europeos, descubran que los miles de millones de dólares de euros que fluyeron hacia Kiev fueron dilapidados por un payaso inepto y corrupto en una guerra que desde el principio tuvo el resultado puesto y para la que nunca Volodímir Zelenski estuvo, ni por asomo, capacitado para afrontar.
Biden tendrá que resolver la manera de detener el genocidio del nazi Benjamín Netanyahu contra la población de Gaza, que además de provocar la reacción de los hutíes yemeníes, que prácticamente han cerrado el paso por el Mar Rojo -vía fundamental para el comercio mundial- generando una crisis que no deja de profundizarse. Y con la novedad que llega desde El Cairo, donde el presidente al-Sisi amenazó con retirarse de los acuerdos de paz si los planes de Netanyahu no se detienen de inmediato, abriendo la puerta a un conflicto impensado hace cuatro meses y en el que nadie querría verse involucrado.
Movilización ante al fraude
Dado el apagón informativo y las demoras del conteo, que tendría que haber estado listo en las primeras horas del viernes día 9, el domingo el PTI organizó una serie de protestas frente a las oficinas de la Comisión Electoral de Pakistán (ECP) en los distritos electorales de todo el país.
En la ciudad de Lahore, en el Puyad pakistaní, la policía antidisturbios disolvió con extrema violencia las manifestaciones, produciendo cientos de detenciones y heridos. Lo mismo ha sucedido en Baluchistán, Sindh y Khyber Pakhtunkhwa.
Funcionarios del TPI han llevado diferentes casos de manipulación electoral a los tribunales, el caso más notorio es el de Salman Akram Raja, quien habría superado a su competidor por 100.000 y a pesar de ello se otorgó la victoria a su rival.
La primera protesta postelectoral se realizó el viernes en el distrito de Shangla, en la provincia noroccidental de Khyber Pakhtunkhwa (K-P), donde centenares de personas salieron en apoyo de su candidato Syed Fareen, respaldado por el PTI. La represión policial dejó al menos dos muertos y una quincena de heridos.
En proximidades de la ciudad de Peshawar, la capital de la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, partidarios de Khan han cerrado los accesos a la ciudad, cortando la ruta que une a esta ciudad con Islamabad, la capital del país, mientras se espera una resolución clara por parte Comisión Electora respecto a la cada vez más evidente manipulación de los votos del PTI, que por miles han sido anulados por distintas irregularidades.
Según las últimas informaciones, las protestas callejeras y cortes de rutas se están realizando prácticamente en todas las carreteras importantes de Pakistán, por lo que se espera una pronta reacción de las fuerzas de seguridad.
En este contexto habrá que seguir muy atentos al accionar de las fuerzas de seguridad, que sin dudas sumaran más muertos a este terremoto que se acaba de iniciar, y atender a la seguridad del propio Imran Khan, quien ya en noviembre del 2022 sufrió un intento de asesinato y en este momento, aunque parezca improbable, no sería imposible, ya que es una baza que los militares tienen en su caja de herramientas, si no que lo diga Benazir Bhutto, ejecutada frente a miles de seguidores y visto en vivo por millones de televidentes. El establishment pakistaní está dispuesto a pagar cualquier precio.
Escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.