Mientras Venezuela anda buscando orientarse hacia algún (a) estadista que procure garantizar gobernabilidad, orden, paz y una situación económica política y social distinta a la que padecemos a diario, esa figura del (la) estadista o no está clara o se desvanece, en medio de los torbellinos generados desde el poder, especialmente con la represión, como hemos visto especialmente con la reciente detención, además, de Rocío San Miguel. ¿Será casualidad que sea una mujer junto a su familia la atropellada en sus derechos ahora? No lo creo. Desde allá el mensaje resulta muy claro.
Más perturbadora es la ausencia en medio de esta crisis. La ausencia de un verdadero plan común, discutido, analizado con diversos factores políticos y sociales; la ausencia de canalización y guiatura de las acciones hacia una campaña efectiva que produzca el fin deseado. Articular suena a término inalcanzable. No estamos para improvisaciones ni improvisados. Se requiere, ya, un real consenso salvador de esta situación tan cercana como va a la inercia. La misma que ha provocado el surgimiento de pescadores en ríos más que revueltos. Cómicos de legua y otros salidos de la chistera del régimen, en busca de un espacio, de provocar atrapar la conciencia de la ciudadanía como marcadores de camino.
En el teatro, en la actuación, la improvisación por su inmediatez es de un alto valor. Requiere la mayor experiencia, la mayor formación. En política, improvisar, así sea con un nombre, tiende a igualarse a piratería, a bucaneros dispuestos a todo en la creencia de que la suerte puede terminar por favorecer el viento que lleve a un puerto definitivo, donde el comercio y las regalías resulten finalmente productivas. Aquí comienzan a aflorar más encantadores de serpientes. Buscadores de El Dorado que desde luego lucen favorecedores del proyecto de permanencia del régimen. La gente lo sabe y no sólo por olfato.
Pero no se trata de un juego a ver si ensartas la botella casualmente con un tiro de gracia con el aro también improvisado. La política, más en estos momentos de crisis tan profunda, requiere experiencia, diálogo continuo con todos los factores, apertura hasta con quienes llegamos a aborrecer en el camino, porque si están de este lado también son no sólo necesarios, indispensables. Se requiere con suma urgencia una renovada acción coincidente. Lo he dicho antes. Con el propósito de derrotar electoralmente al régimen y echarlo así para siempre del poder. Pero esto requiere habilidades políticas máximas. Sabiduría y experiencia. No basta con malascrianzas de perturbados u obnubilados por creer que ya todo se consiguió, ignorando la fortaleza esquiva de la cruel dictadura, como nos lo recuerda con el cruento caso de la prisión de San Miguel y el modo cómo usaron a sus familiares.
El liderazgo no puede improvisar ahora. No es tiempo de malabares de circo, de payasos, de advenedizos, de obstruccionistas de cualquier índole. La apertura es fundamental y el tiempo no sobra. Falta y bastante. Nos alcanza. Por eso insisto en que es ya. Porque vamos tarde. Se requiere solucionar de manera pragmática e inteligente. Porque con el tiempo y la perturbación causada de manera profunda en la oposicion por parte del régimen, la senda parece alejarse. La conmoción cursada en los electores, en la ciudadanía en general que espera respuestas a su esperanza puede ahondarse muy peligrosamente y causar los estragos mayores que el régimen espera. Con el tiempo en contra y con todos los factores de la elección en contra, la oposición se muestra maniatada ante el poder que nos subyuga a todos. El ahogo se percibe y se nota aumentado por la improvisación de filibusteros chocantes a los deseos de la mayoría. Es ya.