Primera muestra de una auténtica vocación política lo es, en todo tiempo, que un hombre renuncie desde el principio a exigir aquello que es inalcanzable para él. Stefan Zweig
Hoy, tal como lo señalan todas las encuestas publicadas por las encuestadoras serias del país, o tal como lo percibimos en el intercambio formal o informal de información, nadie pone en duda que el tiempo del régimen se agotó; que su poder esté totalmente deslegitimado; ya los venezolanos se despiertan a la realidad de un país con imbatible inflación, a oscuras; a la deriva, un país en emergencia social y con urgencia moral. Ya se hace presente ese desengaño de la gente como respuesta emocional ante tanta ineficiencia, ante tanta perversidad, ante tanto desaguisado, ante la caótica situación de hambruna y sobre todo, tanta corrupción.
Hasta aquello de “los Ni-Nis” hace tiempo que dejó de existir, la polarización quedó en el ayer y hasta una considerable proporción del chavismo dejó de creer en este parapeto y esta realidad que le estalló en el rostro al gobierno, es algo que va más allá del ordinario cambalache del análisis por propaganda. Los venezolanos tienen sus esperanzas puestas en María Corina Machado, y tienen muy claro que la salida está en el proceso electoral, en su voto y en cuidarle para asegurar la merecida y anhelada victoria. Ante esta ineludible realidad, el carácter totalitario del gobierno coloca tantos obstáculos como los colocados por los nazis en el “Muro del Atlántico”, tratando de impedir el desembarco de los Aliados. El propósito del régimen, tratando de calcar modelos retrógrados, no es otro que atemorizar a cualquier ciudadano que, al tratar de participar en el espacio de la política, sea presa de las viejas prácticas totalitarias que van desde las amenazas, el desprestigio, la burla e insultos, el amedrentamiento, hasta la violencia y la cárcel.
Su supervivencia exige mecanismos que, por la amenaza o el uso de la fuerza, consigan extender el temor entre quienes se quiere mantener bajo control.
Hasta acá el dejarnos llevar por la pasión del momento y por la manipulación del régimen, que lleva muchos años sembrando odios y resentimientos, jugando de manera irresponsable con la psicología de los ciudadanos, con sus decepciones, frustraciones y emociones, con la expresa finalidad de encauzar cualquier signo de descontento y desviar la atención, pretendiendo silenciar la realidad del impacto socio-económico en el cual estamos inmersos. Con nuestra masiva participación y nuestra comprometida vigilancia en la elección presidencial, lograremos salir de esta pesadilla.
Ahora bien y vista la insistencia de unos cuantos apurados con un “Plan B”, se hace necesario repetirlo: Son momentos de apartar el sectarismo senil; de innovar sin anticiparse, y hacerlo con humildad, porque el anticiparse exige muchas veces contener el ansia de prevalecer sobre otros, moderar la precipitación y situarse en una posición de aceptar la realidad.
Con el argumento de que se producen heridas que serán difíciles de cicatrizar y divisiones complejas, ciertos liderazgos no ocultan sus preferencias por negociar, aislados de la voluntad de los ciudadanos, el nombre de su posible “Plan B”. Lejos de estimular la participación, incentivan al rechazo, y luego a la abstención. Entendemos que en política golpear es un estilo, y llamar a la participación es otro, no es cuestión ni siquiera de estrategia sino de estilo, de hacer política o de participar, e incluso si se quiere, de respetar al ciudadano, ese que participó el 22 – 10, ese se abstuvo el 3– 12.