Paul Krugman: Donald Trump choca con la OTAN y con la realidad

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Se ha prestado mucha atención a la afirmación de Donald Trump de que se negaría a defender a los aliados de la OTAN que considere “morosos” e incluso ha dicho que podría animar a Rusia a atacarlos. Muchas de las conversaciones que he escuchado se han centrado en las implicaciones políticas, en lo que significaría para Estados Unidos abandonar las obligaciones que le impone el Tratado y tratar a la OTAN

eor-escenario-belico-en-medio-siglo.html” target=”_blank” data-link-track-dtm=””>como un objeto de extorsión a cambio de protección.

Estas implicaciones son importantes y alarmantes. Pero, en mi opinión, no hemos prestado suficiente atención a lo que dijo exactamente Trump y a lo que esto indica respecto a su comprensión de la realidad.

Sinceramente, me encantaría pasarme esta campaña hablando solo de política; el mundo de los frikis del análisis es mi lugar feliz. Pero ya que gran parte del estamento político parece haber decidido hacer de esta temporada electoral un ejercicio de diagnóstico geriátrico a distancia por aficionados que se centran en la edad y la apariencia del presidente Biden en lugar de en su historial, examinemos más en detalle a su rival.

Porque Trump da a menudo la impresión de vivir en su propia realidad. No me refiero al hecho de que mienta mucho, cosa que hace. Mi razonamiento es más bien que, con frecuencia, parece incapaz de distinguir entre las fantasías de autoengrandecimiento y las cosas que realmente han sucedido.

El rechazo de Trump a la OTAN se desarrolló así: no alegó directamente que gastamos demasiado en defensa mientras que nuestros aliados gastan demasiado poco, algo que habría sido debatible. En vez de eso, contó una historia: “Uno de los presidentes de un gran país se puso en pie y me preguntó: ‘Bueno, señor, si no pagamos y nos ataca Rusia, ¿nos protegerá usted?’ Y yo le respondí: ‘¿No habéis pagado? ¿Sois morosos? … No, no les protegería. De hecho, la animaría [a Rusia] a hacer lo que le diera la gana’”.

Utilizando el lenguaje de los análisis de inteligencia, es muy poco probable que esta conversación o algo parecido ocurriera realmente.

Pero como ha señalado Daniel Dale, de la cadena CNN, Trump es muy aficionado a contar historias sobre hombres grandes y fuertes que se le acercan con lágrimas en los ojos y le llaman “señor”. Casi nunca hay pruebas que lo corroboren, y es muy probable que muy pocas de esas historias sean relatos de conversaciones reales.

Del mismo modo, es muy poco probable que personas como, pongamos por caso, Emmanuel Macron o Angela Merkel se hayan dirigido alguna vez a Trump como “señor”. También hay pocas probabilidades de que un líder de la OTAN preguntara qué pasaría si su país no “pagara”. Las autoridades europeas saben, aunque Trump no, que la OTAN es una alianza, no un club que cobra cuotas a sus miembros.

Por cierto, aunque las naciones europeas probablemente hayan estado gastando demasiado poco en su propia defensa, muchas han hecho frente al desafío de la invasión de Ucrania por Vladimir Putin. En concreto, Lituania —a la que Trump señaló como presa fácil para Putin— ha gastado seis veces más en ayuda a Ucrania, medida como porcentaje del PIB, que Estados Unidos.

¿Qué está pasando aquí? O Trump está diciendo una mentira especialmente absurda o está algo confuso respecto a acontecimientos pasados.

No sería la primera vez. Como he dicho, aunque no sepamos con certeza si las muchas historias de “señor” de Trump son producto de su imaginación, sí sabemos que, contrariamente a sus afirmaciones, una fuente señaló que es imposible que los agentes de policía y los empleados judiciales estuvieran “llorando” y pidiendo disculpas a Trump en su comparecencia ante el tribunal de Manhattan la primavera pasada.

Dejemos claro lo que está en juego aquí. Olvidémonos del análisis político, la charla sobre las percepciones públicas y la manera en que pueden influir en la carrera de caballos de 2024. En lo que deberíamos centrarnos es en cómo la capacidad mental de los candidatos puede afectar a su toma de decisiones.

Es curioso que, a pesar de todo el revuelo sobre la edad de Biden, no he visto muchas insinuaciones de que haya tomado malas decisiones porque su juicio esté deteriorado; casi todo son conjeturas sobre el futuro. Sí, ha cometido errores, aunque las dos decisiones más criticadas —la retirada de Afganistán y el gasto excesivo— parecen justificables en retrospectiva.

Pero estos errores, si es que fueron errores, fueron del tipo que cualquier presidente, por joven y vigoroso que fuera, podría haber cometido. Por otro lado, pensemos en cómo reaccionó Trump ante la pandemia de la covid-19. Los republicanos han tenido un éxito considerable a la hora de hacer ver que el Gobierno de que Trump terminó antes de que la pandemia llegara a dominar la escena. Pero no fue así; la covid mató a más de 77.000 estadounidenses en diciembre de 2020, el último mes completo de Trump en el cargo.

Y a medida que la pandemia se extendía, Trump respondió, como afirmó The Washington Post, con “negacionismo, mala gestión y pensamiento mágico”. Básicamente, no estaba dispuesto a reconocer una realidad incómoda y minimizó continuamente el peligro al tiempo que difundía falsos remedios. ¿Recuerdan todas las veces que dijo que la covid desaparecería? ¿Recuerdan la rueda de prensa sobre el “desinfectante”? ¿Recuerdan la hidroxicloroquina?

Ah, y por si lo han olvidado, Trump sigue negándose a admitir que perdió las elecciones de 2020.

A diferencia de los pasos en falso de Biden, sean cuales sean los que crean que han sido, la mala gestión de la covid y la negación de las elecciones por parte de Trump fueron típicamente trumpianos: el comportamiento de un hombre al que no le gusta aceptar la realidad cuando esta no es como él quiere que sea. ¿Y alguien piensa que ha mejorado en ese aspecto en los últimos tres años?

Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2024. Traducción de News Clips.

 

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