Bloqueo a la carta, por Pedro Benítez

Compartir

 

Hace unos días, concretamente el 17 de febrero pasado, el presidente de la República de Colombia, Gustavo Petro, respondió un mensaje colocado en la red social X en la que un usuario de la misma cuestionaba su planteamiento, según el cual, es el agravamiento de la crisis climática global la causa fundamental de las actuales corrientes migratorias que desde África y América Latina se mueven, muchas veces de forma dramática, hacia Europa y Norteamérica.

Este es un tema del cual el mandatario colombiano se ha convertido en una especie de cruzado y que, en su país, ha dado pie a todo tipo de polémicas y controversiales decisiones económicas por parte de su gobierno. Pero resultó ser que, el citado usuario, formuló una incómoda pregunta para lógica presidencial: “La migración de venezolanos a Colombia es de 2,8 millones, ¿Quiere decir que el cambio climático afecta a Venezuela más que a Colombia?”.

Obsérvese que el inquilino de la Casa de Nariño no respondió el fondo de la cuestión, sino que convenientemente desvió el tema. Pero, como no podía ser de otra manera, la red de medios públicos del gobierno venezolano, así como sus cuentas asociadas en las redes sociales, oficialistas, filo oficialistas, bots y opositores críticos de la oposición, hicieron fiesta con la aseveración. Después todo, calza perfectamente con la narrativa que el chavismo ha intentado posicionar dentro y fuera de Venezuela. No obstante, resulta curioso constatar que nadie lo había explicado de manera tan terminante como Petro. Ni siquiera su colega Nicolás Maduro.

¿Cómo fue posible que el otrora principal exportador de petróleo del hemisferio occidental, al que le llovió una colosal fortuna durante el boom petrolero mundial 2003-2014 (“los años dorados” del chavismo), sea hoy uno de los países más pobres de América, del cual más de la quinta parte de su población ha emigrado en el último decenio? La respuesta es muy sencilla: el bloqueo. En un intento equivocado por parte de Duque y Trump de sacar del poder a Maduro bloquearon sus ventas internacionales de hidrocarburos. Listo.

Por cierto, a Petro el ecologista, predicador del inminente apocalipsis climático, no le parece relevante comentar, o verle algo positivo, al hecho de que su país vecino haya retirado millones de barriles de oro negro que contribuían al calentamiento global, objeto de sus angustias.

Pero mientras que la afirmación del mandatario colombiano daba pie a nueva escalada de polémicas sobre el tema, la Venezuela paralela, esa que, por lo visto, no sufre ni padece los rigores del criminal bloqueo imperial, manifestaba su regocijo, a través de sus medios digitales y cuentas asociadas en las redes sociales (varias de las cuales comentaron favorablemente el post del Petro), por el concierto que el astro mexicano de la canción, Luis Miguel, ofreció en el estadio Monumental Simón Bolívar en Caracas esa misma semana.

Pese a los problemas logísticos y algunas de quejas de quienes aseguraron haber pagado 1.500 dólares por disfrutar del recital.

 

Todo indica que los asistentes quedaron satisfechos. Información no confirmada, pero muy repetida, señala que con una recaudación de 6.8 millones dólares, ese ha sido el concierto más exitoso de “el Sol de México”, al menos financieramente. Lo que sí se confirmó es que por 355 ml de agua se pagaron esa noche 5 dólares en el recinto.

Sea cierta o no la cuantiosa cifra recaudada, lo cierto es que, para mucha gente, y para el discurso oficial, nuevamente se pone de manifiesto que Venezuela no está tan mal. ¿Quién en un país sumido en el hambre podría darse el lujo de asistir a un concierto de Luis Miguel y pagar 5 dólares por una pequeña botella de agua? Todo calza, también, en el otro discurso: el de la normalización.

Una prueba de esto es que, en el loable propósito de hacerle la vida cotidiana más llevadera a los caraqueños, el Ministerio del Poder Popular para el Transporte, tuvo el detalle de ofrecer por medio de su cuenta en Instagram sus servicios a los asistentes al espectáculo musical.

Recordemos que, inaugurado hace un año en ocasión de la Serie del Caribe 2023, con capacidad para 40 mil personas y a un costo de 70 millones de dólares, el Estadio Monumental de Caracas “Simón Bolívar” es uno de los orgullos más señalados del gobierno de Maduro. Tratándose de un edificio público concebido para la sana práctica del deporte más popular en el país, cuenta, según indican los conocedores de la materia, de las comodidades propias de las mejores instalaciones de su tipo en el mundo, aunque carece de estacionamiento propio, entre otros detalles característicos de la Venezuela de esta época.

Es más, según fuentes dignas de todo crédito vienen más eventos para el entretenimiento colectivo en esa edificación deportiva. El espectáculo debe continuar, así como las contradicciones que se podrían calificar como disociación. Porque es claramente contradictorio un bloqueo criminal, con eventos como lo mencionados, autos de alta gama recorriendo las calles y bodegones bien abastecidos con exquisiteces importadas, todo en el mismo país. O es una cosa o es la otra, pero no las dos al mismo tiempo.

Sin embargo, esa es la política de comunicación oficial. Son sus batallas comunicacionales.

El bloqueo es la causa única y suficiente de que los trabajadores venezolanos tengan los ingresos reales más miserables de esta parte del mundo; que las escuelas públicas se encuentren semi paralizadas desde 2020 (dos o tres días de clases a la semana porque los maestros no cuentan con recursos suficientes para pagarse el transporte diario); que los hospitales colapsen (el servicio de Nefrología del Hospital de Niños J. M. de los Ríos está amparado por medidas cautelares emitidas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos porque entre 2017 y 2022 fallecieron 72 niños y adolescentes, muchos de ellos en espera de un trasplante de riñón); que medio país padezca los rigores de una crisis en el suministro de energía eléctrica que se inició en 2009 (atribuido entonces al fenómeno climático de El Niño); y que las largas colas de automóviles para surtirse de gasolina sean parte del paisaje de fuera de la capital. No de las sanciones coercitivas e ilegales impuestas por el gobierno de Estados Unidos que, después de todo, decide soberanamente con quien comercia o no.

Pero, a la vez, sin que se le mueva una pestaña, todo el aparato de comunicación del gobierno venezolano nos presenta a un país inmerso en una portentosa recuperación en todos los órdenes. Sirva, como botón de muestra, los espectáculos del Estadio Monumental de La Rinconada.

Esta es la narrativa goebbeliana (sic) importada desde la Cuba castrista donde el bloqueo o la normalización se eligen a gusto del consumidor de turno.

De modo que, no vale ni la pena aclararle a Gustavo Petro que cuando la administración Trump dictó las sanciones financieras (2017) y comerciales (2019) a la estatal PDVSA, ya la economía venezolana venía en caída libre desde octubre de 2012 (según los datos del BCV y el INE), con la producción petrolera desplomándose como consecuencia de la falta de inversión, así como de políticas equivocadas. Y que, pese a eso, PDVSA siguió colocando importantes cantidades de crudos en el mercado mundial en un esquema de evasión de las sanciones estadounidenses, mientras los operadores designados por Maduro se apropiaron de los beneficios de las facturas, según él mismo denunció, hace justo un año, mientras inauguraba por todo lo alto el nuevo Estadio Monumental en Caracas.

El espectáculo debe continuar.

Al Navío – @PedroBenitezf

 

Traducción »