El gobierno venezolano es especialista en masticarse los derechos humanos. La constitución y leyes de la República le resultan gravosas. Para un régimen tiránico es indispensable que los ciudadanos estén a su merced. De esa forma puede violar sistemáticamente sus derechos hasta el punto de cometer las peores arbitrariedades. Estamos hablando de todo un sistema criminal y mafioso. Su naturaleza pecaminosa es el paraíso para el asalto de la dignidad humana, su proyecto hegemónico se alimenta de múltiples arbitrariedades, que vienen siendo la esencia de la revolución, al no contar con una autonomía judicial, la misma es ejercida por un partido carcomido por los vicios.
Ciudadano que cae en sus garras comenzará por experimentar el horror. No se respeta el derecho a la defensa. Para buscar equilibrar el despropósito que significa una justicia gangrenada tienen que descender hasta los abismos del monstruo. Seguramente en esas entrañas nos encontraremos con víctimas que son sometidas a las peores torturas que aparecen en sus mecanismos de coacción.
Se forjan expedientes y se inventan testigos que responden a un libreto escrito desde la felonía. La siembra de pruebas está en manos de los órganos inescrupulosos que ya saben que cuentan con el aval de la podredumbre. Al acusado se somete a torturas físicas y psicológicas impidiéndoles a defensores y familiares el poder visitarlos. Supuestamente se utilizan fármacos para ponerlos a declarar lo que le conviene al régimen. Bajo la influencia alucinógena pueden torcer la voluntad del preso para buscar su quebrantamiento. Son las mismas prácticas de la inteligencia cubana especialista en el exterminio selectivo de quienes se les oponen. Se aplica el secuestro como dispositivo para lograr que la desesperación los haga altamente vulnerables. Son amenazados con desaparecer a sus seres queridos. Igualmente le manejan la tesis de violarlos en cualquier momento.
El gobierno venezolano odia a los derechos humanos. Para ellos sus adversarios políticos son candidatos al aniquilamiento. Como no existe equilibrio jurídico es sumamente fácil que puedan ejercer el terror. El preso por razones ideológicas en nuestra nación está más cerca de ser condenado de manera injusta, que lograr probar su inocencia. Es toda una maquinaria que funciona para hacer daño al estilo de las peores experiencias de la perversidad humana.
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