Ya nos aproximamos al final del segundo mes del año electoral y está muy claro que viene un tiempo lleno de maquinaciones, zancadillas, trampas y tretas por parte de los opositores extremos y quién sabe si con participación de algunos de los moderados porque en esos lados de la polarización política el que no la hace a la entrada tal vez la haga a la salida.
Cierto es que, a diferencia de momentos anteriores, en esta oportunidad hay un segmento importante del antichavismo jugando en la cancha legal, dispuesto a respetar las normas de la competencia y la autoridad del árbitro. Pero, como somos gente picada de culebra, brincamos al ver bejuco.
No se debe culpar a los paranoicos, pues el memorial de agravios de la oposición a lo largo de 25 años y, sobre todo, en los últimos diez o doce, es para volver obseso de las conspiraciones al más relajao. Y, además, como dice la frase de moda: ha habido señales.
Anotemos entre ellas los cinco complots detectados en 2023, en los cuales había involucrados sujetos ubicados en lugares clave para abrir la caja de Pandora. Y añadamos la reacción de fieras acorraladas que ha tenido en Estados Unidos, en algunas ONG y en ciertos círculos opositores la detención de la abogada Rocío San Miguel. Cuando el río suena, puede que haya alguien más arriba echándole piedras.
Podemos hilar más fino, aunque tampoco hace falta tanto, porque estos conspiradores son bastante burdos y hablachentos. Se han pasado estos dos primeros meses tratando de revivir tramas ya fracasadas y refracasadas, que apuntan a la tesis del Estado fallido o forajido y, en las últimas semanas, han tratado de agitar y desestabilizar el país con rumores sobre tragedias, melodramas y tragicomedias presuntamente ocurridas en el seno del chavismo.
Todo indica que —con perdón de Gustavo Adolfo Bécquer por parafrasearlo en un asunto tan ramplón— “están volviendo las oscuras golondrinas en nuestro balcón sus nidos a colgar”.
Primera matriz: No quieren medirse
Desgranemos esto porque es importante analizarlo. La primera matriz de opinión lanzada en 2024 fue la de que, como no estaba fijada la fecha de las elecciones, debía entenderse que el gobierno no quería realizarlas. Entonces apareció en pantalla todo bicho de uña opositor clamando por un calendario electoral y diciendo que el gobierno tenía miedo de medirse.
Si se revisa la historia del último cuarto de siglo se constatará que quienes se han negado de manera contumaz a participar en elecciones han sido los opositores: boicotearon las parlamentarias de 2005; las de la Asamblea Nacional Constituyente de 2017 (incluso con actos de violencia contra los votantes); las regionales y municipales de 2017; las presidenciales de 2018; las legislativas de 2020; y las regionales y municipales de 2021. Pero eso no les impide declararse ahora irrestrictos militantes del sufragio y denunciar que es el chavismo el que no quiere elecciones.
La Asamblea Nacional tomó la iniciativa de convocar al diálogo para establecer el tan solicitado cronograma electoral y entonces, algunos de los que más fuerte estaban gritando, no acudieron a la cita o se pusieron remolones y malcriados para asistir. Salió a relucir el argumento de que esa propuesta no debe presentarla la AN, ni siquiera en amplia consulta, sino que la debe decidir el Consejo Nacional Electoral. Significativamente, quienes plantean esta exquisitez jurídica son los mismos que se han dedicado con gran tesón a descalificar al CNE, al punto de no haber querido que diera apoyo técnico a sus elecciones primarias del pasado octubre.
El Estado fallido o forajido
Aterricemos ahora en el asunto de las narrativas sobre Estado fallido o forajido. Los montajes y maquinaciones en este punto son un claro síntoma de lo que viene por ahí rodando.
Hagamos una parada en la “denuncia” de la inhabilitada María Corina Machado ante congresistas de Estados Unidos. Según ella, Venezuela es el cuarto productor mundial de cocaína. Se trata de una falsedad de dimensiones cósmicas (no cómicas, pues como chiste es muy malo), pero que tributa a la ya muy desgastada patraña del Cartel de los Soles y el narcorrégimen, que ha sido propalada —con el más absoluto descaro— por los capos políticos de la derecha colombiana y sus compinches locales.
Ya sabemos que no importa lo absurdo que sea el embuste, si hay la decisión geopolítica de tomarlo como pretexto, lo harán, como aquello de las armas de destrucción masiva de Irak, que solo necesitó de un frasquito en las manos de Colin Powell (un general con el alma negra) y todo el mundo, literalmente, se tragó el chisme que permitió a Estados Unidos matar a un millón de iraquíes y ejecutar luego a Saddam Hussein “por crímenes de guerra”.
Secuestrada, torturada, desaparecida
Cuando se produjo la detención de la abogada Rocío San Miguel, todos a coro comenzaron a darla por secuestrada, torturada, desaparecida forzosamente o quizá fallecida. Y los mismos abominables gobiernos que respaldan el exterminio de palestinos se atrevieron a exigir que fuera liberada de inmediato y sin condiciones.
Durante horas, la prensa global se llenó de las protestas por la privación de libertad de esta señora, opacando o sacando de las pantallas otras noticias, como que ese mismo día el ejército sionista estaba matando centenares de civiles mediante bombardeos indiscriminados en Rafah.
Esas depravadas manipulaciones contribuyen a la estrategia de presentar a las autoridades legítimas de Venezuela como si no lo fueran. Por eso, según la narrativa global, no detienen a una ciudadana solicitada, sino que la raptan y la desaparecen. En fin, es el retorno a los días del “cese a la usurpación”, esa piedra grande con la que los opositores ya tropezaron y salieron con traumatismos fuertes generalizados.
La diáspora malandra
Sigamos, porque cuando la historieta de la señora desaparecida perdió fuerza, volvieron también con un nuevo remake: los migrantes malandros.
Este es otro de los puntos en los que, como dice el opositor Chúo Torrealba, es seguro que de coherencia la oposición no se va a morir. Y es que primero pintaban a quienes se marcharon del país como gente que huía del socialismo y de la dictadura, lo que hace suponer que eran mayoritariamente antichavistas. Pero cuando algunos empezaron a portarse mal, a protestar o, abiertamente, a delinquir, cambiaron el relato para decir que son chavistas infiltrados o sujetos que Maduro sacó de las cárceles y los envió a los países vecinos o, peor aún, al imperio, donde antes de que ellos llegaran, todo el mundo era feliz y no había delincuentes.
[Por cierto, existe una amplia documentación para afirmar que los grandes grupos delictivos de Caracas y varias regiones del país (las megabandas) han tenido relaciones carnales con la oposición extremista y estaban coordinados para unos cuantos baños de sangre en momentos clave, como la madrugada de la Operación Gedeón, en mayo de 2020 y la Fiesta de Caracas, en el bicentenario de la Batalla de Carabobo, en julio de 2021. Se sabe que para las guarimbas de 2017 contrataron criminales que terminaron siendo los azotes de los mismos vecinos opositores. Pero, en la historia rematrizada, ese nexo ha sido borrado. Dejemos esto sólo como acotación porque no es el tema central].
Las noticias sobre venezolanos rateros, carteristas y tumbateléfonos en Nueva York resultaron muy apropiadas para golpear el gentilicio y hacernos sentir vergüenza, justo en los mismos días en que la élite cleptómana de Estados Unidos nos estaba robando un avión 747, con un costo estimado de 400 millones de dólares.
También difundieron rumores según los cuales ahora los pobres ciudadanos gringos van a estar a merced de “el Niño Guerrero”, un producto de exportación venezolano que habría logrado entrar a Estados Unidos y cabe suponer que hará fechorías allá hasta que sea neutralizado por alguno de los superhéroes de la Liga de la Justicia.
Todas esas noticias verdaderas o falsas, rumores, chismes y fabulaciones se dirigen al mismo fin: tener un argumento para acusar a la República Bolivariana de Venezuela de ser una amenaza para la seguridad nacional de la superpotencia norteamericana y de los otros países del vecindario, razón más que suficiente para justificar agresiones militares, paramilitares, mercenarias o lo que sea.
De nuevo, otra de las opciones sobre la mesa, que se están desempolvando en año electoral. El impresentable exembajador William Browfield, alias “el Tuqueque”, se ha permitido proponer un bloqueo con buques de guerra; una invasión clásica y un ataque quirúrgico, todo ello dicho ante una periodista nacida acá que, más que en una entrevista, parecía estar en una tanda prolongada de sexo tántrico.
En esa misma onda se inscriben las “babosadas” (así las llamó alguien, acertadamente, en X) del prófugo Iván Simonovis en torno a la supuesta incursión de un comando de la Dirección General de Inteligencia Militar en Chile, para “secuestrar” a un militar venezolano radicado allá.
Fue una conseja sumamente estúpida, pero, de nuevo, se trata de presentar al país como el vecino delincuente que debe ser disciplinado y puesto en su sitio. Y se hace tomando como supuesto lugar de los hechos a uno de los países donde más ha florecido la xenofobia hacia los venezolanos, una nación presidida por un tibio-casi-frío (género tan peligroso como el de los ardientes ultraderechistas).
El veneno de los rumores
Y si de técnicas ya utilizadas hablamos, la de difundir rumores acerca de muertes y otros dramas entre los altos cuadros revolucionarios regresó con mucha potencia.
Se activó la red de compadres que conocen a una señora que le da masajes a la esposa de un mesonero que trabaja en la cocina de un comedor de Fuerte Tiuna, donde se la pasa un ayudante del general Padrino. De resultas, Diosdado Cabello estaba recluido en el Hospitalito, muy grave (en otras versiones, ya muerto) como consecuencia de un envenenamiento. “Fue por un lío familiar”, me susurró un caballero en la sala de espera de una clínica.
[Lo más interesante de estos “bulos” (como les dicen en España) es que son resistentes a la realidad. Verbigracia: le comenté al señor en cuestión que Cabello había aparecido el lunes, muy rozagante, en la rueda de prensa del PSUV, ante lo cual contestó: “Eso pueden haberlo grabado hace tiempo”. Le insistí en que Diosdado había hablado de temas actuales, incluso de su “muerte”, pero el señor me miró a los ojos y dijo: “Tal vez es un doble. Todos ellos tienen dobles, igual que los cubanos”].
En fin, que el año electoral avanza a paso rápido con una parte de la oposición (la que más ha metido la pata) tratando de hacer nuevas películas con sus viejos libretos. Y luego se extrañan porque son un fracaso en taquilla. No quieren entender que, si las primeras partes fueron malas, es de esperar que las segundas partes sean peores.