Jesús Alberto Castillo: Tiempo de buenos estrategas

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Todas las acciones humanas procuran alcanzar un fin determinado. Por ejemplo, el de la educación es la enseñanza; el de la agricultura es la producción de alimentos, el de la medicina es la salud; el de la economía es la riqueza; el de la estrategia es la victoria. Cada una de esas actividades van ordenadas de determinadas maneras y dirigidas hacia el logro de bienes particulares y éstos a uno más general que los ordena y contiene para satisfacer necesidades.

Así lo concibió Aristóteles en “Ética a Nicómaco”, quien señaló que “El arte de fabricar los frenos y todo lo demás concerniente a los arreos de los caballos de subordina al arte hípico y éste, a su vez, y toda la actividad guerrera, se subordina a la estrategia, y de la misma manera otras artes a otras”. Tan célebre pensador no reparó en reconocer su admiración por la política como la más excelsa y superior de todas las actividades humanas por ser la que define si las demás han de cultivarse o no, de qué forma se realizarán, cómo y quienes son los responsables de llevarlas a cabo.

Se deduce, por consiguiente, de esta apreciación aristotélica que el político debe ser un gran estratega para acertar en sus resultados, es decir, obtener la victoria. Cosa que no ocurre, realmente, con muchos actores de la oposición venezolana, al juzgar por sus actuaciones frente al gobierno de Nicolás Maduro. Para los expertos en la materia, el problema de que un gobierno con poco nivel de aceptación popular se mantenga en el poder radica en los propios errores de sus contrincantes.

Precisamente, debe haber sentido de responsabilidad y capacidad reflexiva de la dirigencia opositora para acometer con éxito lo que se proponga. Esto pasa por tener una sincera comprensión de la realidad política y asumir entre todos sus voceros una estrategia compartida que dé realmente en la diana, la cual muchas veces llevará implícito sacrificios que son necesarios. En el combate político no se puede esperar que el adversario conceda todo, mucho menos cuando éste no es de talante democrático y existen situaciones divergentes y de dispersión por quien exige en la negociación.

Los óptimos resultados se producen a partir de grandes estrategas que tengan clara comprensión del terreno donde se mueven, del adversario que tenga al frente y de las potenciales alianzas que pueda reunir a la hora de emprender el combate. Es tiempo de dirigentes que actúen más con la cabeza que con el corazón y estén dispuestos a deponer actitudes, dando un paso atrás para poder dar, más adelante, cinco más hacia adelante.

Venezuela ya no aguanta más tanta improvisación y errores en los sectores contrarios al gobierno. Habrá que visualizar otros horizontes estratégicos, aunque algunas voces extremas digan lo contrario. El gobierno juega duro y puede sorprender a más de uno. La oposición debe estar unida, preparada con varios emergentes y evitar que la decepción no arrope en el futuro a su esperanzado ejército. La ruta es y seguirá siendo la electoral.

Politólogo y Profesor Universitario

 

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