En las luchas de antes, la palabra salario era como un talismán y, al mismo tiempo, una referencia o clave para atraer a las multitudes. Las masas ardían cuando escuchaban la palabra y los combatientes de los partidos, gobierno y oposición, enarbolaban, pronunciaban y hasta lanzaban al aire en cualquier espacio, hasta solitario, como una práctica contra el olvido y hasta para arrastrar votantes.
Para los partidos políticos, desde la socialdemocracia en adelante, hasta llegar a los más atrevidos que soñaban cambiar el mundo con un chasquido, aquella palabra era de uso habitual para atraer a las multitudes, que son justamente, las que viven de lo que significa salario; pues no era por la simple palabra, sino en lo que ella se trueca, en dinero y más que esto en capacidad adquisitiva de mercancías para soportar la vida. Pero al mismo tiempo para dinamizar la economía, como que los productores de mercancías se sientan demandados por los intermediarios que hagan llegar su producción a quienes forman el último eslabón de la cadena, los consumidores con buenos salarios.
Pero el salario lo paga quienes, directamente o no, controlan el proceso de la producción de mercancías a quienes trabajan y, en buena cantidad, deben comprar de aquellas para subsistir.
Pero la vida que “es bella”, es también rica, tanto que produce de todo, hasta mercancías para el dopaje y el engaño. Así como nacen los partidos de los trabajadores y otras clases intermedias que con aquellos en muchas cosas coinciden, por lo que es fundamental unir sus fuerzas, habiendo hombres expertos en hallar esas coincidencias, hay también los contrarios a estos, que trabajan pensando en el interés de los dueños de las mercancías y pagan el mayor volumen de salarios. Y tienen la habilidad o permeabilidad necesaria para introducirse donde sea menester y necesario para imponer su mandato.
Esos partos de partidos, en veces son muy pensados, otros son el resultado de un simple instinto, de ese inherente por la cuestión de clase. La de ser el dueño de la mercancía y pagar el salario. Y hay, así como el Libertador, tipos dispuestos a unirse a una lucha distinta a la de su grupo de origen, pese eso les lleve a la ruina material, también sus tránsfugas, irracionales, engañados por puro sentimentalismo o simple cálculo, como que “allá saco más provecho que acá”. En este espacio hay como más brillo y hasta oportunidades para comprar más mercancías y alcanzar más reconocimiento que, a la larga, también como un acto, digamos alquimista, se vuelve mercancía. No olvidemos que el dinero es un medio de cambio y al mismo tiempo una mercancía.
Pero esa palabra se ha vuelto, como dirían en Cumaná en mis tiempos infantiles, “correosa”, se resbala, esconde, hasta se hace inalcanzable. Pero también es como subversiva y hasta una especie de “espita”, por donde pudieran escaparse los gases y provocar un estallido y hasta incendio. Y por lo que uno lee, dentro de un estrecho y cerrado espacio, ha adquirido la connotación de impronunciable, pero para quienes del salario o lo que esa palabra significa viven.
Quizás, por esto último, las fuerzas que con mayor rigor y hasta rechazo se enfrentan, en la búsqueda y conservación del poder, donde cada quien procura ejercer mejor el mismo rol, tratan que dicha palabra se disuelva en el espacio, se borre del recuerdo, pese la gente la sienta en las tripas. Es decir, los enfrentados en esto coinciden, sólo que cada uno quiere ser el autor de esa tarea. Es un asunto de saber llegar, pero al contrario de la canción mexicana, también saber hacerlo. O tener la opción de cobrar los derechos de autor.
En el debate político venezolano se habla de todo. Se dicen coherencias e incoherencias. Descaradamente se usan definiciones sin sustento o no y hasta se inventan percepciones para justificar procederes ilegales. Si opto por el ejercicio de determinadas tareas políticas para intentar ganarme la atracción de la gente no habiendo de donde afincarme, este invento. Como que mi adversario es esto o aquello, pese mi descripción o calificación en él no encaje para nada. Me basta inventarlo y hallar unos cuantos que eso repitan, lo que no es difícil, teniendo como pagar un número suficiente de portavoces de paso muy activos y nada preocupados por esa tontería que llaman la moral. Los ríos secundarios, sin costo alguno, se encargarán de llevarlo a cada orilla. Hay en abundancia violadores de las normas, hasta de la indecencia, que lo son, según el lado del cual se encuentren. Cada bando declara quién es delincuente, terrorista y hasta corrupto. Y al final, pese haya arrume de pruebas contra él, terminará en su universo siendo inocente y culpable en el otro.
Los políticos que manejan y hasta monopolizan la propaganda y la verdad en Venezuela, hablan de todo. Unos a otros se acusan de lo que sea menester, siendo verdad o no. Ellos se encargarán que en su espacio la verdad se vuelva mentira y viceversa. De lo que no hablan, pese eso no lo hayan tratado en ninguna parte, empezando en los diálogos, como esos de Barbados, es sobre materia salarial. Allí, esa palabra es como inmoral o de tan bajo nivel que nadie pierde su tiempo pronunciándola, pese se puede hablar de todo y hasta intercambiar cosas impensables e inesperadas.
Al parecer, eso lo hablan en secreto, dentro de bóvedas demasiado herméticas, entre el gobierno, Fedecámaras, la OIT, de la que siempre se ha sabido la palabra salario y su contenido le da piquiña, pese fingen lo contrario, y unos dirigentes sindicales cuyos nombres, por algún motivo, como que no dirigen ni representan a nadie, menos a la clase obrera, se mantienen en el más absoluto misterio y hasta clandestinidad.
Pero en estos largos días, desde el año 2022, según los participantes, se ha venido produciendo un aquelarre, donde los brujos y brujas y hasta el macho cabrío que hace de demonio, han venido tratando el tema del salario. Dos años llevan en eso mientras el ingreso mínimo de los trabajadores sigue estancado al lado de una inflación que crece firmemente, indetenible, pese en algunos momentos disminuya su velocidad y hasta detenga su andar por escasos momentos.
De ese aquelarre, en cual los demonios que le componen, Fedecámaras, gobierno, CTV y la OIT según el video que vi y escuché, dos de sus integrantes, CTV y Fedecámaras, dieron unas declaraciones sobre el tema a un periodista de una red audiovisual que no llega ni a la esquina.
Me llamó la atención que, por los trabajadores, lo que de hecho da para hablar de demonios, en ese aquelarre, participa la CTV, un cadáver del cual aquí ya nadie se acordaba. Eso sí, como hubiese dicho Rómulo, es cadáver pero insepulto. En lo que a mí respecta, lo había dado por sepultado en secreto y entre íntimos, para cuidar la vergüenza. ¿A cuáles trabajadores representa un organismo que abandonó esas obligaciones desde hace mucho tiempo? ¿Cómo puede un cadáver salir de su fosa a ejercer labores de las cuales fue desechado y por las cuales fue repudiado hace mucho tiempo atrás por los trabajadores? Pues porque está insepulto. ¡No me defiendas compadre! Y es más, por la CTV habló un personaje de esos que uno, quien vive tras la noticia, nunca había oído mencionar, por lo que sería valedero decir irónicamente: ¡En su casa le conocen!
Por los patronos privados estuvo o está en ese aquelarre Jorge Roig, quien habla de aumentos, pero sujetos a la misma oferta de cuando Caldera, modificar la LOT. Según él, como en aquellos tiempos dijeron quienes jugaron el mismo rol en aquel aquelarre, se podría empezar con aumentos módicos, sostenibles pero con la debida frecuencia. Pero en aquel acuerdo no se estableció un proceder y menos obligación para su debido cumplimiento, se dejó aquello en manos del patrón y terminamos en una verdadera estafa.
Pero mientras el de la CTV habla de 200 dólares, lo que ve muy viable, según las cifras que se manejan y la sentencia de los expertos por el organismo laboral consultado, Roig, por Fedecámaras, lo declara impagable y habla de 100 o un máximo de 110, pero si reforman la LOT.
Está también en el aquelarre la OIT que, pese su nombre, demonio o brujo al fin, siempre cambia no sólo de rostro sino de proceder y se pone de parte del contrario. Finge estar de un lado pero está del otro. Cuando entra escena es una cosa que se va transformando hasta llegar a otra que hasta termina muda.
Y está el gobierno, el Estado, un organismo bestial, como lo decía el propio Chávez, que privilegia su existencia y el orden prevaleciente por instinto, para eso fue creado o para decirlo al gusto de otros, con ese fin nació, viendo que había que mantener un orden. Tiene sus particulares intereses, como gobierno, el de subsistir a toda costa. Pudiera actuar en contrario, pero eso depende de quienes lo manejen y en eso entran muchos y de la presión, de distinta naturaleza, que sobre él se ejerza. Y este tiene además, la facultad de decidir, los otros sólo la de recomendar. Es pues, en el aquelarre, el demonio alrededor del cual giran brujos y brujas. ¡Así será el negocio!
No es nada difícil percibir que, en esas reuniones, que sólo tienen la función de elaborar un propuesta salarial para que el gobierno decida, no participan los trabajadores; allí no está la verdadera representación de los tantos sindicatos de educadores, enfermeros y trabajadores todos, esa que goza de la confianza de estos, sino un ente de un viejo historial de inconsecuencias y además cadavérico, a quien todos, habíamos venido dando por inexistente. Por algo es un demonio, brujo y hasta cadáver insepulto, que participa en un aquelarre que, como tal, es secreto.
El Estado o el gobierno, a quien de paso se le ha dado el rol de decidir, por aquel aquelarre, como si fuese un ente imparcial, una balanza perfectamente equilibrada, en un país donde la constitución habla de lo participativo y protagónico, no tiene quien le presione y hasta exija con el interés, carácter y dirección propia de los trabajadores, sino hacia el lado contrario. Para esto, las conversaciones se hacen en privado y con excesiva discreción.
Mientras tanto, el debate político, entablado entre las fuerzas que, por lo menos, en las redes tiene preferencia, olvida o mejor omite de manera deliberada el asunto salarial, pues están plenamente de acuerdo cómo, dónde y con quienes se viene dando.