Arminda Alvarado entre luces y sombras, por Ezequiel Querales Viloria

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Una muy joven Arminda Alvarado, flanqueando al presidente Raúl Leoni. En otra imagen, recibiendo una medalla del mandatario, Carlos Andrés Pérez.

Con ocasión de conmemorarse un nuevo aniversario del Día Internacional de La Mujer, es justo reconocer, la infatigable labor, de muchas mujeres venezolanas, hoy prácticamente anónimas, que cumplieron un rol, si no, protagónico, sí importante, en la reconstrucción de la democracia y el desarrollo del país.

Junto a hombres y mujeres, líderes y lideresas, de primer orden, que hoy destacan en la historia y modernidad de la patria, también está, la pequeña historia, casi oculta, aunque no olvidada, de otros protagonistas, que igualmente dieron su valioso aporte a la nación, y han pasado desapercibidos.

Hoy abordaremos, un rasgo muy particular, de la activa vida política, gremial y social, que por 60 años, o tal vez más, marcó la ruta luchadora de Tía Armida Alvarado de Mosquera, contra las injusticias, y mejores condiciones de vida para los trabajadores, a lo largo de su longeva existencia de 94 años.

Tía Arminda, vino al mundo, un primoroso 3 de mayo de 1929,  en la pintoresca población trujillana de Isnotú, cuna del beatificado, Siervo de Dios, José Gregorio Hernández.

De muy joven, la familia se radicó en Caracas, en plena dictadura de Marcos Pérez Jiménez, donde se inicia en el exigente oficio de salvar vidas, como auxiliar de enfermería, en los hospitales de la capital.

Casi adolescente, se unió en matrimonio, a su fiel compañero de tantas luchas, incluso, contra la dictadura perezjimenista, José Domingo Mosquera (Chemingo), de cuya unión, nacieron sus cinco hijos: Milton, Alba (Cielo), Irvin, Belinda (Rocío) y Melvin. Al igual que sus hermanas Alba, como Cielo, y Belinda, como Rocío, Melvin también recibió el curioso bautizo de su padre, como Negro Bill, identidades que los tres hijos, conservan con orgullo hasta el día de hoy, como un hermoso recuerdo paterno.

De la mano, del anecdotario familiar, reseñas sindicales y breves crónicas del partido Acción Democrática (AD), donde militó, y libró mil batallas callejeras, por el avance de los beneficios laborales, vigencia de la democracia y de los derechos humanos,  reseñamos, que  Tía Arminda, saltó a la política venezolana, casi a la par, del nacimiento de Acción Democrática (AD), en Caracas, allá por el año 1941, del siglo pasado. Y desde entonces, asumió la militancia en el partido del pueblo, como un verdadero apostolado por la justicia social, misión que nunca abandonó, sino hasta muy avanzada edad.

Con la caída de la dictadura en 1958, ya la Tía Arminda se había ganado la admiración de sus compañeros de partido, así como de los nacientes sindicatos de obreros y trabajadores, en el país, por su atrevida incursión, en la peligrosa clandestinidad.

En su trabajo de más de 30 años, en el Instituto Venezolano de la Seguros Sociales (IVSS), donde se labró su carrera profesional a fuerza de entrega y esfuerzo, hasta culminar como  Supervisora Nacional de Personal Auxiliar del organismo,  dejó una impronta imborrable en el fortalecimiento de la seguridad social y los valores sindicales del país.

No hay duda, que Tía Arminda, fue una luchadora a tiempo completo. Prácticamente se desdoblaba, para  rendir en sus responsabilidades dentro de la directiva del IVSS, y del sindicato, como en sus diversas tareas partidistas, pero sobre todo, en su rol más preciado, el de madre abnegada y consecuente esposa.

Se destacó como jefe de protocolo de AD, en las habituales veladas presidenciales, e institucionales adecas, ganándose el aprecio de los grandes paladines de la democracia venezolana, como Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Carlos Andrés Pérez y Gonzalo Barrios, entre otros. Invalorables luces, que sin duda, contribuyeron a completar su formación política.

Menuda de tamaño, pero grande en nobleza y gallardía, Tía Arminda, es admirable. Construyó una hermosa familia, combatió aguerridamente, dos dictaduras, y contribuyó a levantar el árbol de la democracia, derribado en mala hora, por el engaño más tétrico, que se ha hecho al Padre Libertador. Su agitada e inquieta pasión, se apagó un 11 de enero del 2024. Honor, a quien Honor merece.

(Foto cortesía del archivo familiar)

ezzevil34@gmail

 

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