No voy a tocar este tema en el sentido de la necesidad de las elecciones en los sistemas democráticos representativos, como es el caso legal y constitucional de Venezuela, independientemente de su cumplimiento o no por las cúpulas gobernantes y opositoras del presente y del pasado. Cuando hablo de la necesidad de las elecciones, me refiero a que las presidenciales venideras las necesitan y las quieren todos los sectores políticos y económicos del país, con la excepción quizás de grupos minoritarios fanatizados del gobierno y de la oposición, que coinciden en su desagrado electoral, aunque por consideraciones opuestas, y de delincuentes de ambos sectores, cuyos negocios han prosperado y marchan viento en popa con el gobierno de Maduro.
¿Son las elecciones presidenciales necesarias para el gobierno? 1) Chávez insurge contra la democracia bipartidista con un golpe de Estado. Sólo años después es convencido de asumir la vía electoral. La asume y gana las elecciones de 1998. 2) A partir de ese momento, las elecciones han sido parte fundamental de legitimación de origen de la llamada revolución bolivariana. Es el núcleo de argumentación del carácter democrático del régimen. Cada vez que el régimen es cuestionado, saca a relucir las numerosísimas elecciones hechas, aunque las mismas ya no son tan numerosas como con Chávez, pues indiscutiblemente la cúpula gubernamental y del PSUV se han alejado mucho de la forma de hacer política de Chávez. Siguen usando su figura, discursos, anécdotas y conversaciones, aunque mucho menos que en el pasado, pero sólo como algo utilitario en la coyuntura actual.
Este elemento legitimador es tanto al interior del país como en el extranjero. Romper con el mismo no parece fácil, ni el gobierno desea tampoco hacerlo. Estamos claramente en el siglo XXI y los gobiernos dictatoriales no son ciertamente bienvenidos por sus vecinos, ni por la mayoría de las naciones occidentales. Y… Nos guste o no, somos parte de Occidente. Entonces, la cúpula gubernamental y el PSUV necesitan hacer elecciones para legitimarse como Estado democrático. Tienen que hacerlas. No son una opción. Tienen que respetar la Constitución en este aspecto. Esto nos plantea con claridad la necesidad de asumir una conducta sensata y entender que el gobierno de Maduro no es invencible electoralmente. Maduro no es todopoderoso. Si lo fuera, tendríamos que retirarnos a nuestras moradas y olvidarnos de la política, o abandonar el país.
¿Son esas elecciones competitivas, transparentes, sin ventajismo? No. No lo son ni lo serán. Es curioso que lo exijan quienes señalan que vivimos en una dictadura tiránica y sanguinaria. Es como pedirle peras al olmo. Pero, para que unas elecciones legitimen tienen que tener ciertas características importantes que no son prescindibles, y eso lo debería entender en primer lugar el propio gobierno, que es quien necesita legitimarse. Tiene que haber una oposición política, y aunque mermada, desorganizada, aventurera, insensata, incoherente, la hay. Y un sector de la misma, particularmente beligerante y violento, deja clara su existencia y legitima el carácter no dictatorial ni tiránico del gobierno. ¿Cómo es que en una tiranía sangrienta existe y actúa libremente esa oposición? Ojo. No estamos diciendo que vivimos en un modelo de democracia ni mucho menos.
No defendemos al gobierno. Ponemos las cosas en su sitio. ¿Es la legitimación gubernamental igual con cualquier candidato opositor? Sin duda que no. María Corina lo legitimaría mucho más, pero para qué lo necesitaría si va a perder el poder con ella. Hasta ahí no llegan y menos con quien los ha amenazado con apresarlos y enviarlos para Guantánamo. ¿Cualquier otro candidato opositor legitima? Sí, pero en mucho menor grado. El gobierno debe entender que esa legitimación es mayor si compite con un candidato decente y no contra candidatos hechos a su medida. ¿Corre peligro de ser derrotado? Sí. Pero es un peligro que no lo inhabilita para volver a ser gobierno. Que le puede permitir cogobernar; de hecho, el resto de los poderes públicos quedaría en sus manos. El PSUV se mantendría en la política, incluso con mayores garantías que las que ha dado a quienes se le oponen. Y tendría la seguridad de que no va a ser perseguido para exterminarlo.
La precipitación que acabamos de ver con la fijación de la fecha electoral, aunque previsible, nos indica que la cúpula dirigente gubernamental no se ha percatado de lo que hemos señalado. No ha internalizado que seguir en esta guerra no favorece a nadie, ni siquiera a ellos mismos, y es extremadamente dañino para la nación venezolana. Desperdicia además la oportunidad de superar la crisis aportando una plataforma electoral plural, inclusiva y propicia a los cambios democráticos en paz. Quedarse a juro es mucho peor que dejar el poder por un tiempo, y retar en esa forma los deseos intensos de por lo menos el 80 por ciento de los venezolanos, puede llevar a situaciones incontrolables, desagradables y contraproducente para todo el mundo.