En Venezuela casi siempre pasa lo mismo en ambos bandos. Uno acusando al gobierno de que no hace las cosas que tienen que ver con la expresión de la gente, y el otro abusando sin escrúpulos del poder que tiene, regalado por la abstención.
Lo cierto es que el gobierno, jugando su propio juego, siempre lleva un paso adelante, y en esta oportunidad convocó –a través del CNE que controla- las elecciones presidenciales para el 28 de julio, día del nacimiento del extinto Presidente Chávez, con el añadido de que las postulaciones tienen un plazo del 21 al 25 de marzo 2024, es decir, ya.
Comenzaron a salir candidatos hasta de debajo de las piedras, unos más serios que otros tontamente folklóricos, sin chance alguno, ni seriedad frente al país.
Por su parte, la candidata de la plataforma unitaria democrática, sigue recorriendo el interior del país, pero inhabilitada para su participación, tal como ratificó el TSJ, recientemente. Dice que se va a inscribir, de todas maneras, y algunos de sus asesores, advierten que hablar de sustitución de su candidatura, es un ¨acto de traición¨, por lo cual, siguen con ella ¨hasta el final¨, como el slogan de su campaña.
Siempre hemos reconocido su derecho a luchar por su habilitación, habida cuenta del atropello de que ha sido víctima, pero también hemos dicho que en caso de que finalmente no pueda, debe contribuir a la construcción de una candidatura de consenso que pueda ser ganadora. No en plan de levantarle la mano como su ¨delegado¨, porque ella, ni nadie es dueño de la oposición, pero si como figura importante dentro del amplio y diverso sector opositor.
Al parecer no se ha entendido la necesidad de vencer ampliamente con votos al candidato del gobierno, y generar los mecanismos para un acuerdo de convivencia pacífica; de amplias garantías de no persecución, ni venganzas, acompañado de un programa de gobernabilidad que de manera urgente atienda el drama de los servicios esenciales para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, en un ambiente de paz social.
Se trata, no solo de ganar las elecciones presidenciales, sino de garantizar la entrega del poder, y la viabilidad de un gobierno de transición, que siente las bases para la recuperación socioeconómica de la nación, para luego emprender los grandes cambios políticos que habrá de decidir –ojalá sea por consenso también- la próxima Asamblea Nacional, cuyas elecciones son en 2025.
Seguir con la cantinela de que ¨solos no podemos¨, o la necesidad de imponer ¨sanciones económicas¨ al gobierno, que afectan solo a los ciudadanos, y que el gobierno ya resistió en el pasado reciente, sólo se explican por la incapacidad para entender el fondo del asunto.
El pragmatismo de la negociación directa de gobierno a gobierno, entre Estados Unidos y Venezuela, sigue su camino más allá de la retórica sancionatoria, y PDVSA luego de estar en el subsuelo de la producción, advierte que este año alcanzará 1.200.000 barriles diarios, lo cual, ayuda al gobierno de Maduro y a la economía venezolana de manera significativa.
La persistencia sensata es importante en política, pero hay que advertir que la impaciencia, como la ambición desmedida, pueden ser crueles y causar daños irreversibles.
El gran objetivo es vencer con holgura al gobierno, y hacer un gobierno para todos; frenar la destrucción, y avanzar con seriedad hacia la recuperación institucional; social, y económica de la nación.
Figuras importantes de la política mundial tuvieron que llenarse de paciencia, y contribuir con alternativas eficaces, para alcanzar triunfos importantes frente a adversarios muy poderosos, para luego desarrollar sus propias iniciativas.
Adolfo Suárez-Felipe González (España); Ricardo Lagos-Patricio Aylwin (Chile); Nelson Mandela (Suráfrica), entre otras figuras mundiales.
Perder la posibilidad de este tren histórico, puede significar el descarrilamiento definitivo de todo evento futuro.
Aguzar la inteligencia; actuar con desprendimiento y patriotismo, y construir el futuro con la mejor y más sensata de las candidaturas posibles.
@romanibarra