Es propio del crecimiento humano el asumir una postura en particular hacia la vida. En la construcción de esa postura tienen mucho peso las experiencias personales vividas y los mensajes que hemos recibido desde antes incluso de desarrollar una memoria estructurada y un aparato psíquico. Esa postura nos determina y genera en cada uno de nosotros una predisposición hacia las cosas y crea los juicios y prejuicios que nos caracterizan.
Optimismo redundante
Un optimismo extremo es una manera de practicar lo superficial y lo vacuo. Quien se arma de una alegría insustancial, llevará una vida bobalicona, jalada por asuntos poco pensados y escaso desarrollo de lo que potencialmente uno puede llegar a pensar. El optimismo que redunda es una manera de desarrollar la vida con ligereza y frivolidad que potencialmente puede llegar a hacer que las cosas sean aburridas y no adquieran el mínimo de intensidad que se podría crear en torno a cualquier cosa.
Pesimismo banal
Como una paradoja perfecta, lo más rancio que podemos encontrar en el otro extremo es conceptuar la vida de manera tal que cada asunto que se nos asome lo veamos en forma refleja con pesimismo. Al igual que el optimista redundante o vacuo, el pesimista banal también cultiva el vacío y aquello que podría tener la magnitud de la tragedia es asumido también con frivolidad y ligereza. De ahí que tanto el optimismo redundante como el pesimismo banal son frívolos, huecos y vacíos.
Calles ciegas, puntos medios y otros desafíos
Si nos descuidamos, o por no poder evitarlo (es lo mismo), podemos ser presas del optimismo redundante y/o del pesimismo banal. Como buenas antípodas, gustan coincidir en lo mismo a pesar de su apariencia aparentemente radical. Si logramos descifrar ciertos entuertos que vienen en nuestras raíces podemos terminar en callejones sin salidas. Cuando sorteamos los problemas vitales, hay espacio para tratar de encontrar puntos medios y puede surgir el desafío supremo de vivir la vida con la mayor intensidad sin hacernos daño. El arte de vivir es una apuesta a existir con plenitud huyéndole a la autodestrucción.
Huye de ellos
En lo personal, les tengo fobia a las dos maneras de asumir lo vital. Tanto lo pesimista como lo optimista planteado con superficialidad son maneras de cultivar la vileza. Ser ignorante es siempre una forma de representación de lo malo, o, mejor dicho, del mal. Cuando asumimos posturas extremas nos contagiamos de fanatismo y desaparece la posibilidad de pensar, repensar y entender aquello que hacemos y cuanto nos rodea. El sendero vital está lleno de posibles aventuras y espacios con puertas que se abren para la placidez y el goce placentero. Lo superficial es una manera de sabotearlo.
Filósofo, psiquiatra y escritor venezolano – alirioperezlopresti@gmail.com – @perezlopresti