¿Dónde está la juventud? Se ha venido preguntando Héctor Alonso López, en los actos de apoyo a María Corina Machado y es que es notorio, la ausencia emotiva y estimulante de ese sector de la sociedad venezolana vibrante, ante el llamado de la historia republicana, hoy desencantada y en algunos casos abozaleada, que trataremos de justificar. Héctor Alonso López, fue líder de la juventud de Acción Democrática que a raíz de su primera división (MIR) comenzó a rescatar Humberto Celli y en lo sucesivo Cristóbal Hernández, porque esos jóvenes se habían formado en base a principios políticos y morales. A López, le corresponde ir en busca de los que creyeron en el pensamiento de Rómulo Betancourt, Prieto Figueroa y la candidatura de Carlos Andrés Pérez I, Lusinchi y Pérez II, con aciertos y errores, hasta que Hugo Chávez destapara la “Caja de Pandora” con sus nada triquiñuelas ocultas de la democracia que se derrumbó, renaciendo, como un zombie, en una dirigencia ya experimentada en corrupciones al amparo de los insepultos Luis Miquilena y José Vicente Rangel.
La interrogante de López es sensata y su ausencia justificada. Haber abandonado a los estudiantes asesinado, presos y torturados aquel febrero de 2017, fue una insensatez de quienes los mandaron a la calle y emigrar fue la respuesta, conociendo como ciertos partidos se entiendan con el régimen y peor aún, cómo reciben dinero unos activistas “Dientes Rotos” (logreros) de cortes clientelares. Así, no se formaron los universitarios de 1928, tampoco los jóvenes presos, cuando la dictadura de Pérez Jiménez, menos esa legión de la “Juventud Revolucionaria Copeyana” que su Rector Rafael Caldera, les desconociera su formación, tampoco los que se inmolaron en tiempos de la guerrilla Castro-comunista, muchos de ellos beneficiarios sin pases de facturas del Programa de Becas “Gran Mariscal de Ayacucho” cuando Carlos Andrés Pérez, hoy algunos de ellos enriquecidos ilícitamente.
A partir de entonces, se agotó el discurso político para la juventud y esa es la razón de su desencanto, al no querer saber nada de políticos y partidos, para que Héctor Alonso López ahora proponga: “ponerle música” pero que no puede ser, como aquel jingle…”Ese hombre si camina” (CAP) o “Pongamos el país en marcha”(Lusinchi) la música y letra tiene que ser, hablarles de la realidad por dura que sea y con propuestas, no para mañana sino para hoy.
El tema generacional venezolano ha sido bien tratado, pero hay un libro del historiador Mario Briceño Iragorry “La traición de los mejores” donde recomienda…
“Debemos enseñar a las nuevas generaciones no el inventario de nuestros pocos aciertos, sino las caídas que han hecho imperfecta nuestra obra personal, y, por consiguiente, han impedido que ésta aflore con acento redondo al abordar el tema de las generaciones “…
El reeleccionismo presidencial y hasta el portero de burdel ha impedido el necesario relevo como lo entendió Rómulo Betancourt “que no era una cuestión de almanaque” sino como la vio el filósofo español José Ortega y Gasset al sentenciar que “cada generación representa una cierta aptitud vital…esa aptitud vital, la encontró el doctor José Rodríguez Iturbe en su libro “El reto revolucionario” en lo que llamó Generación Auroral” la de la Independencia, la “Generación de la tragedia” que siguió a la separación de Colombia, la Generación del rescate (1928-1936) admitiendo la suya (1958) llamada a jugar un rol importante ¡Oh ilusión! No sin antes citar, al coronel O’Leary decirle a su cuñado el general Carlos Soublette, a la muerte del general Rafael Urdaneta…”! Oh ¡que pequeña me parece la generación actual en comparación con los que han hecho la independencia ¡”….
“Ponerle música a la política” tiene razón Héctor Alonso López, para rescatar el constitucional sentido de la ciudadanía política y ética, con el ejemplo, de los que estén convencidos, de que solo, atendiendo a la niñez y adolescencia, con educación, salud, alimentación y trabajo para sus padres la patria será otra…esa es la música Héctor Alonso.
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