Hoy los poéticos cantos al padre de la Patria no son más que susurros en la oscura noche de un pueblo que sufre. Neuro J. Villalobos Rincón.
Aún cuando todos y cada uno de los seres humanos que poblamos este planeta profesamos una religión o creemos en un Dios, salvo algunos nihilistas que también los hay, podemos estar en desacuerdo en que no ha habido una oración más profunda, precisa y bonita, salida del corazón, como la manifestada por ese célebre guía Hindú, Mahatma Gandhi, que reza así:
“Señor. . . ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. Si me das fortuna no me quites la razón. Si me das éxito no me quites la humildad. Si me das humildad, no me quites la dignidad. Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla. No me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo. . . Enséñame a querer a la gente como a mi mismo y a no juzgarme como a los demás. No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso. . .Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es un signo de grandeza y que la venganza es una señal de bajeza. . . Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso. Si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme y si la gente me ofende, dame valor para perdonar. . . Señor. . . si yo me olvido de tí, nunca te olvides de mí. . . “
Esta oración debemos aprenderla y repetirla tanto como sea necesario, sobre todo los aspirantes a líderes políticos en un sistema democrático. Que no se crean ungidos por un mandato divino cuando acceden temporalmente al poder o a un cargo público, por muy alto que esté en la escala burocrática. Sin duda alguna, la práctica política en el país se ha degradado, se ha envilecido al extremo en que se pretende hacer ver que las apetencias personales de quienes detentan o aspiran al poder parezcan del mayor interés para el Estado y del mayor beneficio para el pueblo.
Se ha vaciado de todo contenido ético y moral a la política, ya que la carrera y el ejercicio de la misma es asumida como una vía para el enriquecimiento fácil y rápido, y de ascenso en la escala social una vez que se accede al poder. Pareciera que los prerrequisitos para la praxis política son el verbo fluido y lisonjero; la teatralidad de los gestos; el engaño reiterado y el cinismo ensayado frente a cualquier planteamiento del pueblo. Demagogia y populismo parece ser el anverso y el reverso de la moneda de curso legal en Venezuela, la cual se observa peligrosamente extendida hacia otros países en América Latina y hacia otras latitudes.
Soy de los que creen que la democracia no necesita adjetivaciones, la observancia de sus principios y valores deben garantizar un ambiente de libertad, siempre perfectibles, y su preservación y fortaleza depende de líderes democráticos y de un pueblo educado para ejercer las libertades ciudadanas, es decir, de un pueblo transformado en ciudadanos. De no ser así, tendríamos que dar la razón al ex-presidente norteamericano, Ronald Reagan quien expresó en una oportunidad que la diferencia que existe entre una democracia y una democracia popular -como suelen llamarla la gente de izquierda- es la misma que existe entre una camisa y una camisa de fuerza.
La oración de Mahatma Gandhi debe servir de orientación y guía para quienes pretendan ejercer el liderazgo social. Son principios y valores que fortalecen la democracia y el liderazgo respectivo, que deben estar y permanecer siempre presentes en el corazón y la mente de las personas que asuman una responsabilidad individual o colectivamente, de servicio a cualquier sociedad u organización.
nevillarin@gmail.com