Hasta el chavismo sabe que la oposición se medirá, pese al ventajismo oficialista, en las presidenciales. La pregunta que urge responder es otra. Para plantearlo con tono de provocación: La oposición venezolana está tan débil que solo le queda el voto.
Una provocación porque el voto no es una debilidad. Por el contrario, es una enorme fortaleza que arrincona al régimen chavista y le obliga a inhabilitar a María Corina Machado, intervenir a los partidos políticos, desatar su particular “furia” contra la disidencia y seguir cometiendo los atropellos por los cuales es cuestionado a escala global.
Sin embargo, al expresarlo de esta manera, se pretende subrayar que en estos momentos no tiene cabida una propuesta distinta, que invite a manifestaciones callejeras o la abstención. Se llega al voto por convicción, por revisar los errores del pasado y también porque ya nadie se atrevería a asomar otra alternativa.
Un llamado a boicot electoral o a “marchas hacia Miraflores”, solo podría empeorar la división en el seno de la oposición.
Sin duda
La oposición va a participar en las elecciones del 28 de julio. Eso lo sabe todo el mundo, incluido el oficialismo. Entonces, es totalmente falso plantear el debate participación versus abstención. El problema no es si la oposición irá a los comicios presidenciales, pues eso ya está garantizado. El quid del asunto es “cómo” y, por supuesto, “con quién”.
La situación es muy distinta a la de 2018. En esa oportunidad se aterrizó en la abstención tras cantar fraude en las regionales de octubre 2017, boicotear las municipales de diciembre de ese mismo año y no firmar el “acuerdo” de República Dominicana. Luego, todos los partidos y sus principales líderes apostaron por no participar en las presidenciales, que fueron censuradas por el Parlamento de mayoría opositora.
La ruta hacia el 28 de julio ha sido otra. La oposición participó en las regionales de 2021, incluida la abusiva repetición de Barinas, desmontó el gobierno interino, suscribió el Acuerdo de Barbados y realizó unas primarias para escoger a su abanderada. Todos los partidos y sus principales líderes, encabezados por María Corina Machado, han repetido que nada los sacará de la ruta electoral.
Puestos a especular sobre posibles escenarios, podría partirse de la siguiente hipótesis: María Corina decide llamar al boicot electoral. ¿Qué pasaría? Bueno, que la oposición igualmente participará. Los partidos de la Plataforma Unitaria han reiterado que apoyan a María Corina siempre y cuando se mantenga en la ruta electoral, al tiempo que dirigentes como Manuel Rosales, Henrique Capriles Radonski y Henry Ramos Allup, entre otros, subrayan que pase lo que pase, hay que ofrecerle a los venezolanos una opción para competir el 28 de julio.
En ese marco hipotético se pondría de relieve el “cómo”. Sin el apoyo de María Corina, la oposición participaría dividida, confundida y hecha jirones, lo que facilitaría la segunda reelección de Nicolás Maduro. La peor pesadilla.
En esa misma línea, los que proponen tomar la decisión del sustituto dejando por fuera o desconociendo el liderazgo de María Corina, directamente trabajan por la continuidad de Maduro. No cabe la menor sospecha. Buscar minar o debilitar al principal capital político de la oposición en esta hora, solo juega a favor del PSUV.
De primera
Para María Corina, llamar a la abstención sería un suicidio. A las pocas semanas, su estrella se apagaría. Necesita concretar ese apoyo que construyó en las primarias y que reflejan las encuestas en la batalla electoral definitiva. Por eso insiste permanentemente en aseverar que se mantendrá en la ruta electoral.
Conformarse con “deslegitimar” la elección tampoco es suficiente. Ocurrió en 2018 con los resultados por todos conocidos y, además, a la vuelta de la esquina asoman las elecciones parlamentarias y regionales. No hay espacio para triunfos simbólicos o sentimentales. Tirar por la borda los comicios presidenciales sería una irresponsabilidad mayúscula.
Aquí vuelve el “cómo”. María Corina sabe que no será la candidata, pero quiere mantener en sus manos las riendas del proceso. Si impone a la brava un sustituto, eso seguramente despertará el rechazo de los partidos y generará mucho ruido en momentos en los que se necesita más y mejor unidad. Si promueve a su reemplazo procurando el consenso con sus aliados, la oposición retomaría la ofensiva de cara al 28 de julio.
El “qué” ya está definido: participar, pese al ventajismo y la ausencia de garantías. El “cómo” hay que construirlo y no es fácil, pero también está bastante claro: en unidad, algo que exige madurez, patriotismo y desprendimiento.
La Gran Aldea