Se trata de algo mucho más amplio que una confrontación interna por dura y dolorosa que pueda ser. Es el mundo entero y el continente americano en especial quienes están en alerta máxima con relación a lo que pueda ocurrir en Venezuela. Esto que se dice fácil, pero lo escribo con una mezcla enorme de sentimientos, es de una gravedad imposible de sintetizar. En veinticinco años, un cuarto de siglo, la destrucción institucional de Venezuela ha sido ejecutada de manera inclemente por un régimen inspirado y hasta dirigido por la Cuba castrista y la participación activa de otros conocidos países con participación creciente en actividades fundamentales de la República.
Con la emigración de cerca de ocho millones de venezolanos, quedamos sin una cuarta parte de la población. El desmembramiento de muchas familias y la imposibilidad de reconstruirlas en lo inmediato ha generado un sentimiento de rechazo máximo a este régimen castrochavistamadurista. Sin embargo, consecuentes con la formación democrática de la mayoría del pueblo hemos estado aferrados a una salida pacífica y electoral que debería concretarse este mismo año. Ojalá y así sea, pero las cabezas que conducen al país parecieran trabajar en sentido contrario.
El anunciado cronograma electoral y las condiciones que regirán el proceso son una burla que tiene como objetivo tratar de garantizar la permanencia en el poder de Maduro y su combo. Él sabe que con un proceso abierto y limpio su derrota está cantada de antemano. Trata de impedirlo como sea. Ya veremos.
En el mundo democrático hay la convicción de que es posible derrotarlo en cualquier circunstancia, incluyendo las que plantea el cuadro ventajista presentado recientemente. Pero no podemos olvidar que, en definitiva, la solución no es electoral. Eso es un instrumento, un camino que debemos transitar, pero preparados para la confrontación final que liquide todo lo malo del presente.
Si no lo hacemos y el régimen continúa, la actual generación dirigente quedará en deuda histórica con las generaciones futuras. El costo de esa deuda es incalculable en este momento.
María Corina Machado es la protagonista fundamental en defensa de la vida en libertad y democracia. Su candidatura es insustituible. Con ella vamos hasta el final. Debe ser la expresión de la unidad de la nación. El consenso que se necesita tiene que ser alrededor de su candidatura, de su liderazgo protagónico. El montón de aspirantes que asoman discreta o abiertamente sus pretensiones, tienen que entender que jamás lograrán el objetivo candidatural por el camino que están transitando. Al contrario, quedarán marcados para siempre. La historia no se devuelve. Es como el agua de los ríos.
Estamos a las puertas de días muy tensos, duros y difíciles. Alerta todo el mundo. El final se está construyendo.
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