Como alguien ha observado no sólo hay divisiones étnicas, nacionales o ideológicas, sino de posición en el tiempo. Sólo una muy pequeña parte de la población mundial está ya viviendo en el futuro. Millones de hombres viven en el pasado, sin que sobre ellos se lance un requerimiento de preparación para el futuro. Muchos de ellos están organizados en sociedades que viven de antiguos paradigmas y de normas obsoletas. En el campo de la organización política se aferran a principios que sólo pueden ser dados como obvios, mientras una clase dirigente periclitada sigue utilizándolos para mantenerlos en el ayer. Son las que bien podemos llamar las sociedades del pasado.
El objetivo de las instituciones políticas es el logro de la mayor dosis de felicidad posible para los ciudadanos. En la tranquila mediocridad de las pequeñas almas no cabe la apertura hacia nuevas formas de organización social y de formas políticas. En el campo de la evolución sociopolítica son como pequeñas tribus detenidas en el tiempo. Para estas tribus que impiden el acceso al futuro, la máxima felicidad posible es el mantenimiento de las estructuras obsoletas y del pensamiento decaído.
Para alcanzarlo, las sociedades irán construyendo lo que se ha denominado “un entorno habilitador”. El “entorno habilitador” pasa por crear condiciones culturales, económicas, sociales y políticas que permitan el pleno desarrollo de la persona humana.
Por ello, el conocimiento se alza como el factor determinante de movilización de los procesos. Esto es, la construcción del conocimiento se inserta en la concepción misma del desarrollo, lo que conlleva a la redefinición de visión, paradigmas, capacidades técnicas, metodológicas y financieras. Esto es lo que se ha dado en denominar las sociedades del conocimiento.
Algunos autores han hablado de “consumo de saber” como característica de la nueva organización social. Los países ricos generan conocimiento y esa es su mayor distancia con los pobres, una mucho más grande que la existente en los niveles de ingreso. El tema no es fácil, pues implica desde problemas de transferencia y ruptura de monopolios sobre la propiedad intelectual hasta el cuestionamiento de la ciencia fundada en la razón, pasando por los llamados saberes locales como fundamentación del conocimiento emergente.
Es evidente que el nuevo paradigma es la reflexividad como opuesto al viejo paradigma de la objetividad, a la complejidad como sustituta de la simplificación, de los simples diagnósticos a toda posibilidad de creación en todos los sentidos posibles.
@tlopezmelendez