Veamos a la universidad lo que significa en el contexto del saber dentro de la sociedad del conocimiento. De formación de hombres y mujeres con capacidad de discernir, con capacidad de percibir la misión y visión para la cual fue creada. Que viva la universidad con sus estudiantes, con sus profesores, con sus autoridades, con su personal administrativo, es decir, con la comunidad universitaria. Independientemente que la universidad sea experimental o autónoma, oficial o privada, que sus miembros sean de izquierda o de derecha, que pertenezcan al partido colorado o amarillo, no importa con que tolda política se identifiquen, lo importante y trascendente, es que entiendan que la universidad es para el debate científico y además, fructífero. Esa es la razón de ser de la universidad: buscar la verdad mediante la investigación.
En palabras de Ortega y Gasset: “No hay nación grande si su escuela no es buena. Pero lo mismo debe decirse de su religión, de su política, de su economía, y de mil cosas más. La fortaleza de una nación se produce íntegramente. Si un pueblo es políticamente vil, es vano esperar nada de la escuela más perfecta”. Lo que se interpreta que es la casa de estudios la que hace al hombre. Es la universidad la que, con su integración, hace que la nación crezca. Es con la formación verdadera del hombre, lo que permite “mirar” la visión en el largo plazo. Si no existe la integración dentro de las universidades, no habrá progreso.
El mismo Palma se formula una interrogante: ¿En qué consiste la enseñanza universitaria? Y se responde: “En dos cosas: 1) la enseñanza de las profesiones universitarias, y 2) la investigación científica y la preparación de futuros investigadores”. Es decir, que la universidad nos abre el camino para ser un profesional capacitado o un científico riguroso. Todo depende, en mi opinión, en la integración y en la óptica con que cada uno de los miembros (docentes-estudiantes) “mire” lo que tienen en frente. En consecuencia, la universidad es productora de cognición.
Ahora, lo que quiero significar con lo antes expuesto es que en los últimos acontecimientos vividos en algunas universidades de nuestra República Bolivariana de Venezuela, se han suscitado sucesos que llaman poderosamente la atención. Me refiero al “debate” violento, agresivo, soez, inclemente, voraz, por parte de personas que dicen ser “universitarios” y que al parecer no entienden de lo que significa la Alma Mater. Porque una cosa es el universitario y otra la universidad como tal. Por tanto, hay que ser bien incrédulo para actuar y destruir el recinto de las ideas. Sean éstas de cualquier origen. Porque precisamente, la universidad es para que el pensamiento del hombre se fortalezca. Para que su accionar ante las circunstancias, sea para prestigiar, honrar y no para el descrédito y la vileza. Decir que se es estudiante o docente universitario(a), es, como decía mi padre Andrés Monsalve: “palabras mayores”. Obviamente, que esto es cuando estamos identificados con el sentir universitario. Con su misión y su visión. De lo contrario, es mancillar su nombre. Es nadar contra la corriente. Ser universitario es “enorgullecerse de estar entre los docentes que consideran que su misión no termina con el timbre de cada hora de clase”. Sino, ir más allá. Por ello debemos decir, a vox pópuli, ¡que viva la universidad carajo¡ A pesar de la miserable atención a la que algunas veces es sometida. Se abre el debate.
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