Según las encuestas, el potencial de votos del candidato oficialista está entre 20 y 30%, en su mejor escenario. A pesar del impacto que tuvo su inhabilitación en la intención de votar por ella, MCM todavía conserva un potencial de voto de 60%. Esto quiere decir que la proliferación de candidatos no ha funcionado para romper la polarización: el resto de los candidatos apenas suma el 10%. Y si todos ellos decidieran a poyar a Maduro no lo harían ganador. La recurrente división y abstención de la oposición es lo que convierte en mayoría a la minoría oficialista, tal como ocurrió en las Presidenciales de 2018, cuando Nicolás Maduro estaba prácticamente derrotado debido al enorme rechazo popular, pero terminó imponiéndose gracias a la división y abstención de la oposición.
Las desventajosas condiciones electorales pueden ser ampliamente compensadas con las favorables condiciones políticas derivadas del 70% de rechazo a la gestión de gobierno. La condición básica para capitalizar electoralmente ese enorme descontento es competir con un candidato único y unitario. Pero ese escenario no se concretó y ahora al país descontento le toca pasar de lo deseable a lo posible.
En una entrevista en CNN escuché a Corina Yoris decir que “Ninguna persona a la que María Corina le diga ‘toma tú el testigo y sigue en la carrera’, va a ser aceptada”. Cualquiera sea el escogido por MCM para recibir su capital electoral va a ser inhabilitado y su apoyo puede desembocar en una especie de beso de la muerte, tal como fue aquel beso fingido y mal intencionado de Judas Iscariote cuando entregó a Jesús para que lo crucificaran. Es todo un dilema: si MCM no apoya a un candidato alternativo es malo, pero si le levanta la mano es peor.
Un verdadero líder no se obstina en imponer una candidatura que no puede competir, a riesgo de perderlo todo. No se empeña en meter el gol y pasa la pelota a un compañero para que anote y el equipo gane. Si no puede cristalizar sus nobles aspiraciones, evita que degeneren en una ambición y codicia personal, comprende a tiempo las trampas y obstáculos insalvables que le impone su adversario y traza nuevos caminos. Actúa con sensatez para no perder la mejor oportunidad que el país ha tenido para lograr un cambio político por la vía electoral y pacífica.
Quizás haga falta un acuerdo interno entre MCM y la PU, con una astuta y audaz puesta en escena. Fingir una ruptura entre MCM y la PU, y una vez que la candidatura alternativa haya sido postulada, aceptada por el CNE y no impugnada por nadie, entonces es cuando MCM entra en acción y levanta la mano al que encabece las encuestas. Por supuesto, esto no conjura la amenaza de que también inhabiliten al candidato opositor que reciba su apoyo.
En cualquier caso, hay que optar por lo posible y actuar con pragmatismo. Lo más probable es que hacia Manuel Rosales y Benjamín Rausseo fluirá el caudal electoral de MCM. El reto es convertir al candidato que lidere las encuestas en una poderosa opción presidencial que sea capaz de pactar con el gobierno las garantías de no persecución política que hagan posible la alternabilidad en el poder. Un Pacto de Convivencia Pacífica es la vía para que finalmente el candidato del país descontento se pueda alzar con la victoria, recibir el mando y poder gobernar sin la resistencia y obstrucción de quienes pierdan el poder y pasen a ser la oposición.
@victoralvarezr