La élite gobernante enfrenta una creciente presión interna mientras los círculos se estrechan y los ajustes de cuentas se hacen evidentes. Desde las declaraciones de los presidentes aliados hasta los llamados de atención de la comunidad internacional, como la Corte Penal Internacional y la Unión Europea, Venezuela se encuentra en un punto crítico que obliga a tomar decisiones sin precedentes.
El reciente anuncio de la detención por corrupción de Tarek El Aissami, hecho por el fiscal de la República, Tarek William Saab, es solo un episodio más en esta compleja trama que marca el posible inicio de un cambio de ciclo en la Revolución Bolivariana.
La élite gobernante se ve obligada a reaccionar internamente para protegerse, aunque aún no se aclara contra qué o quiénes. Sin embargo, el mensaje es claro: la lealtad a la revolución ya no garantiza la impunidad. Empresarios, políticos y aquellos vinculados a actividades ilícitas sienten la presión mientras se cuestiona su papel en la nueva dinámica política y económica del país.
Este clima de incertidumbre y tensión recuerda épocas oscuras de la historia latinoamericana, como la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, que inspiró al escritor Mario Vargas Llosa a denunciar los abusos en su libro “La fiesta del chivo”. ¿Estamos presenciando una versión venezolana de esta historia?
Con cada vez más interrogantes y tensiones en el aire, muchos se preparan para lo que pueda venir, manteniendo sus “bardas en remojo”.