No entiendo cómo ante la gravísima situación que vivimos, hay personas que se muestran escépticas y desmotivadas ante las próximas elecciones que nos brindan una excelente oportunidad para salir definitivamente de este largo túnel de tinieblas. ¿Ignoran acaso que abstenerse o votar por un candidato sin respaldo popular y posibilidades objetivas de ganar es seguir apoyando e incluso profundizando el malestar, los sufrimientos y penurias? ¿O es que se hacen los ciegos para no querer ver los resultados de estos 25 años de desgobierno? El voto consciente y responsable es el medio más eficaz de ejercer nuestra ciudadanía y reorientar a Venezuela por los caminos de la democracia, la reconciliación y la justicia, y terminar con esta pesadilla que sólo ha traído destrucción, escasez, éxodo masivo, violencia y desesperanza. La supuesta Revolución Bonita ha dejado al país tan feo y destruido, que millones han huido y siguen huyendo de él como de una peste. Las políticas de inclusión han resultado mecanismos eficaces para excluir a los que piensan distinto y no se doblegan. La Revolución del Amor sembró la división y el odio y terminó por convertirnos en uno de los países más inseguros del mundo, donde impera la violencia, la inseguridad, la impunidad. La retórica anticorrupción sólo sirvió para alimentar las conductas inmorales, engordar las cuentas de muchos supuestos revolucionarios y convertirnos en uno de los países más corruptos del mundo. La propuesta del hombre nuevo ha multiplicado los pranes, los delincuentes, los especuladores, los corruptos, los colectivos y grupos guerrilleros y paramilitares.
Las expropiaciones en pro de la productividad y la soberanía alimentaria nos trajeron destrucción del aparato productivo, escasez, desabastecimiento, hambre y unos claps ineficientes y utilizados fundamentalmente para comprar conciencias y fomentar la dependencia y el espíritu de mendigos. ¿Dónde quedaron las empresas estatizadas, los fundos zamoranos, los gallineros verticales, las areperas socialistas, los huertos hidropónicos, la ruta de la empanada, las cooperativas productivas, los pedeval y pedevalitos, el bolívar fuerte y el bolívar soberano? La PDVSA del pueblo terminó como una empresa semiquebrada, saqueada por corruptos inmorales e insaciables. ¿Cómo explicar entonces ese afán enfermizo de mantenerse como sea en el poder que, a juzgar por los resultados, no supieron ejercer y sólo ha traído destrucción? Poder que además se vuelve cada vez más autoritario y persigue e inhabilita a los que pueden derrotarlos en unas elecciones limpias, justas y equitativas. Por eso, y por otras muchísimas razones, todos debemos ir a votar en las elecciones de julio por el candidato de la unión. Sembremos confianza y esperanza, convenzamos a los que dudan o están desanimados y resignados. Los auténticos líderes deben demostrar su amor a Venezuela y ser capaces de sacrificar sus justas aspiraciones en pro de una salida realista que posibilite la transición. Son tiempos de pragmatismo y no de posturas inflexibles, aunque tengan la razón. Debemos enfrentar al Gobierno colándonos por las rendijas que nos abren, y jugar el único juego que nos permiten con valor, derrotándolo en su propia cancha pues somos una inmensa mayoría… Sería imperdonable y criminal llamar a la abstención o dividir el voto opositor entre varios candidatos, que es lo que desesperadamente busca el gobierno. No caigamos en sus trampas. Llenemos las calles y plazas de Venezuela con nuestras banderas y nuestras consignas que expresen nuestros deseos de cambio de un modo constitucional y pacífico. Demostremos al mundo que somos una inmensa mayoría los que queremos un cambio de gobierno y de políticas, y que no nos rendimos a pesar de los obstáculos que ponen en nuestro camino.
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