Para Hugo Chávez y el inefable Nicolás Maduro eran el prototipo del perfecto revolucionario. En variadas oportunidades lo ensalzaron hasta el punto de ser pieza clave en la revolución. En reuniones públicas y privadas siempre lo colocaban como un ejemplo digno a seguir. Ejerció ocho cargos gubernamentales fundamentales en el esquema del proceso. No era cualquier pieza que movían estratégicamente en el tablero político. Era el delfín que estaban formando para que asumiera las riendas a futuro. Era sumamente lógico que una revolución nauseabunda tuviera gran admiración por un delincuente contumaz. Sus andanzas comenzaron en el año 2002, cuando la dictadura logró imponerlo como presidente de la federación de centros universitarios de la ULA. Corrió mucho dinero para torcer la voluntad del movimiento estudiantil. En definitiva, se robaron una elección en donde inclusive desaparecieron y persiguieron a dirigentes rivales, y así se inició en la trampa este sujeto. Desde el año 2012, siendo gobernador del estado, Aragua es investigado por el gobierno de los Estados Unidos por sus lazos con el narcotráfico internacional. El empresario Walid Makled era quien le entregaba los cheques provenientes del negocio ilícito. El 13 de febrero del 2017 fue sancionado por el gobierno norteamericano por su participación en lavado de dinero y narcotráfico. Se comprobó que Tareck El Aissami facilitó el embarque de mil kilos de droga desde Venezuela a México y los Estados Unidos. Asimismo, fue sancionado el empresario venezolano Samark José Gómez Bello, quien al parecer fungía como ´´testaferro ´´ del funcionario. Esas denuncias debidamente sustanciadas fueron rebatidas por el gobierno de Nicolás Maduro, que salió en defensa de su procerato. Amasó bienes de fortuna en donde su familia y sus conexiones islámicas crearon treinta y ocho empresas para el lavado de dinero. La tiranía de Nicolás Maduro aplaudía sus peripecias. «Como el ladrón es de nosotros, es sin duda inocente», parecían decir desde las grandes esferas. A la par de estas actividades era el encargado de manejar las relaciones con los grupos terroristas del medio oriente. En abril del año 2017 se descubrió una amplia red que distribuía pasaportes venezolanos a sectores extremistas. La misma era dirigida por su hermano Feras El Aissami. Toda una telaraña tejida por los hilos del narcotráfico y el terrorismo internacional.
Como ministro del Poder Popular de petróleo, llegó hasta la bóveda del botín. Un hombre sagaz para las acciones delictivas activó todos sus resortes retorcidos para la operación de un gran desfalco. Aunque mucho menor a lo que se han robado sus superiores en veinticinco años de estafa continuada. Veintidós dos mil millones de dólares que se evaporaron entre las múltiples vertientes de la corrupción. Las denuncias de cuerpos de investigaciones internacionales que conocían de sus andanzas fueron incrementando su amplio dosier delictivo. La dictadura siguió defendiéndolo hasta que lo oculto en Fuerte Tiuna. Una vida de rey para un estafador entre sus pares. Lo ocultaron más de un año. El hijo pródigo de la revolución recibía el resguardo de sus cómplices. Ante la precaria situación electoral de Nicolás Maduro había que utilizarlo para el espectáculo. Reapareció con la intención de lavarle el rostro a la dictadura. Hablan de captura cuando estaba de vacaciones en una zona residencial gubernamental. Un show barato que nadie compró, una puesta en escena burda en donde seguramente tratarán de vincularlo con algún magnicida en contra de Nicolás Maduro en combinación con factores opositores, el viejo cuento de siempre, ya inventarán pruebas, aparecerán videos. Fíjense que le colocaron un uniforme azul parecido al partido Vente Venezuela. Una forma de ir creando una estrategia para enlodar acusándola de conspiradora en unión con Tareck El Aissami. Por allí viene la cosa. Son tan básicos que hasta para La mentira les falta imaginación. Lo que no dicen: ¿Es qué pasó con lo robado?
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