La corrupción política es una sombra que oscurece la integridad de nuestras democracias y mina la confianza de los ciudadanos en sus líderes y en las instituciones que deberían servirlos. Es un fenómeno global que atraviesa fronteras y afecta a sociedades de todas las latitudes, socavando los principios fundamentales de justicia, equidad y transparencia. La corrupción política se manifiesta de diversas formas, desde el soborno y el nepotismo hasta el tráfico de influencias y el desvío de fondos públicos. Sus raíces suelen encontrarse en la falta de rendición de cuentas, la opacidad en el ejercicio del poder y la impunidad de los responsables. Los políticos corruptos aprovechan su posición de poder para enriquecerse ilícitamente, mientras que las instituciones encargadas de controlar y prevenir la corrupción muchas veces se ven infiltradas o cooptadas por los propios corruptos.
La semana pasada asistí a una misa y mientras el sacerdote leía el evangelio y desarrollaba su sermón, yo pensaba: “La corrupción como que nos viene a los seres humanos en los genes y para luchar contra ese flagelo, requerimos contar con una fuerza de voluntad titánica”. A partir de allí me surgió la idea de escribir este artículo. Resulta que, en el evangelio correspondiente a esa semana, San Lucas dice que, fueron María Magdalena y otras mujeres a la tumba de Jesús a preparar el cuerpo, al llegar se dieron cuenta de que, el cadáver no se encontraba allí. Corrieron a contárselo a los apóstoles y mientras tanto, los soldados que custodiaban el sepulcro fueron a reportar la novedad a los sumos sacerdotes. Estos les pagaron mucho dinero a esos funcionarios para que afirmaran que, Jesús no había resucitado, solo que los apóstoles habían sustraído el cuerpo mientras todos dormían. Los soldados se embolsillaron el soborno y comenzaron a difundir la falsa información. A Pérez Vivas que estaba sentado a mi lado, le comenté: “No en balde nosotros somos descendientes de personas de aquellos lares”.
Los efectos de la corrupción política son devastadores y se extienden a todos los niveles de la sociedad. Socavan la confianza de los ciudadanos en sus líderes y en el sistema político en su conjunto, generando descontento y apatía entre la población. Además, la corrupción distorsiona la asignación de recursos públicos, disminuye el desarrollo económico y social, y perpetúa la desigualdad y la injusticia. En los países más afectados por la corrupción, se produce una erosión del estado de derecho y un debilitamiento de las instituciones democráticas, lo que puede llevar a crisis políticas y sociales de gran magnitud.
Combatir la corrupción política es un desafío complejo que requiere un enfoque integral y coordinado. Es fundamental fortalecer las instituciones democráticas, promover la transparencia y la rendición de cuentas, y fomentar una cultura de integridad y ética en el servicio público. Esto implica implementar medidas efectivas de control y supervisión, fortalecer los sistemas judiciales independientes y garantizar la participación ciudadana en la toma de decisiones políticas. Además, es necesario adoptar medidas para prevenir la corrupción desde su origen, promoviendo la educación cívica y la conciencia sobre los riesgos y consecuencias de la corrupción, así como fortaleciendo los mecanismos de denuncia y protección para los denunciantes de actos de corrupción.
En conclusión, la lucha contra la corrupción política es una batalla por la integridad y la dignidad de nuestras democracias. Es una tarea ardua y compleja que requiere el compromiso y la colaboración de todos los sectores de la sociedad, desde los líderes políticos y los funcionarios públicos hasta los ciudadanos comunes y corrientes. No podemos permitirnos ser complacientes ante este flagelo que amenaza los cimientos de nuestra convivencia democrática. Es hora de alzar la voz, exigir rendición de cuentas y trabajar juntos para construir un futuro más justo, transparente y ético para todos. La corrupción política no debe tener cabida en una sociedad verdaderamente democrática y justa, por tanto, es hora de poner fin a esta plaga que tanto daño ha causado a nuestro país. Debemos, al igual que Fuente Ovejuna, todos a una, elevar nuestra voz de protesta, demandando que la honestidad e integridad sean los pilares de nuestro sistema político, de ahora en adelante.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE – noelalvarez10@gmail.com