Julio César Hernández: La Élite Roja

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Es indudable que el país está siendo gobernado por un reducido grupo de personas que tienen un estatus económico y político superior a la de sus gobernados; sobre esta clase de privilegios, opinó Vilfredo Pareto: “es un hecho permanente que, el Gobierno de una élite persigue sus propios intereses, aunque trata de convencer al pueblo de que coinciden con los de ellos, mediante el empleo de todo tipo de ideologías, aunque exprese combatir algunas de ellas, el uso del lenguaje manipulador, simulando tenerlo  acorde con los sentimientos presentes en la masa de electores; pero por otro lado, reconoce el peligro que entraña su desgobierno, el cual sostiene en buena medida a través de la coacción, la intimidación y el uso indiscriminado de la fuerza. En nuestro país, tenemos una élite gubernamental que persigue por todos los medios el socialismo real, para dominarnos largamente, mediante un autoritarismo que habla falsamente de preservar la seguridad y el orden público, para garantizar supuestamente la paz del país, “noble tarea” que estará a cargo de cinco o seis personas, de la élite PSUV-Estado, quienes en cada momento le plantean al pueblo que son los más capaces e idóneos para seguir conduciendo al país, aunque lo tengan vuelto trizas.

Ese deseo totalitario vigente, de que el pueblo se adhiera o se mantenga fiel a la ideología socialista, se deshace cada vez más, cuando el ciudadano de a pie que les había seguido por años, observa con indignación, como sus élites usan y abusan del poder, para enriquecerse,  vejar o atropellar a sus adversarios, a quienes, por su escasa formación democrática y los odios inculcados, catalogan de enemigos, creando un ambiente de tensión y de incertidumbre que afectan a un sin número de personas, en su derecho a tener paz y tranquilidad. Estas élites gubernamentales, en sus apariciones públicas ante los medios de comunicación, no son muy éticas ni decorosas en su lenguaje, tal vez por eso, la calle y más concretamente las personas que realizan distintas actividades, muestran conductas poco amables, copiándose de ellas, pues observan como las más altas autoridades del país, muestran y permiten hábitos repudiables, como tolerar abusos policiales, grupos paramilitares u oír, que ni por las buenas o las malas saldrán del poder.

Para simular fuerza popular, la élite gubernativa roja utiliza y manipula masas, gente alienada que está dispuesta a aprobar irreflexiva y prontamente cualquier decisión gubernativa que favorezca a sus propios intereses y los de su élite. Aceptan que les dirijan sus propias existencias y les recalcan con evidente superioridad moral, que sólo ellos son los apropiados para indicarles cuando pueden ejercer el derecho político a ser elegidos para ocupar cargos de representación popular dentro del partido, a fin de servir únicamente a la revolución o a las estructuras políticas de ellos a quienes consideran expresión de la soberanía popular. Las élites gubernamentales dominantes, desde hace años organizan grandes eventos partidistas, con gente proveniente de todo el país, dóciles a un discurso o a unas prácticas políticas, vaciadas de conciencia ciudadana, una masa que como dijo Ortega y Gasset, sólo le ofrecen derechos, sin creer que tienen obligaciones personales, que les basta con salir con su indumentaria para salir librados de cualquier inconveniente; pues esa élite llamadas en tiempos de Chávez y Miquilena, cúpulas podridas, tendrán la influencia suficiente para ser obedecidos, so pena de arremeter contra los insubordinados.

La élite gubernamental dominante, acabó con el esfuerzo y dedicación de los trabajadores, sobre todo con el factor “meritocracia”, lo que es exhibido por la revolución socialista, como un elemento contrario al crecimiento técnico y profesional, discriminatorio de los trabajadores en general, y fue así que, al desconocerla, ordenó la expulsión de miles de trabajadores de PDVSA en 2002, que era la primera empresa del Estado venezolano, la cual hasta el presente, ha tenido dificultades, por ausencia de personal calificado, baja producción petrolera y falta de seguridad en las diferentes refinerías. El mismo Pareto advertía a mediados del siglo pasado que, una minoría arrebataría el poder a la mayoría y se eregiría en minoría dominante. En ese sentido, la dominación de la mayoría por la élite es un fenómeno permanente en el país, aunque reversible. Desde hace más de tres lustros, esa minoría política, ha tenido alejada intencionalmente de las urnas electorales, a una gran mayoría, que se había mostrado con razón o sin razón, abstencionista, creyendo que fenómenos políticos distintos a los que se puedan generar en el país, nos podía librar de esta calamidad gubernativa.

Sobre esta última situación, no cabe la menor duda que la mayoría de los venezolanos, diferimos sustancialmente de la estimación y aplicación práctica de los valores y principios democráticos, que hace la actual élite gubernativa, pues es indudable que sus propósitos son los de seguir minando lenta y arbitrariamente, la concepción liberal del Estado Democrático y de Derecho, con la finalidad de perpetuarse en el poder; contraria a esta tendencia, la concepción democrática debe ser la de corregir este exceso, pero a la vez generar políticas que trasmitan bienestar individual, colectivo y perspectivas de respuestas satisfactorias a las peticiones ciudadanas, en lo posible. Esa élite gubernativa, pretende convencer desde hace tiempo a la mayoría de venezolanos que practica la igualdad social, cuando en realidad nos ha sumergido en un mar de miseria y pobreza, en donde grandes sectores laborales populares, como por ejemplo el de la construcción, quedaron al margen de los escasos programas que en ese sentido realiza el gobierno; así mismo, trata de crear una clase empresarial que le sea consecuente, habida cuenta de los recursos del país que administra.

Ahora la pregunta que surge es ¿cómo hacer, para que la mayoría ciudadana que quiere cambio positivo, constructivo y democrático, rompa con el gobierno de la minoría, élite gubernamental que nos limita nuestras vidas? Seguidamente se sugiere, en primer lugar, tenemos que asumir conciencia de nuestra crisis, aportar desprendimiento dirigencial y objetividad en el análisis de nuestra realidad. En segundo lugar, decidir con racionalidad al momento de votar u opinar, de nada valdrán amiguismos o intereses individuales, frente a un adversario poderoso. Y, en tercer lugar, organizarnos social y políticamente, pues esta forma de actuar implica fuerza electoral. Una nueva Democracia, debe crear o innovar nuevos modelos de gestión pública, y para ello, la tradicional forma de gobernar, debe modificarse; la representación popular, debe ir más allá del voto, la participación y el control presupuestario, deben tener puertas abiertas para lograr administraciones más honestas, eficaces y eficientes, es imperioso que se creen escuelas de gobierno y de formación cívica, para instruir sobre los asuntos propios de Gobierno, ser más rígida contra las conspiraciones o sediciones, garantizar derechos políticos, en fin, hacer todo aquello que pueda evitar que se forme una élite gubernativa como la que actualmente rige los destinos del país.

 

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