Alirio Pérez Lo Presti: Entre equilibrios

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Puede ser chocante aclarar el asunto del equilibrio. La premisa de que estamos en un sistema que tiene elementos propios que permiten limitar y regular cuanto ocurre, pareciera sacada de la ciencia ficción.  Desde Heráclito se ha planteado la idea de que un asunto tiene su contrario, razón por la cual, si vemos con amplitud de pensamiento el problema del equilibrio, la naturaleza es un sistema en donde se genera mesura porque hay normas que funcionan como leyes básicas, por ejemplo, que el pez grande se coma al pez chico.

Equilibrio de la naturaleza

Si un ave tiene dos crías y una de ellas tiene un defecto, la madre ave la arrojará del nido y garantizará que muera, para que el resultado sea que la otra cría, la sana, tenga mayores posibilidades de sobrevivir. En la naturaleza se prioriza la supervivencia del más fuerte o el más apto. Al deshacerse de la cría defectuosa, la cría sana tendrá más alimentos y mejores cuidados. La naturaleza le apuesta a los que tienen mayores posibilidades de vivir y la energía se dirige a este fin. No hacerlo de esa manera es un desperdicio energético.

Equilibrio de lo humano

El ser humano rompe con este equilibrio, lo cual es sinónimo de romper con la naturaleza. Si la madre humana tiene dos hijos y uno nace enfermo, es muy probable que destine gran parte de su energía en apoyar a quien tiene menos posibilidades de sobrevivir, que vendría a ser el enfermo. Al invertir la manera como se dirige la energía, lo “débil” se perpetúa en el tiempo. Esa ruptura con la naturaleza es el gran quiebre de lo humano en relación con los demás seres vivos. Lo vemos en la vida cotidiana, pero particularmente en la conducta gregaria, aquella que se da en grupos y formas de organización social. Al contrario de los demás seres vivos, es tan propio de lo humano el desafiar las leyes de la naturaleza que es precisamente ese el elemento que más lo define. El desarrollo de las ciudades es uno de los más tangibles ejemplos de ese quiebre.

El mundo en equilibrio

Al haber una estructura animal de base con una socialización que va en contra de las leyes de la naturaleza, el equilibrio humano también se da, pero de otra manera. Precisamente la idea de entender que lo humano está equilibrado es la base de este texto. Por eso, es tan bueno que exista justicia como inevitable el hecho de que no exista, porque ambas dimensiones construyen el equilibrio humano. De ahí que cuando deseamos loablemente la paz, se hace de la misma manera inevitable que exista la guerra porque tal dimensión, la de crear un equilibrio entre nosotros, se maneja con una lógica diferente a la que vemos en otras especies animales. El ser humano es un animal que intenta justificar lo que hace a través de lo argumentativo. Es lo argumentativo y nunca lo racional, lo que condiciona la manera que tenemos de ver las cosas.

Argumentos y razones

Lo argumentativo se basa en lo discursivo. De esta manera, podemos dar por ciertas un montón de creencias que tienen que ver con la moral y las costumbres que se practican en un tiempo y en un lugar. El argumento, que es un tipo de razonamiento cercano a la opinión y que generalmente no tiene fundamentos racionales, es la base de cualquier creencia. Al predominar las creencias y al expresarse las mismas a través del discurso, los humanos estamos marcados por el sino de estar encadenados a un montón de falsedades que tratamos de defender, porque son las que tienden a dar sentido a lo que vemos y sentimos. El argumento o el discurso (es lo mismo), trastoca permanentemente la realidad. Por eso, se repite insistentemente esa babosada de que “el lenguaje construye realidades” que es lo mismo que decir “el lenguaje falsea realidades”.

La falsedad del discurso

El lenguaje se basa en generar trampas deslumbrantes que enceguecen al sujeto y le hacen pensar y soñar. En general, lo discursivo es una manera falaz de hacernos sentir en el universo, porque nada es tan alejado de lo humano como el apego a la racionalidad. Tanto el desapego a lo real como la necesidad de construir espacios de falsedades son propios de nuestra naturaleza. Una naturaleza muy particular en donde se premia a quien se apega a la falacia de la existencia a través de lo discursivo.

Equilibrios precarios

Vivimos en un aparente equilibrio precario que en realidad es la manera como las personas conseguimos estar en equilibrio. El discurso de un combatiente es idéntico al de su contrario y defienden la causa que les conviene a cada uno. El gran ejercicio de la filosofía es plantarse por encima de todo para poder verlo con mayor claridad. Mientras tanto, nos embelesamos con nuestras estrategias para mitigar lo que somos y cultivamos las cosas que consideramos hermosas como el arte, la palabra escrita de manera armónica, la poesía, la música y tantas, pero tantas maneras de tratar de sentirnos confortables en esta suerte de experimento eterno que somos.

Filósofo, psiquiatra y escritor venezolano – alirioperezlopresti@gmail.com – @perezlopresti

 

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