Hogan Vega y Dorli Silva: Vivir en valores. La honestidad

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La comunicación empieza en la familia, de generación en generación; de abuelos a sus hijos y nietos, así como a personas cercanas; de padres a hijos de una época a otra. Tiene la característica principal de contar con los valores; se enseña respeto a los mayores, a los vecinos, a la Iglesia, a sus docentes, a las autoridades y, fundamentalmente, a vivir en la honestidad. Ese valor, la honestidad, es el que define el nivel cultural y agrupa al planeta Tierra en países desarrollados y subdesarrollados.

Por tanto, la comunicación es el arte de trasmitir, influenciar y tener propósitos claros de vida; de ahí que hablar con un lenguaje sencillo, apegado a una lengua autóctona, con sonidos fácilmente captables por el oyente, permite ser entendidos por un niño, un integrante de la familia, los grupos sociales y seres pensantes y no pensantes. La realidad mundial implica vivir en momentos de cambios grandes; por tanto, existen transformaciones en procesos diferentes, tales como la educación, la comunicación, la tecnología, la innovación y todo aquello que requiera modificaciones para su consolidación. El primer cambio es cultural; empieza por la familia, donde los valores prevalecen en cada integrante; padres fieles a la honestidad, y descendientes apegados a lo mismo, donde la mentira es una fábula; tomar prestado y no devolver cosas ocurre solamente en la imaginación; donde el robo solo existe en los cuentos y las historias de cine o películas. En la escuela, ser un estudiante modelo basado en el aprendizaje y el conocimiento para ser una persona mejor; en la universidad, ser objeto de admiración por los logros, libros, publicaciones y méritos adquiridos a través de la constancia, la perseverancia y la disciplina.

Por analogía, ser forjados en la honestidad es como fraguar muchos procesos que enseñan que todo requiere de cambios y trasformaciones. Algunos ejemplos de ello son: para saborear un buen vino, el viñador cosecha las uvas, el empresario de los vinos, en su fabrica las pisotea con la tecnología del momento y luego, en barricas, les da el punto deseado por su marca. Otro ejemplo: para obtener un diamante con los kilates deseados, se deben someter a presión las piedras extraidas por los mineros; una semilla requiere de procesos para su crecimiento, preparación de la tierra, los elementos para su desarrollo, el control de plagas, así como personal capacitado para obtener los frutos de esa actividad agrícola, que luego se llevará a cada mesa, en los hogares de esa cultura. Fabricar y mantener un avión, en el aire, y vivir agradecidos por el servicio que presta al cruzar fronteras con la mayor seguridad en el mundo, según las estadisticas mundiales de la aviación.

Los ejemplos presentados dependen de la honestidad de los involucrados; cumplir con las exigencias necesarias requeridas, para su logro, es indicador de los estándares de producción, calidad, competitividad y garantía, que hacen sociedades con un nivel cultural alto.  Allí la honestidad prevalece sobre todo proceso que impida el uso del logro de las especificaciones mínimas para cada producto; éste debe cumplir con los esquemas mundiales de calidad, servicio, seguridad, trasporte, consumo, salud, entre otros. Por tal motivo, en los países desarrollados, ver a personas que no respeten una normativa de tránsito o que se roben un artículo en un supermercado, engañen a otros con ofertas falsas de vivienda, servicios, o productos es algo completamente impensable. El robo y la falsificación de dinero, convertirse en un jáquer y robar información, incumplir protocolos de aviación, vender productos de mala calidad, fabricar productos defectuosos, así como no contribuir con producciones más limpias es el más claro ejemplo de un país subdesarrollado. Allí la viveza criolla impera por encima de los demás, y la honestidad se convierte en mera ciencia ficción.

En los países subdesarrollados, es difícil vivir con la honestidad como valor; de ahí que es importante la búsqueda de esa definicion, en el Diccionario de la Lengua Española (DLE), de la Real Academia Española (RAE), que en su primera acepción indica: cualidad de honesto. El mismo DLE presenta como sinónimos de honestidad, a los términos: honradez, integridad, rectitud, nobleza, decencia, dignidad, bondad, probidad, decencia, pudor, recato, virtud, honor, compostura, castidad, vergüenza.

Asimismo, de acuerdo con la RAE, la honestidad enseña a vivir con respeto y lealtad; es lo opuesto a sobrevivir mediante el facilismo, la envidia, ser mas vivo que los otros, sacar ventaja de los demás, la eterna viveza criolla, copiarse en los exámenes, terminar de hundir al caído, meter el pie al amigo (es señal de hipocresía), tomar decisiones sin importar lo que indique diga la conciencia; se olvidan los valores y, de esa manera, se desconoce a la honestidad.

En otras palabras, en la vida diaria no se enseña; se controla a padres, hijos, vecinos, trabajadores, empresarios, educadores, políticos, bajo el uso del poder, el conocimiento, la autoridad de la ley, de la familia, de la interacción social, de la naturaleza, la economía, la tecnología, la innovación y las redes sociales. Asimismo, no se toman en cuenta la creatividad, la experiencia, el conocimiento, la especializacion, el manejo de profesiones. Solamente se busca sobrevivir, al alejarse de lo que dice la conciencia, que es vivir agradecido por un día más de vida, dormir bien, disfrutar de la familia, los amigos, el trabajo, la tecnología, un viaje confortable en avión con la certeza que indican las estadísticas en cuanto a que las probabilidades de accidentes son mínimas. Vivir es conectarse con uno mismo, estar preparado con un plan de vida, propósitos claros, sin perder la conexión de la realidad, de las capacidades propias, vivir en armonía con la naturaleza, respirar profundo y ser agradecido con Dios, por todo lo que se vive y disfruta con alegría.  Ello implica alejarse de la palabra sobrevivencia, donde todo es angustia, desesperación, estar en una carrera eterna donde nada alcanza.

Del mismo modo, la cultura de los países desarrollados se basa en la educación, donde la familia, la ó interacción social,  el conocimiento, la experiencia, el dominio de una profesion, un arte, la tecnología, la política, la producción de bienes y servicios, la comunicación están basados en la honestidad. En consecuencia, brillan el respeto, la lealtad, el compañerismo, la confianza, la responsabilidad. Estos son valores que se ajustan al pensamiento del Libertador Simon Bolivar cuando dijo: “Moral y luces son nuestras primeras necesidades”. Al mismo tiempo, en esos países desarrollados se vive bajo la honestidad, lo que se refleja en su crecimiento económico; se mide la producción total de sus bienes y servicios, indicador conocido como Producto Interno Bruto (PIB).

La afirmacion anterior implica vivir en la honestidad, ser leales, respetuosos, cuidar el yo interno (la conciencia) y, por tanto, respetar a los demás sin que importen su clase social, color, raza, nivel cultural, ideologia, entre otros parámetros. Se debe lograr, entre todos, un estilo de vida con hábitos que permitan el crecimiento económico de los paises subdesarrollados, que se base en disciplina, entusiasmo, amabilidad, constancia, gratitud y, sobretodo, lealtad y respeto fundados en la honestidad.

 

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