El Séder no es un banquete; es una experiencia espiritual tan relevante hoy como hace 3.500 años.
El comediante italiano Sebastián Manisvalco relató la experiencia de su primer Séder de Pésaj cuando fue invitado por amigos y su necesidad de comer pan a los 15 segundos de sentarse en la mesa. Él se estremeció al comprender que durante las siguientes dos horas su alimentación consistiría de una galleta sin sabor, hierbas amargas, agua con sal y apio.
Y estoy seguro de que él no es el único que piensa: ¿Qué está pasando aquí? ¿Y qué tiene que ver todo esto conmigo? ¡Esto ocurrió hace demasiado tiempo!
La verdad es que cuando se trata de Pésaj tengo que prepararme mentalmente para dos días de desafíos intestinales combinados con un buen caso de reflujo ácido. El hecho de tener TDAH y no poder disfrutar estar sentado a la mesa más de una hora incrementa todavía más mi nerviosismo. Durante muchos años, el Séder de Pésaj no fue nada más que un ritual de unas cinco horas que debía soportar.
Pero, cuando llegó a comprender el Séder con mayor profundidad, cambió todo.
Para ser justos, Sebastián tiene toda la razón. Si el Séder no es nada más que una comida, entonces algo falta. Pero el Séder no es sólo otra comida. Es la narración de la historia de nuestro Éxodo de Egipto a la próxima generación. El Séder no es un banquete, sino una experiencia espiritual. Es una larga plegaria de gratitud por la libertad que tiene lugar alrededor de la mesa del comedor rodeados de nuestros seres queridos, mientras revivimos la salvación de nuestra familia. No es algo que pueda hacerse en una sinagoga.
No te limitas a recitar la historia, sino que la revives, con accesorios de utilería. Cuando se habla del duro trabajo de los esclavos, se comen hierbas amargas para intentar de alguna manera conectarse con nuestros ancestros que sufrieron como esclavos. Unas pocas horas de hambre no son nada comparadas con lo que ellos sufrieron durante 200 años.
Sorprendentemente, en esa misma comida, puedes recostarte y relajarte mientras bebes otra copa más de vino (por lo menos 4), reiterando tu gratitud a Dios por ser libre. No sólo de la esclavitud física, sino también de la esclavitud espiritual. El Séder habla de la esclavitud, los milagros, las Diez Plagas, la división del mar y la recepción de la Torá en el Monte Sinaí, el proyecto de los judíos para llevar Divinidad a todos los rincones e iluminar el mundo. Esta misma Torá llevó al presidente John Adams a declarar: “Los hebreos han hecho más para civilizar a los hombres que cualquier otra nación”.
El milagro de Pésaj está ocurriendo en este mismo momento. En los últimos cinco años, cientos de miles de rusos, sin mencionar a los etíopes y a los norteamericanos, han hecho aliá y llegaron a vivir en Israel. Por eso, el Séder es tan importante hoy como lo fue hace mil años, cuando los pogromos asolaban a las comunidades judías de toda Europa y los judíos no tenían adónde huir.
Una vez le preguntaron a Albert Einstein a quién quisiera conocer si pudiera elegir a cualquier persona y qué le preguntaría. Su respuesta: “A Moshé, y le preguntaría si él sabía que los judíos seguirían existiendo”. Parece que Einstein valoraba el milagro de la existencia judía.
El antisemitismo es más fuerte de lo que fue en varias décadas; la amenaza es constante. Sin embargo, una vez al año los judíos nos sentamos y recordamos que, tal como dice Eclesiastés, “No hay nada nuevo bajo el sol”. Ya hemos visto antes esta película. Desde tiempos inmemoriales, los judíos fueron perseguidos y convertidos en chivos expiatorios por ser una luz en un mar de oscuridad. La peste negra, la inquisición española, la masacre de Chmielnicki, el Holocausto, el caso Dreyfus, Saddam Husein, Bin Laden, Ahmadinejad… Todos son claros recordatorios de que el mundo tiene algo contra los judíos.
El Séder es un claro recordatorio de que Dios dirige el espectáculo, observando y controlando todo, tal como lo hizo hace 3.500 años cuando nos liberó de Egipto y nos dio la Torá.
Así que a pesar de entender perfectamente la necesidad de Sebastián de untar un poco de pan en aceite, también sé que no se trata sólo de otra comida deliciosa para mi estómago. Esta es para mi alma. (Sebastián, que conste que mi esposa prepara una comida estupenda para el Séder. ¡Definitivamente la espera vale la pena!).