En el día del Libro es el 23 de abril.
Eyos mis amados libros desordenados a través de mi biblioteca, muebles, mesas, y camas, leídos, ajados, recalcados, a veces maltratados, algunas veces creo que disgustados son testigos de mis alegrías y desvelos, muchos se muestran a veces como interpelándome, desde sus marcas, rasguños, y raspones, pero siempre les repito que están a salvo conmigo, que no me tengan recelos: los signos de sus márgenes muestran mi devoción por eyos, escondidos unos detrás de otros, a veces abandonados, ni siquiera registrados. Otros siguen a mi espera injustamente preteridos. Algunos adquiridos por comodidad en las ferias como acto compasivo, otros comprados por voracidad impulsiva, los que por cortesía recibí de complacientes amigos, y no tan amigos, estos yacen en un ensordecedor silencio, pero seguros de ser útiles en ofrecer su colosal cartografía, imposible de recorrer, el libro en este momento de soledad, lo que percibe con molestia es ver cómo solo los tocan para sacudirle el polvo. Pero finalmente la historia nos muestra que más de las veces cobran sentido y diez o más años después revelan que tienen más de siete vidas, y que al abrirlos sin interés se pueden encontrar líneas radicalmente transformadoras. Ya venidas en eyos que no recorremos o renunciamos. Pero aun así el proceso histórico muestra que ningún texto es inútil, cada uno es una entidad, y que escarmienta al posible ojo incauto. Así como el universo nos luce inabarcable, cada libro inexplorado es un desafío, promesa, misterio, y de posibilidades que nos confirman…
Según el Obispo de Hipona, (San Agustín), en su Diccionario Isilosabico nos señala: Cuando oramos intentamos hablar Con Dios, cuando leemos es Dios quien nos habla.
pgpgarcia@gmail.com