«La generación de Danny Ocean –es decir, entre los 20 y 30 años- han preferido en su mayoría ni siquiera acercarse a soltar unas líneas sobre la situación del país a lo largo de estas más de dos décadas de régimen chavista»
Por supuesto que luego de ver el gesto de Danny Ocean lo primero que viene a la mente es el triste comentario de Oscar D’ León acerca de que los artistas no deben involucrarse ni fijar posición en asuntos políticos, a propósito de algunas críticas que recibió tras el homenaje en forma de mural que le rindió la gobernación del estado Anzoátegui.
Fue una torpe salida por el costado del muy querido sonero. Se puede entender que se haya sentido feliz con aquella colorida pieza de 16 metros de altura y 6 de ancho y con el buen trato dispensado por el gobernador Luis José Marcano, militante del Psuv, exdiputado, exministro de Comunicaciones y expresidente del canal de propaganda oficial VTV. Claro que se entiende, a cualquiera le complace que le reconozcan y celebren sus méritos.
También se puede entender que aspires a ese lugar tan difícil de alcanzar que es estar bien con todos sin mojarte, sin solidarizarte con ninguna otra causa que no sea tu carrera y tu música porque –como ya sabemos- en un país tan polarizado y con un régimen capaz de instrumentar múltiples retaliaciones a la crítica, hay que andarse con cuidado para no afectar el negocio.
Quizás Danny Ocean no aspire a un mural sino a algo más grande e importante. Y por eso se tomó la molestia de aprovechar la tarima global de los Latin American Music Awards (jueves 25 de abril) para enviar un mensaje discreto -pero poderoso- y en plena presentación se aseguró de que la cámara captara bien el momento en el que mostró el mensaje en la camiseta que cargaba debajo: 28 de julio.
El día de las elecciones, nada más. Sin estridencias. Sin lanzar nada contra nadie. Con más ingenio e inteligencia que diablura, el autor de Me rehúso, cuyas canciones en general se ubican en un espacio de hedonismo y romance melancólico, el mismo del Babilon baby, hizo lo que ningún otro músico de su generación –al menos de los conocidos- ha hecho: arrimar el hombro para que muchos aquí y en el continente entiendan que es una cita importante la que nos espera el 28 de julio.
No hay que ser injustos, otras figuras de la música sí han aportado desde hace tiempo y también recientemente. Laura Guevara, por ejemplo. Y especialmente la pianista Gabriela Montero. Hasta se puede nombrar a Nacho y a Víctor Muñoz, a finales de 2015, con «Mi felicidad» a las puertas de la elección de la Asamblea Nacional que ganaría la oposición.
Habrá, por supuesto, algunas excepciones no mencionadas aquí solo por ignorancia o porque no tienen suficiente alcance masivo, pero no es exagerado insistir en que en la generación de Danny Ocean –es decir, entre los 20 y 30 años- han preferido en su mayoría ni siquiera acercarse a soltar unas líneas sobre la situación del país a lo largo de estas más de dos décadas de régimen chavista.
Eligieron sus estilos, está bien: la fiesta, el amor perdido, el perreo, la playita, la cerveza, la marihuana, la ilusión de enamorarse, la depresión. Algunos se han atrevido con alguna dosis de oportunismo a tocar el tema de la migración, incluso hay quien lo ha hecho para después tomarse fotos con alguien señalado como responsable de violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad… En ese abanico hay hasta alguno que se ha inspirado en la difícil situación de los palestinos en Gaza –aunque obviando a las víctimas del ataque terrorista del 7 de octubre- pero la musa no le ha soplado al oído nada sobre su entorno cotidiano. Otros, que en el pasado dieron pasos al frente, parece que se cansaron y lo dejaron así.
Espero, eso sí, que recuerden aquella parte de una canción imposible de olvidar que decía: Cuando llegue la fecha estaré luchando para vernos cambiar, porque yo no he perdido la fe, ni mi voluntad.
Está bien. Cada uno es autónomo en sus decisiones y más si se trata de música. Pero es que apoyar la causa de la democracia en tu propio país y del respeto a los derechos elementales no necesita de una canción para que, de paso, cobres un dinero por las reproducciones. Si al músico de verdad le preocupa, de verdad le interesa, de verdad tiene la sensibilidad y la conciencia, encontrará la forma sin cambiar su estilo. Ahí tienen a Danny Ocean: le habló claro a su público sin alterar su flow.
La Gran Aldea